Ningún banquete empieza por el postre y, sin embargo, en la visita tradicional al conjunto arqueológico de Petra, la fachada del Tesoro es lo primero que aparece ante los ojos tras el cómodo paseo de kilómetro y medio que discurre entre las estrechas paredes del Siq. Al final del desfiladero se encuentra majestuosa, ajena a la nube de turistas y vendedores ambulantes, la imagen más codiciada. Demasiado pronto y fácil para un destino tan deseado toda la vida. Afortunadamente, el Petra Back Trail regala la oportunidad de saborear el recorrido salpicándolo de bocados deliciosos por el camino.
Son las seis de la mañana y el sol del amanecer resalta el color anaranjado de las fachadas excavadas en la roca arenisca en el cañón de Siq al-Barid, conocido como Little Petra. La tentación de adentrarse en este misterioso espacio, flanqueado por paredes horadadas con cuevas, templos, habitáculos, es irresistible, especialmente a una hora en la que reina el silencio. En este antiguo centro de comercio y lugar de descanso de caravanas, las prensas de vino esculpidas en la roca que marcan el principio de la ruta hablan de un tiempo en el que este desierto era una llanura fértil y se practicaba la viticultura.
Con esta imagen en la mente, iniciamos una caminata de 13 kilómetros. A menos de un kilómetro aparece el yacimiento neolítico de Beidha y después, majestuosa, una duna de arena que reta a encaramarse a su cima. La grandeza del paisaje, con gigantescas formaciones rocosas, es sobrecogedora. Una vez alcanzadas las montañas, comienza la ascensión por un desfiladero que sube a la cima de Umm Saisaban, a 1100 metros de altura, donde una familia vende piedras del desierto y abalorios. Solo por admirar las impresionantes vistas desde aquí merece la pena el paseo. Un momento de contemplación antes de iniciar una bajada entre riscos y tramos de escaleras esculpidas en la roca.
La primera sorpresa del Petra Back Trail es el yacimiento de Beidha y luego una enorme duna
Al fondo, despuntando entre las peñas, aparece una estructura demasiado perfecta para haber sido moldeada solo por el viento. Al bordear la montaña se contempla la majestuosa fachada de Ad Deir, conocida como el Monasterio. Misteriosa y solitaria, es una visión que, unida al cansancio de la travesía, adquiere una dimensión casi onírica. A partir de este punto aguardan cinco kilómetros en descenso. Cuando alcanzamos la llanura, comienzan a aparecer los otros grandes monumentos nabateos que forman el vasto conjunto arqueológico de Petra. Merece la pena perderse por aquí intentando imaginar la vida de una de las civilizaciones más enigmáticas de la historia. Al final del todo aparece la famosa fachada del Tesoro. Ni siquiera la enorme cantidad de gente es capaz de hacer mella en su grandeza. Aunque sea la misma fachada para todos, para unos pocos es, además, la merecida recompensa al esfuerzo de una travesía memorable.
El apunte experto
- El Tesoro por la noche es mágico, a la luz de cientos de lámparas de papel.
- Subir al mirador para observar la fachada del Tesoro a vista de pájaro y a las terrazas de Al-Khubtha para admirar el complejo arqueológico en todo su esplendor.
- El amanecer en Little Petra.
- Tras la larga travesía, unos merecidos dulces jordanos y un té de menta en el café frente a Ad Deir (el Monasterio).
- Conocer The Petra Museum, el gran museo arqueológico de esta ciudad nabatea, Patrimonio de la Humanidad.
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