Levantado a 2850 metros de altura sobre las ruinas de una ciudad inca, el casco histórico de Quito es el más grande y mejor preservado de Sudamérica, motivos que lo llevaron a ser declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978, convirtiéndose en el primer lugar del mundo en contar con este reconocimiento. Recorrer sus calles de fachadas monumentales será la mejor incursión para ir superando el mal de altura y enamorarse de las primeras panorámicas andinas. En ellas abundan iglesias coloniales recubiertas de pan de oro que son verdaderas obras de arte, como la de San Francisco, que data del siglo xvii, o la catedral Primada, de estilo gótico-mudéjar.
También resulta imprescindible visitar la iglesia de la Compañía de Jesús, obra icónica del Barroco iberoamericano y decorada con finas láminas de oro de 23 quilates, cuya construcción se extendió a lo largo de 160 años. Levantada con piedra proveniente del volcán Pichincha, sobresale por su cúpula de 26 metros, a la que conviene subir para apreciar las impresionantes vistas de la plaza de San Francisco. La Virgen del Panecillo, que se asienta sobre una montaña a 3000 metros de altitud, vigila este majestuoso espacio en el que abre sus puertas Casa Gangotena, un lujoso hotel que cuenta con el mejor rooftop de Sudamérica y desde el que se contempla uno de los atardeceres más bonitos de la metrópoli. En el lado opuesto, tiendas como Casa Montecristi, especializada en sombreros, acercan la artesanía ecuatoriana.
Alrededor del casco histórico, los barrios de San Roque, San Marcos y San Juan reflejan la esencia local más arraigada a través de su arquitectura colonial, su arte y gastronomía. Otros modernos, como La Floresta, La Carolina o La Mariscal, hacen renacer a la capital con hoteles boutique, galerías y restaurantes de cocina contemporánea.
A 30 kilómetros al norte, en el distrito metropolitano, el monumento a la Mitad del Mundo marca la línea ecuatorial, por eso a Quito se la conoce como la Capital del Centro del Mundo. Para hacer equilibrios entre el hemisferio norte y el sur o comprobar los curiosos efectos que se producen en latitud 0, hay que dirigirse al Museo Solar Intiñán.
En los siguientes kilómetros se despliega el corredor andino, hogar del emblemático oso de anteojos. Por la sinuosa carretera aparece el impresionante bosque nuboso del Chocó Andino, declarado por la Unesco como la séptima Reserva de la Biosfera de Ecuador. Mezclarse con su naturaleza cubierta por la neblina y orquestada por los silbidos de las más de 600 especies de aves que la habitan, resulta aún más mágico en Mashpi Lodge, un alojamiento exclusivo y sostenible que ofrece emocionantes rutas senderistas y paseos por las copas de los árboles en bicicletas aéreas y rudimentarios teleféricos.
Los barrios de San Roque, San Marcos y San Juan reflejan la esencia local más arraigada
De los 950 metros de altitud del Chocó Andino ascenderemos a los 5000 de la cordillera más larga del mundo para comprobar la diversidad desmedida del distrito metropolitano. En el volcán Pichincha, el más accesible desde Quito, es posible divisar la ciudad y diez de los volcanes que la custodian durante un recorrido en teleférico de diez minutos. Y al Pululahua se va a comer o dormir en el hotel El Cráter, alojado en una de las escasas bocas volcánicas habitadas del mundo. La Reserva Ecológica Antisana otorga las mejores vistas de este volcán cubierto de glaciares, bajo el que corren ríos subterráneos que aportan aguas termales al pequeño pueblo de Papallacta, parada imprescindible para el relax.
Más al sur, el Parque Nacional Cotopaxi es uno de los refugios silvestres más grandes del país. Los 5897 metros de su volcán abrigado por las nieves lo convierten en uno de los más altos del mundo con actividad. Algunos metros más abajo de su perpetuo manto blanco, los prados están salpicados por haciendas coloniales como la de El Porvenir, donde los chagras, los cowboys de los Andes, acompañan a los visitantes a galopar por estos parajes ante la mirada de los cóndores que sobrevuelan el cielo.
El bosque nuboso del chocó andino invita a mezclarse con su naturaleza cubierta por la neblina
El apunte experto
- Imprescindibles las vistas desde el mirador de Guápulo, desde donde el explorador Orellana imaginó alcanzar El Dorado y se encontró la Amazonía.
- Probar el hornado en el mercado Iñaquito, un plato de carne de cerdo horneado en barro y acompañado de cebolla, plátano frito y ensalada.
- Conocer por qué Ecuador tiene el mejor chocolate del mundo en la cafetería Casa de Experiencias Paccari.
- Con los impresionantes murales culturales, el popular artista Apitatán decora muchas de las paredes de la capital ecuatoriana.
- Recorrer las tiendas de artesanos alojadas en la animada calle de la Ronda.
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