Que en Tossa de Mar arranca uno de los tramos costeros más bellos de nuestro litoral es algo indiscutible. El “paraíso azul”, como la bautizó el pintor francés Marc Chagall cuando la convirtió en su refugio, se funde con el mar junto a acantilados que descuelgan su indómita belleza y a cuyos pies abren deliciosas calas.
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TOSSA DE MAR, LA VILLA AMURALLADA
Antes de adentrarnos en la naturaleza habrá que dar un paseo por las callejuelas del recinto amurallado de esta encantadora villa costera. Vila Vella -medieval, fortificado y con restos del castillo que dominan el paisaje- se recorre por encantadoras calles estrechas y empedradas de guijarros, entre edificios antiguos, un puñado de museos y unos cuantos miradores que se van asomando al mar. En la parte alta, el faro regala unas vistas increíbles. Fuera de las murallas hay que pasear por el barrio de Pescadores de sa Roqueta y recorrer el paseo marítimo hasta la playa de la Mar Menuda, la más alejada del recinto amurallado que ofrece su mejor perspectiva, especialmente al atardecer.
También podemos seguir los pasos de Ava Gardner, la estrella de Hollywood que se enamoró de sus paisajes al rodar aquí y que ha dejado su huella en varios de sus rincones. O si se prefiere, seguir las huellas romanas en la villa de Els Ametllers, porque también ellos quedaron rendidos en el siglo I ante la belleza de este tramo del litoral.
DE CALA EN CALA
Saliendo de Tossa, a lo largo de los 22 kilómetros que recorre la GI-682 entre esta localidad y Sant Feliú de Guíxols, se van sucediendo pequeñas playas casi a cada giro de volante. Playa Mar Menuda, cala 4 Jinetes, cala Bona… Habrá tiempo de detenerse en cada una de ellas, pero la primera parada la haremos entre dos de las más aclamadas: Pola y Giverola. Y es que a apenas 4 kilómetros del centro de Tossa aparecen estas dos calas al cobijo de pinos y encinas, a los pies de escarpadas paredes de acantilados que se hunden en el mar, donde se encuentra Pola Giverola Resort (polagiverola.com/es/), un alojamiento que toma prestado su nombre del de las calas que le sirven de refugio y que es el escondite perfecto para alojarse en esta costa.
Hay que fijarse bien al llegar, porque el resort está integrado en plena naturaleza, tanto que habrá que agudizar la vista para descubrir las pequeñas casitas salpicadas entre el mar de pinos. Pero sí, está ahí, inspirado por la belleza natural del entorno, con sus líneas sencillas y elegantes, rodeado de 35 hectáreas de naturaleza, la que han querido que sea la verdadera protagonista.
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POLA GIVEROLA, UN RESORT DIFERENTE
Cuando uno quiere disfrutar de la naturaleza sin renunciar a las comodidades de un alojamiento de lujo. Esto nos ofrece Pola Giverola en sus 214 apartamentos diseminados por las laderas que comunican cala Giverola con cala Pola. Desde modernos estudios tipo loft (con o sin cocina) a apartamentos de una, dos o tres habitaciones, con cocina, salón, una decoración sencilla en tonos cálidos y unas terrazas con increíbles vistas, de esas con las que luego sueñas todo el año.
En el edificio principal, que se encuentra en la parte alta del acantilado, está la recepción, salones, un supermercado, el spa, El Patio-Bar y el restaurante Buffet El Mercat, donde comenzar el día con un excelente desayuno con vistas panorámicas (también con servicio de cena). Para llegar a los apartamentos se hace por pequeños caminos en cuesta perfumados de flores, es el precio que hay que pagar para que todos tengan vistas a este paraíso, pero será un agradable paseo (no sufráis, que no cargaréis porque os llevan las maletas en unos buggies eléctricos, que ni contaminan ni producen ruidos que entorpezcan el descanso).
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EN FUNICULAR A LA PLAYA
Estamos de vacaciones y aunque nos encante caminar tampoco es cuestión de subir y bajar decenas de escalones o cuestas cada día para llegar a pie de playa. En Pola Giverola lo saben y a cala Giverola se baja cómodamente en funicular. El resort cuenta con este original transporte para que desciendas en unos segundos y sin esfuerzo a esta coqueta y recogida cala de aguas cristalinas y a la enorme piscina exterior, donde os sorprenderá un tobogán en forma de ocho que bien podría ser la envidia de cualquier parque acuático.
RELAX Y DEPORTE AL AIRE LIBRE
En la parte baja los amantes de los deportes encontrarán otro paraíso, el de las 9 pistas de tenis (de hierba artificial y tierra batida) y escuela para los que quieren iniciarse con unas clases en este deporte. También mesas de ping pong, billar, minigolf, tiro con arco, canchas de voley playa y fútbol playa… y si se prefieren los deportes acuáticos aquí es posible hacer kayak, paddle surf, snorkel, alquilar un hidropedal…
Y es que el resort da mucha importancia a las actividades al aire libre, y no solo en el entorno de sus playas. La Costa Brava es un destino internacional para la práctica del ciclismo, con muy buenas rutas señalizadas. El equipo de Pola Giverola ofrece salidas guiadas por carretera y montaña y dispone de bicicletas de alquiler (eléctricas y convencionales) así como de bike station con taller y espacio para guardar las bicicletas de los huéspedes que hayan viajado con ellas.
Quienes prefieran practicar deporte con mayor tranquilidad y conexión con el entorno es posible reconectar con nosotros mismos gracias a las clases de yoga y pilates en pleno paisaje mediterráneo.
MIRANDO A LA MONTAÑA
¿Que aún se busca más relax? Pues los 400 metros cuadrados del spa de Pola Giverola dedicados al bienestar, con enormes cristaleras que miran a la montaña, seguro que ayudan. Una piscina climatizada con jacuzzi (la entrada es gratuita para los clientes), varias salas de masaje y una amplia carta de tratamientos ayudarán a nuestro cuidado.
UN ‘ARROCITO’ FRENTE AL MAR
Con alguno de sus restaurantes recientemente renovados -tanto el interior como sus cartas- Pola Giverola pone este año el foco en la mejor gastronomía, la que da el producto local y de temporada. Degustar uno de los mejores arroces de la Costa Brava mientras sientes la brisa del mar en la cara es un privilegio del que disfrutarán los que coman en su restaurante a pie de cala, L’Ona. Cocina mediterránea y unos arroces para chuparse los dedos. Nuestros favoritos: el arroz meloso “a banda” y el caldoso de bogavante. Si aún queda hueco después de la comida hay que probar la tarta de quesos catalanes basada en la famosa tarta de queso de Jordi Roca, algo sublime.
Junto a L’Ona, la trattoria El Racó de la Cala, con especialidades italianas, y Random Bar, un chiringuito donde tomar una cerveza fresca con los pies en la arena y una tapa de paella elaborada allí mismo, a la vista de los clientes y frente al azul mediterráneo.
Se elija la opción que se elija, lo mejor será intentar reservar o acudir pronto a la comida, porque a cala Giverola llegan a menudo barcos desde Tossa de Mar que transportan a viajeros que quieren pasar el día en esta pequeña cala y comer en los restaurantes, que están abiertos no solo a los huéspedes, por lo que la hora de comer, especialmente en temporada alta, puede ser complicada.
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NOCHES DE GLAMPING EN CALA POLA
Esta vez a escasos metros de Pola, la otra preciosa cala que enmarca el resort, Pola Giverola Camp (una nueva versión del histórico camping Pola que abrió sus puertas en los años 50) ofrece una segunda opción de alojamiento para los que prefieran una experiencia diferente: bungalows, glam-tents y beach houses para dormir bajo las estrellas y al borde del mar. Con un diseño moderno y acogedor están pensados para quienes quieren vivir una experiencia más auténtica en plena naturaleza.
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Igual que en la zona de apartamentos, aquí los alojamientos se encuentran diseminados sobre la montaña. Tampoco faltan un supermercado, piscina, kids club, zona de voley playa, heladería, coctelería y dos restaurantes, uno con menú a la carta basado en platos tradicionales y pescados frescos, y otro más informal en la zona de la piscina.
Decidir en qué zona quedarse irá en función de los gustos y lo que apetezca en cada momento, la elección no será fácil pero la decisión será acertada, cualquiera superará las expectativas para unas vacaciones en la Costa Brava.