- Ir de palacio en palacio por Sintra, cuyo entorno natural, que enamoró a reyes y aristócratas, es Patrimonio de la Humanidad: el Nacional, el Palacio da Pena o el de Monserrate, de aire oriental.
- Para una vez, no, para muchas. A Lisboa hay que ir a subir en sus tranvías, ascender al mirador de Santa Justa, acercarse a la plaza del Comercio, cruzar el Puente 25 de Abril, subir a la Torre de Belén o hacer una visita al castillo de San Jorge. Vistos sus imprescindibles, esperan sus nuevos sitios de moda.
- Recorrer los 9 kilómetros de pasarelas y escaleras suspendidas que recorren la profunda garganta del río Paiva. En el Geoparque de Arouca, al norte de Portugal, el camino salva el puente colgante peatonal más largo de Europa.
- Dejarte embriagar por Cascais, la que fuera una pequeña aldea de pescadores que la familia real convirtió en su lugar de veraneo posee un encantador casco antiguo peatonal de calles de adoquines, tiendas y restaurantes con estilo.
25 cosas que ver y hacer en Lisboa (y no dejarte nada pendiente)
- Contemplar el atardecer en el cabo da Roca, el más occidental de la península ibérica y, por tanto, de Europa.
- Adentrarte en kayak en la cueva de Benagil, la espectacular gruta marina del Algarve que esconde una playita interior bajo una bóveda de roca.
- Hacer un crucero por el valle del Douro contemplando los paisajes de viñedos que trepan por las laderas de las montañas escoltando al río y visitando bodegas.
- Sorprenderte en la aldea de Monsanto, con sus casas encajadas entre enormes rocas de granito y, en lo alto, su fortaleza medieval que tiene unas vistas fabulosas.
- Observar en la playa del Norte de Nazaré a los surfistas cabalgando las olas más grandes del planeta, en la del Guincho de Estoril o en la península de Peniche.
- Hacer una ruta por las aldeas históricas portuguesas al otro lado de la raya entre Almeida y Monsanto. Castelo Rodrigo, Marialva, Trancoso, Piódão, Castelo Novo o Idaha-a-Velha son algunas de estas localidades ricas en castillos, murallas, capillas, pelourinhos y una austera arquitectura de granito donde revivir la historia de Portugal.
Portugal en diez maravillas que seguro no son las que conoces
- Visitar sin prisas Tavira, la preciosa localidad del Algarve portugués para callejear por sus calles empedradas, cruzar el puente romano sobre el río Gilão, subir a las torres de su castillo medieval y cruzar en barco a la Ilha de Tavira.
- Aprender todo sobre el vino de Oporto en Wow, en el barrio cultural y gastronómico de Vila Nova de Gaia, al otro lado del puente que lo une con Oporto. Un inmenso espacio que antes ocupaban las antiguas bodegas y almacenes de la familia Taylor’s y que, tras una rehabilitación integral, ahora acogen museos, restaurantes, cafés, tiendas, salas de exposiciones o una escuela de vino.
- Navegar por Aveiro, la Venecia atlántica, a bordo de un moliceiro –al estilo de las góndolas italianas–. Después de pasear por el Gran Canal y el barrio marinero de Beira Mar, con sus casitas de colores, y degustar pescado fresco en sus restaurantes, hay que descubrir el fabuloso paisaje de su ría, que tiene en la Reserva Natural de São Jacinto su rincón más salvaje. Se alcanza a bordo de un ferri que zarpa de Forte da Barra.
- Hacer un viaje en el tiempo a Braga, la Roma portuguesa. Además de un precioso centro histórico, su santuario de Bom Jesus, con su icónica escalinata, está incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
- Seguir la ruta de los Siete Valles Colgantes al borde del mar por el Algarve, elegida la más bonita de Europa, que atraviesa algunas de las calas más bonitas del sur del país.
- Viajar a Madeira para conocer esta abrupta isla que es un vergel en medio del océano, recorrer sus levadas, sus bosques de laurisilva, conocer Funchal, la capital, salir a avistar delfines o ballenas, respirar en sus frondosos jardines, darte un baño en piscinas de lava volcánica, subir y bajar una y otra vez en teleférico por sus acantilados y tumbarte al sol en la arena de la isla de Porto Santo.
- A solo unos kilómetros de España, Marvão, en el Alentejo portugués, es una villa medieval blanca encantadora para descubrir. Tiene en lo más alto del espolón rocoso que ocupa un inexpugnable castillo con tres recintos fortificados.
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- Descubrir la biodiversidad del estuario del Sado, una de las bahías más bellas del mundo, con una colonia permanente de delfines, enmarcada entre Setúbal y la península de Troia. Y continuar descubriendo las playas de Comporta, Melides y el Alentejo.
- Imposible no caer rendido al bacalhau, en todas sus versiones –dicen que hay una diferente para cada día del año–, y a los pastéis de nata, ese dulce en forma de tartaleta que no falta en todas las pastelerías portuguesas. Los de la Casa Pastéis de Belém, de Lisboa, elaboran los más famosos, los que llevan el nombre de este distrito lisboeta.
- Coger un barco en la península de Peniche para navegar hasta las islas Berlengas, un edén atlántico de gaviotas y aguas cristalinas, al estilo de las Cíes gallegas. En un peñasco unido a la isla mayor por un puente de piedra está el fuerte de São João Baptista, un castillo del fin del mundo.
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Te recomendamos
- Oír los ecos del pasado templario de Tomar en el imponente castillo que corona el casco antiguo. En la lista de la Unesco, en su interior guarda un convento y una iglesia inspirada en la del Santo Sepulcro de Jerusalén.
- En el Alentejo portugués, Évora, además de palacios levantados por reyes y nobles, presume de tener el conjunto megalítico más importante de la península y de Europa. Lo llaman el "Stonehenge del Sur" y es un óvalo formado por 95 menhires, algunos de hasta tres metros de altura y con grabados.
- Caminar por los senderos de la Ruta Vicentina, en torno al cabo de San Vicente, el punto más suroccidental del continente europeo.
- El Alentejo más auténtico se saborea en Monsaraz, una pequeña aldea con castillo medieval, monumentos megalíticos y un paisaje de olivos alrededor.
- Cruzando el Guadiana desde España aguarda el espectacular paisaje de la ría Formosa, paraíso de aves acuáticas, mariscadores y bañistas solitarios en el Algarve. Un magnífico laberinto de agua, canales, caños, esteros, dunas y playas bajo la figura de parque natural que se extiende hasta Faro.
- Si eres amante de la naturaleza, viajar al bucólico archipiélago de Azores para contemplar sus espectaculares paisajes volcánicos, sus playas de lava, aguas termales, para avistar ballenas o entregarte al senderismo por sus nueve islas.
- Descubrir el Parque Nacional de Peneda-Gerés, en la frontera con Ourense, repleto de aldeas tradicionales, miradores, embalses, cascadas, santuarios y vestigios romanos.
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