Si algo caracteriza a la isla de Fuerteventura, la segunda más grande del archipiélago canario después de Tenerife, es el marcado contraste entre la aridez de su interior, anclado en una geografía pedregosa de tonos ocre y anaranjados, y la espectacularidad de un litoral enmarcado por aguas océanicas de un seductor azul turquesa.
Si la alargada silueta de esta isla, a la que apenas separan un centenar de kilómetros del continente africano, está recortada por playas tan cautivadoras como solitarias, es su ambiente desértico el que a muchos seduce irremediablemente por su belleza sin artificios. Una belleza fruto de la furia de los grandes volcanes que fueron surgiendo miles de años atrás y que algunos llegaron a alcanzar los 4.000 metros de altura.
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EN DIRECCIÓN SUR A JANDÍA
La península de Jandía, con su paque natural de más de 14.000 hectáreas la ocupa casi entera, conserva las montañas más sobresalientes de esta isla, entre las que despunta el Pico de la Zarza, con sus 807 metros. Sin perder tiempo para descubrir esta zona, hay que poner rumbo al sur.
El primer alto lo hacemos en la Caleta del Fuste, con una atractiva playa dorada alrededor de la que ha crecido una de las grandes áreas turísticas de la isla. No obstante su principal referencia urbana es El Castillo, una fortificación del siglo XVII que asoma sobre su concurrido puerto deportivo.
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En contraste con esta visión de embarcaciones deportivas surge un poco más adelante la belleza tradicional de Las Salinas de El Carmen, con sus barquitos pesqueros varados en la misma playa, a la que asoman sencillas viviendas de pescadores. Aunque es la antigua explotación salinera del pueblo, hoy convertida en un museo (museosalinasdelcarmen.es), el que atrae todas las miradas. La visita de su ameno interior lleva muy lejos, tanto como la historia del hombre y las civilizaciones antiguas que tuvieron el control de la extracción de la sal. El paseo al exterior entre los estanques de evaporación y los canales de estas salinas creadas en el año 1720 tienen un protagonista de excepción. Se trata del esqueleto de un rorcual común que con sus 19 metros de longitud invita a asomarse a las profundidades oceánicas alrededor de la isla y a los cetáceos que las frecuentan a través de la Senda de los Cetáceos.
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UN ALTO GASTRONÓMICO EN GRAN TARAJAL
Desde el núcleo de Las Playitas se accede al faro de La Entallada, referente para navegantes que asoma desde el lugar de la isla más próximo a la costa africana. De ahí nos acercamos al magnífico puerto deportivo de Gran Tarajal, en el municipio de Tuineje, que organiza cada año -durante el mes de septiembre- el Open Internacional de Pesca de Altura, en el que participan numerosas embarcaciones.
Es el lugar ideal para acercarse a comer en la Cofradía de Pescadores, donde se disfruta de pescados frescos del día hechos a la parrilla. También en este municipio, junto a Las Playitas, el restaurante Víctor se degusta potaje canario o pescado cocinado con gofio y a buen precio.
LOS BLANCOS ARENALES DE LAS PLAYAS DE SOTAVENTO
Las tierras pardas dan paso a las doradas arenas del itsmo o jable de La Pared. Se trata de un mar de arenas fósiles que es el punto más estrecho de la isla y a la vez el único paso terrestre a la península de Jandía, el hermoso confín meridional de Fuerteventura.
Nada más penetrar en ella aparecen las playas de Sotavento. Son 22 kilómetros de blancos arenales y aguas turquesa que, por sus magníficas condiciones ventosas, son punto de encuentro de winsurfistas de todo el mundo. Asimismo estas playas salvajes se convierten en sede del Campeonato Mundial de Windsurfing y Kitesurfing, un espectáculo que se lleva celebrando más de 30 años y que este año se retoma.
No menos hermosa es la orilla opuesta de la península, recortada por la remota playa de Cofete seguida de la de Barlovento. Sus 14 kilómetros crean la geografía más antigua y desértica de la isla en la que se refugian especies únicas y forman una playa que ha sido reconocida como las mejores del mundo. Su mejor panorámica se obtiene desde el mirador de Degollada Agua Oveja, un imprescindible en Jandía.
Entre los límites de ambas playas vírgenes se extiende un panorama espectacular de ásperas montañas solo asequibles a los más aventureros. Es lo que queda del potente macizo volcánico que dio lugar a Jandía. Todavía con la fascinación que causa su litoral se llega a Morro del Matorral, donde asoma un moderno faro del siglo XX y comienza la playa del Matorral.
Continuamos la ruta hasta Morro Jable, un pueblo pesquero convertido en otro de los lugares más deseados de la isla. Y de allí a El Puertito de Santa Cruz. En este antiguo asentamiento de pescadores no paramos a degustar los sabores del mar con vistas al imponente faro de Jandía y a los peligrosos bajíos que conforman el punto más meridional de la isla.
Solo queda dejarse conquistar del todo por la extraordinaria belleza del sur de Fuerteventura.