¿CÓMO LLEGAR AL VALLE DE VALDEÓN?
Hay dos formas de acceder hasta este valle leonés tan bello como ajeno a multitudes. Una es a través del complicado puerto de Pandetrave, el paso más antiguo y hermoso, que asoma directamente sobre Santa Marina de Valdeón. La otra forma, más cómoda y habitual, es hacerlo por el puerto de Panderruedas.
Como primera toma de contacto, y una vez que hemos coronado el puerto, nada impacta más que acercarse a pie hasta el mirador de Piedrashitas, unos pocos metros más arriba del aparcamiento, para disfrutar de las espectaculares vistas que ofrece del valle y los Picos de Europa.
PRIMERO: UNA RUTA A PIE MUY RECOMENDABLE
Si se tienen ganas de caminar, un paseo altamente recomendable consiste en descender desde este mirador hasta Posada de Valdeón. La ruta se hace siguiendo a pie el viejo camino anterior a la carretera actual. Esta pista forestal, señalizada como PR-PNPE-II, se inicia en la orilla derecha de la carretera, todavía en lo alto del puerto, y discurre en un fácil, prolongado y continuo descenso de 13 kilómetros entre frondosos bosques. El paseo finaliza a las puertas mismas del pueblo.
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POSADA DE VALDEÓN, CAPITAL DEL VALLE
Aislado casi hasta las últimas décadas del siglo XX, Posada ha acabado convertido en un dinámico núcleo turístico que trata de aprovechar como puede la privilegiada situación que ocupa al pie mismo de las montañas. Como una de las vías de entrada al Parque Nacional de Picos de Europa por su vertiente leonesa, dispone de una de las Casas del Parque en las que recabar la información que se precise.
Los aficionados a los buenos quesos tienen que probar en la quesería Picos de Europa, en la misma plaza de la localidad, alguno de los que se hacen en este valle: son fuertes pero resultan irresistibles para los amantes de los quesos con carácter.
LOS OTROS PUEBLOS DEL VALLE
Junto a Posada de Valdeón, un puñado de pueblecitos pasan pasan sus días a los pies de las abruptas montañas que les hacen sombra. Una de estas localidades es Soto de Valdeón, también en el fondo del valle por el que corre, cada vez con más bríos, un río Cares que no ve la hora de enfrentarse a su destino: la poderosa garganta que tendrá que atravesar en su viaje hacia el mar. El pueblo cuenta con una fantástica colección de hórreos tradicionales.
También es recomendable acercarse hasta Santa Marina de Valdeón (en la imagen), la alargada aldea de montaña que presume de ser el núcleo habitado más antiguo del valle. También, en su sencillez, uno de los más hermosos.
HOCES, DESFILADEROS Y EL PUEBLO DE CAÍN
Desde Posada hay que dirigirse a Caín, la población más septentrional de Castilla y León. Antes de llegar a ella es recomendable hacer parada en el mirador del Tombo, presidido por una escultura de Coomonte y con magníficas vistas.
Tras un aperitivo de hoces y estrecheces, aparece Caín. Hay quien dice que este pueblo no lo plantaron, lo escondieron. Solo así puede explicarse cómo pudo prosperar esta diminuta población en un lugar cerrado por todas partes menos por una: el cielo. Encajonado en una hoya natural minúscula y alucinante, ocupa la última extensión plana que existe al norte de esta comunidad. De ahí hacia Asturias solo media el reino de lo vertical. ¡Ah! y el tajo del Cares.
SIGUIENDO LA GARGANTA DEL CARES
Seguir la garganta del Cares es el mejor broche final a esta ruta, porque este transitado pasillo natural es una de las grandes atracciones paisajísticas de los Picos de Europa. Son 10 kilómetros de senda que discurre señalizada desde la localidad de Caín hasta Puente Poncebos, aunque quienes no dispongan de mucho tiempo deberían, al menos, llegar hasta el puente de Bolín –el segundo desde Caín-, a unos 3 kilómetros del inicio, para disfrutar del que es uno de los recorridos senderistas más apasionantes de España. Aquí habrá más gente, porque además de hermoso es muy popular, aún así nada le resta belleza.
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¿CUÁL ES LA MEJOR ÉPOCA PARA VISITAR EL VALLE DE VALDEÓN?
El valle de Valdeón ofrece, ante todo, un soberbio espectáculo de alta montaña. Un espectáculo que cambia con las estaciones sin perder por ello intensidad ni belleza. El verano garantiza más horas de sol y más días sin lluvias ni nieblas para disfrutar de unos paisajes que hacen detenerse en cada curva. El otoño ofrece el soberbio espectáculo de sus bosques estallando en mil colores. No es recomendable el invierno, por la crudeza del clima y las posibles carreteras cortadas y poblaciones aisladas.
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