El desfiladero del río Borosa, cascadas y pozas en la sierra de Cazorla

En el parque natural más extenso de España hay un río de aguas limpias, rápidas y de color esmeralda que divide dos serranías acariciadas por la leyenda. El río es el Borosa y el parque el de Cazorla, Segura y Las Villas, en la provincia de Jaén.

El Borosa, como tantos otros ríos, nace con la certeza de que morirá pronto. El Guadalquivir lo embeberá cauce abajo, en el filo de un cerrado valle. Encajonado entre inexpugnables paredes de piedra, nace en el paraje conocido como de Aguas Negras. Hasta aquí llegan las nieves del invierno, y con el primer sol de la primavera el agua se precipita por calares y barrancos. El agua sale a borbotones, clara y fría, hasta dispersarse sin rumbo aparente entre una maraña de prados y roquedales. El itinerario es una continua cuesta. De los setecientos metros se asciende hasta los mil cuatrocientos entre un paisaje idílico, donde el pino negro, el madroño, la zarzamora y el rosal silvestre perfuman el camino.

LOS CENTROS DE VISITANTES

Lo mejor será empezar en el Centro de Recepción e Interpretación de la Torre del Vinagre (torredelvinagre.com). El viejo edificio de piedra es por dentro un muestrario de los espacios naturales protegidos, de la actividad humana y el medio físico que rodea el parque. Durante los meses de verano permanece abierto todos los días (de 10:00 a 20:00) y a partir del mediados de septiembre cierra los lunes y el resto de días abre solo hasta las 18:00.

Muy cerca, a 2 kilómetros de la Torre del Vinagre y pasado un vado que salva el Guadalquivir, está la piscifactoría del Borosa y el Centro de Interpretación Fluvial del río Borosa (turismoencazorla.com). Un rincón divulgativo dedicado a la importancia del agua donde aprender sobre la flora y la fauna de este importante ecosistema.

En uno y otro nos darán información sobre las posibles rutas.

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LAS CASCADAS DEL RÍO BOROSA

Junto al centro de interpretación comienza la ruta más conocida del parque, la que nos lleva, bajo el puente que se encuentra junto a la pisifactoría, al Charco de la Cuna, una sucesión de idílicas cascadas donde el Borosa remansa su fiereza en profundos charcos e irredimibles corrientes. Los saltos van cayendo dulcemente hacia lagunas cristalinas donde se permite el baño. Esta zona se llena de gente durante los meses de verano para refrescarse en sus aguas color esmeralda.

Un trecho más allá aparece el arroyo de las Truchas. El agua se despeña entre un trampolín de piedra, entre un lecho rocoso que en geología recibe el nombre de sinclinal. El arroyo de las Truchas es uno de los parajes más bellos y fotografiados de estos contornos. Una espesa vegetación abraza las pétreas orillas al tiempo que el agua cae sin miedo hasta una balsa profunda orillada a un lado del Borosa.

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LA CERRADA DE ELÍAS

La pista forestal discurre paralela al lecho del río. El camino se adentra entre escarpaduras y barrancos de donde cuelgan pinos carrascos de altísimas copas. A la altura del puente de los Caracolillos, la pista se bifurca. Hay que tomar aquella que acompaña al río para alcanzar el vado de los Rosales (a la izquierda), un minúsculo collado de donde nace una senda que lleva hasta la cerrada de Elías no sin antes cruzar el río en varias ocasiones por distintos puentes.

A esta altura, el Borosa se estrecha. Las aguas han tajado una pronunciada garganta en mitad de la roca caliza y las paredes verticales opacan la luz. A partir de ahí el camino se hace por una pasarela de madera instalada en la pared rocosa junto al río.

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Más arriba se ubica la central eléctrica de los Órganos, que produce energía gracias a la rapidez con la que bajan las aguas del río. Desde arriba se comprende el tremendo desnivel que deben salvar estas aguas, conducidas por una tubería desde el cercano embalse de la Feda hasta los sistemas hidráulicos de la central. Río arriba, el agua cae sin remedio por el salto de los Órganos, una espectacular cascada de unos 60 metros que forma uno de los paisajes más impresionantes de esta serranía.

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