Tallin, la Capital Verde europea, es una ciudad singular. Parece surgida de un cuento de hadas en su centro histórico, y se muestra vanguardista en los barrios recuperados cerca del puerto. Dos días en ella dan para conocerla y disfrutarla. La ciudad alta ocupa la colina de Toompea, en torno al castillo de la Orden Teutónica, sede del Parlamento de Estonia, y a la catedral ortodoxa, con sus cúpulas bulbosas. Y sus miradores de Patkuli y Kohtuotsa se asoman a la costa báltica y al puerto.
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Encerrada en una muralla de 2,5 kilómetros, las iglesias y casas de comerciantes medievales de la ciudad baja rodean el ayuntamiento gótico más antiguo del norte de Europa, desde cuya torre-mirador se domina una bella plaza llena de animación. Un placer será pasar ante las casas de los antiguos gremios por la calle Pikk, entrar en la iglesia de San Nicolás, subir a la torre de San Olaf y perderse en un escenario propio del siglo xv. Además, en la torre Hellemann, cerca de la puerta Viru, es posible caminar por la muralla.
La ciudad baja está repleta de cervecerías, pubs y restaurantes, como III Draakon y Olde Hansa, en los que probar, en un ambiente medieval, el estofado de alce a la luz de las velas y la cerveza negra con miel.
La Casa del Gran Gremio guarda el Museo de la Historia de Estonia, a 200 metros del Museo de la Ciudad y muy cerca también de otro tramo de muralla al que se puede subir, entre las torres Nunne y Kuldjala. Mientras, la torre Margarita la Gorda contiene el Museo Marítimo, junto a la Puerta de la Costa que conduce al barrio de Kalamaja.
El barrio de Totermann pone el contrapunto contemporáneoa la ciudad medievalde Tallin
Artistas y hipsters se reúnen en este entorno, donde antiguas instalaciones industriales se han recuperado para actividades culturales. Merece una visita el puerto de hidroaviones de Lennusadam y la contigua Ciudad Creativa de Telliskivi, alrededor del mercado Balti Jaam, repleto de modernas tiendas, bares y restaurantes.
En Kalamaja hay buen ambiente y cocina actual en Moon o en F-hoone. Pero si se busca más exquisitez, en el casco antiguo, la cena más prestigiosa la sirve el restaurante Tchaikovsky. Después, se puede pasar por alguno de los numerosos pubs que ofrecen copas y música en vivo, o hacer un tour organizado de degustación nocturna de cervezas y licores.
El Palacio Kadriorg es un buen comienzo para arrancar el segundo día de estas 48 horas en Tallin. Mandado construir por Pedro el Grande en el siglo xviii para su esposa Catalina, posee una sección del Museo de Arte de Estonia y está rodeado de un encantador parque. El paseo por los jardines incluye la visita del Museo Mikkel, la casa del zar y el vanguardista museo de arte Kumu.
El zar Pedro I de Rusia mandó levantar el Palacio Kadriorg, rodeado de jardines, en honor de su esposa Catalina
Tomando la avenida al borde del mar Pirita Tee se llega a la hermosa zona verde y residencial de Maarjamäe, donde un palacio neogótico acoge el Museo de Cine de Estonia. En los establos se conserva memoria de las ocupaciones nazi y soviética, y, en el exterior, se ven esculturas del período comunista, que dejó como monumental herencia el cercano Memorial de la Guerra.
Inmediata a Maarjamäe, la desembocadura del río Pirita da paso a una extensa playa muy animada en los meses de verano y, al final de ella, un faro desde el que se contempla el skyline de Tallin.
La desembocadura del río Pirita da paso a una extensa playa de arena blanca y rodeada por un frondoso bosque muy animada en verano
En los bosques que acompañan el último tramo del río se levanta la Torre de la Televisión, que ofrece excelentes vistas y emociones fuertes antes de visitar el valioso Jardín Botánico, con 8500 especies de plantas. En la costa, al otro lado de la ciudad, el Museo al Aire Libre de Estonia ocupa antiguas casas campesinas repartidas por el bosque y en ellas se muestra el modo de vida tradicional con actores que representan los antiguos oficios.
Junto a la ciudad histórica, el barrio de Rotermann aúna arquitectura contemporánea, diseño, tiendas de moda, el Hotel Viru –que conserva el curioso KGB Museum, con el equipo empleado para espiar a los huéspedes en el período soviético– y animados restaurantes. Después de cenar en Horisont, con vistas tan extraordinarias como su cocina, el día puede terminar escuchando música en directo en Scotland Yard Pub.
El apunte experto
- Visitar rincones medievales pintorescos como el Pasaje de Santa Catalina y el Patio de los Maestros, sede de la encantadora Pierre Chocolaterie.
- Conocer la farmacia del Ayuntamiento, en funcionamiento desde principios del siglo xv.
- En el número 71 de la calle Pikk están Las Tres Hermanas, las casas más antiguas de Tallin, del siglo xiii.
- La Torre de la Televisión es un formidable mirador, a 170 metros de altura, con ventanas en el suelo para experimentar el vértigo.
- La puesta de sol desde el mirador Patkuli es inolvidable, con el puerto a los pies y el crepúsculo sobre el golfo de Finlandia.
GUÍA DE VIAJE