A la isla de Cabrera solo se puede llegar en barco desde Mallorca. No hay hoteles: solo un refugio con 12 habitaciones para pernoctar un máximo de dos noches. Tampoco restaurantes, solo una cantina para calmar la sed. No se pueden traer mascotas, ni bucear sin permiso, ni mucho menos pescar. Ni siquiera se puede echar el ancla. Todo, para no alterar un ápice el paisaje litoral mejor conservado de España, un archipiélago declarado Parque Nacional de poco más de 13 kilómetros cuadrados donde viven, igual que hace miles de años, más de 500 especies de plantas y 950 de animales marinos.
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1. PARA EMPEZAR, EL CENTRO DE VISITANTES
No es convencional el centro de visitantes, que está en la Colònia de Sant Jordi, en el sur de Mallorca, de donde parten los barcos a Cabrera.
Allí hay un acuario con 5.000 ejemplares de más de 200 especies mediterráneas. Hay también un mirador en lo alto de un espectacular edificio de forma troncocónica (como un talaiot), al que se sube en un ascensor panorámico y desde el que se divisa el archipiélago a 11 millas náuticas. Y hay, para bajar del mirador, una pasarela en espiral en torno a una pintura mural de más de 500 metros cuadrados que le llevó cinco años al artista Miguel Mansanet, la cual ofrece una visión de la cultura mediterránea mediante episodios históricos y mitológicos.
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2. EN BARCO A CABRERA
Empresas como Excursiones Cabrera (excursionsacabrera.es) o Mar Cabrera (marcabrera.com) ofrecen excursiones de un día a la isla desde la Colònia de Sant Jordi, en el sur de Mallorca. La travesía dura entre 30 y 45 minutos, dependiendo del estado del mar y el tipo de embarcación. Ir y volver a Cabrera, permaneciendo unas 6 horas en la isla cuesta desde 54 €. También organizan otras modalidades como viajes al atardecer, vueltas rápidas, observación de aves…
Otra opción es ir en barco propio o alquilado. Se permite el fondeo de hasta 50 embarcaciones por día en el puerto de Cabrera. Se ha de solicitar permiso de navegación (o de fondeo, si se quiere pernoctar) a la Administración del Parque (reservasparquesnacionales.es).
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3. PASEOS AUTOGUIADOS
La llegada a la isla de Cabrera es, sin duda, el momento más emocionante de la visita. Después de pasar junto a los islotes de Na Foradada, Na Pobra y Na Plana, se deja atrás la Illa dels Conills y ya se puede ver la silueta del castillo que domina la entrada al puerto. Levantado a finales del siglo XIV para defender Cabrera de los ataques de los piratas berberiscos y avisar mediante fuegos a la torre de Mallorca más cercana, la de Sa Ràpita, constituye una visita obligada una vez que se ha fondeado.
Desde el castillo, a 72 metros sobre el mar, se contempla una de las bahías naturales más bellas del Mediterráneo. En los días claros, además, se pueden ver la sierra de Tramuntana y las montañas de Artà, en la vecina isla de Mallorca. Es un paseo autoguiado de 1,5 kilómetros y una hora de duración.
4. SUBIR AL FARO DE ENSIOLA
También autoguiada, la ruta del faro de Ensiola es la más exigente de cuantas pueden hacerse en el parque (11 kilómetros, 5 horas) y una de las más gratificantes. Sin más compañía que las aves y las lagartijas baleares, se recorre la dramática geografía del suroeste de Cabrera, un paisaje de acantilados primigenios que corona en la península de Ensiola, con el faro en la cima, a 102 metros sobre el mar infinito.
5. Y A LA COLINA DE LA MIRANDA
Otro paseo posible (solo con guía) y apetecible es el que lleva a la colina de la Miranda o Bellamirada, cuyo nombre ya anuncia las magníficas vistas que ofrece sobre el puerto, el norte y el este de Cabrera. En el camino se pasa por la antigua casa de los Feliu (los últimos propietarios de la isla antes de que, en 1916, el Estado la expropiara por intereses de la defensa nacional), por el celler (bodega) reconvertido en museo etnográfico y por el monumento en memoria de los soldados franceses: tras la batalla de Bailén, 9.000 prisioneros del ejército napoleónico fueron encarcelados en la isla; solo 3.900 lograron salir con vida, después de cinco años de hambre, sed y abandono.
6. UN BAÑO EN LA PLAYA DE S’ESPALMADOR
Para acabar, después de andar arriba y abajo, se impone un baño refrescante en la playa de S’Espalmador. Las escasas lluvias (menos de 400 mm. al año) hacen que el aporte de sedimentos por arrastre al mar sea casi nulo y que las aguas tengan una excepcional transparencia. Es como bañarse en un acuario. Y es el sueño de los buceadores, que en Cabrera recorren maravillados sus acantilados submarinos, violentas caídas del fondo con paredes verticales que descienden hasta los 90 metros. También son frecuentes las cuevas sumergidas, que en algunos casos atraviesan de lado a lado islotes enteros.
Para el buceo con botella, está la zona de Punta Galiota. Diariamente se extienden permisos a todos aquellos que quieran explorarla. Para hacer snorkel, es idóneo el itinerario marino, entre Sa Platgeta y S’Espalmador, a lo largo del cual se pueden ver estrellas de mar, nacras, pulpos, meros y corvinas que se acercan al humano sin ningún recelo. Así era (y es) el paraíso.
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7. EL ATARDECER EN LA COVA BLAVA
Nadar y bucear en las aguas turquesas de la Cova Blava (la Cueva Azul), que es uno de los rincones más emblemáticos de Cabrera. El momento perfecto es al atardecer, cuando el penúltimo sol inunda la cavidad, sus rayos dorados encienden la roca y el mar se vuelve aún más azul. Las mismas empresas que llevan a la isla ofrecen esta experiencia.
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