Es cierto que, cuando alguien fantasea con unas vacaciones en Jordania, su mirada suele posarse en atractivos del país como Petra o el desierto de Wadi Rum. Y, ojo, lo entendemos perfectamente: la belleza de esos enclaves es de tal calibre que se hace complicado competir con ellos.
Pero la realidad es que Amán, la vibrante capital de este exótico país, atesora innumerables joyas a las que, en muchas ocasiones, no llegamos a dar oportunidad. Más allá de aquellos lugares que nos hablan del pasado aferrándose a su rica historia, existen otros muchos proyectos que dirigen su mirada hacia el futuro. Propuestas que, si así lo quisiéramos, podrían llegar a ocuparnos varias jornadas de viaje. ¿Qué tal si las concentramos en 48 horas?
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PRIMER DÍA EN AMMAN
Amanecemos en el Gran Hyatt Amman Hotel (Hyatt.com), ubicado en una de las 19 colinas en las que se reparte la ciudad. Un imponente edificio de fachada en piedra rosa tallada con vistas 360 grados en el que se aloja este cinco estrellas que resulta ideal como campo base para explorar. Desde aquí partimos en nuestra primera mañana en Amán para iniciar un viaje al pasado: la Ciudadela nos espera.
El tráfico, siempre caótico y abundante en la capital jordana, nos lleva a vivir desde el primer instante la locura de sus calles, donde la vida fluye sin control: peatones y conductores, mercaderes y trabajadores arrastrando carretas cargadas de todo tipo de productos se entremezclan como en un hormiguero por cada callejuela. Avanzamos lentos, pero avanzamos.
Es la Ciudadela uno de los enclaves históricos más antiguos del mundo habitados durante más tiempo. Un yacimiento arqueológico que se asienta sobre la colina Yabal al-Qala, la más alta de Amán, lugar estratégico donde el hombre ha estado presente desde la Edad de Bronce y desde donde se contempla la panorámica más fascinante de la ciudad. Más allá de disfrutar de las vetustas columnas del mítico templo de Hércules, del Museo Arqueológico con piezas del 6.500 a. de C. o del Palacio omeya, del siglo VIII, también nos deleitamos con la estampa de una ciudad que, desparramada a nuestros pies, se muestra altiva y seductora con sus miles de edificios en tonos tierra.
Dos de los enclaves que, precisamente, podemos contemplar desde aquí, son el imponente Teatro romano y el Odeón, joyas patrimoniales referentes de la historia de la ciudad. El primero, construido en el siglo II, cuenta con capacidad para más de 5 mil personas. Merece la pena perdernos por las calles y estrechas cuestas colina abajo hasta alcanzarlo: por algo Amán es conocida como 'la ciudad del millón de escaleras'. Eso sí, no olvidemos abrir bien los ojos para disfrutar de algunos de los ejemplos de arte urbano más significativos de la ciudad. También para animarnos con alguna que otra incursión en sus terrazas panorámicas y galerías como la Ammán Panorama Art Gallery (ammanpanoramaartgallery.com), un proyecto iniciado en el año 2008 y alojado en un singular laberinto formado por 33 habitaciones. En ellas, las cerámicas y obras de arte, siempre vinculadas a la cultura jordana, lo invaden todo. Con un poco de suerte podremos incluso coincidir con Ayyad Ayyad, propulsor de la idea y también artista.
A solo unos pasos del Teatro romano, ya a los pies de la colina, las callejuelas se vuelven a estrechar y el tráfico cesa: nos encontramos en el zoco Al-Khodra, junto a la Mezquita del Rey Abdalá, el lugar donde Amán explota en bullicio. El lugar ideal para disfrutar de la Jordania más auténtica, de sus colores y aromas, de sus sonidos y escenas más cotidianas. Sucumbir a las tentaciones que aparecerán a nuestro paso en forma de frutos secos o pasteles árabes, especias y dátiles, no será tarea fácil. En el puesto de Jisham tocará hacer acopio de zumaque, especia muy utilizada en la gastronomía jordana, o de jalea de dátiles, otro de los tesoros culinarios del país.
Dispuestos a catar sus sabores nos cercarmos hasta el restaurante Al-Quds, de gran éxito entre locales. Sentados en su comedor catamos recetas tradicionales como el mosakan, elaborado a partir de pollo y zumake, o la sabrosísima kefta con salsa de tajine. El postre podemos disfrutarlo aquí, donde son expertos en dulces, o tomarlo en otro clásico de Amán. La fila de personas a la espera de hacerse con una porción de los deliciosos kanafeh —pastel elaborado a partir de sémola, mantequilla y queso— de Habibab Sweets (habibahsweets.com), ya nos augura una experiencia única.
Para rematar la jornada quedamos en la Paris Square, una coqueta plaza decorada con una fuente de estilo colonial, con Anas Amarneh, joven jordano que apostó bien fuerte hace unos años por dar a conocer su ciudad de una manera alternativa. De espíritu emprendedor y apasionado de su cultura, creó junto a su hermana Through Local Eyes, una empresa de experiencias turísticas con las recorrer ese otro Amán.
Nos lanzamos de su mano a descubrir los encantos del barrio de Jabal al-Weibdeh, uno de los más antiguos de la capital jordana, fijándonos en su arte urbano. Una ruta de murales y grafitis de contenido, en muchos casos, reivindicativo, que alternamos con otras paradas, como la que realizams en Darat al Funun (daratalfunun.org), una preciosa casa colonial en la ladera de una de las colinas donde, además de interesantes exposiciones de arte contemporáneo y de un café de ambiente bohemio, podemos deleitarnos con un paseo por su jardín desde el que contemplar los atardeceres más espectaculares sobre la ciudad. Si, además, coincidimos con la llamada a la oración, el momento será de los de recordar.
Para despedir el día, damos un salto hasta Majdoline (majdoline-jo.com), estiloso restaurante a unos pasos del hotel donde disfrutar de la gastronomía libanesa.
SEGUNDO DÍA EN AMMAN
Amanece un nuevo día en Amán y tenemos un cometido bien importante: tratar que la gula no pueda con nosotros en el desayuno: hay que dejar espacio para lo que nos espera.
Un periplo que arranca con una incursión a los alrededores de Amán, pues nos vamos directos a conocer Iraq al-Amir, una cooperativa de mujeres cuya directora, Yusra Al-Husami, lleva 30 años luchando por instruir y enseñar oficios a mujeres de la zona y lograr así hacerlas económicamente independientes. Fundada por la reina Noor en el 93, visitar a este grupo que ha sabido hacer de la artesanía su oficio es conocer también sus propias historias: en sus orígenes, a veces, las promotoras se veían obligadas a hablar con maridos y padres para lograr que permitieran acceder a la formación a sus mujeres e hijas. Hoy, son ya más de 150 las que se han beneficiado de sus cursos. Algunas de ellas nos sonríen tras las mesas de la cooperativa mientras nos muestran, orgullosas, el fruto de su trabajo.
Entre coloridas cerámicas, objetos de papelería o jabones, se hace complicado elegir, aunque la vivencia puede culminar con un taller para aprender los detalles de sus oficios o, mucho mejor, con un verdadero festín. En su restaurante, parte también del proyecto, preparan uno de los platos más populares y exquisitos de la gastronomía jordana. El maglube, elaborado con arroz, verduras y pollo, se sirve, curiosamente, del revés: el contenido de la olla se vuelca sobre el plato, quedando lo cocinado en el fondo arriba.
De vuelta al corazón de Amán, paramos en Rainbow Street, una de las zonas más animadas y con mayor oferta cultural de la ciudad. Enseguida nos aborda la sensación de encontrarnos en el barrio de moda de cualquier urbe europea con farolillos de colores por allí, modernos concept stores por allá, estilosas cafeterías, galerías de arte e incluso la Film House de Jordania, desde cuyo patio, una vez más, contemplamos unas impactantes vistas de Amán.
A su lado, el Old View (oldview.jo) ofrece una terraza espectacular desde la que disfrutar de la panorámica. Mientras que enfrente, Jacaranda (jacarandaimages.com) es una tienda-galería en la que venden todo tipo de arte impreso, desde fotografías a ilustraciones, litografías o posters. A su lado, Books@Cafe aúna en su espacio tienda de libros, cafetería y galería. al abrir sus puertas en el 97 era el primer cibercafé de Oriente Medio.
Quizás al avanzar por Rainbow Street tengamos la tentación de caer rendidos ante el aroma de los afamados falafel que ofrecen en el puesto de Al Quds, considerados los mejores de la ciudad. O, tal vez, sintamos curiosidad por probar Sufra (romero-sufran.com), el que dicen que es el restaurante favorito de Rania de Jordania.
Tampoco será mala idea controlarnos. Nuestra cena de despedida, que será mucho más que una cena, la haremos de vuelta en el barrio de Al-Weibdeh, donde nos espera la carismática cocinera Maria Haddad. En Beit Sitti (beitsitti.com), la que fue la antigua y majestuosa casona de su abuela, ofrece divertidos cursos de cocina tradicional con recetas como el fattet jaj, el muttabal beitinjan o la basbousa. Maravillas que degustar, posteriormente, en su patio o en su saloncito familiar. Toda una experiencia que acabar, eso sí, comprando algunos de los productos jordanos de su propia marca. Qué mejor manera de despedirnos de Amán que llevándonos sus sabores a casa. Un fin de fiesta sin igual.