De norte a sur y de sur a norte, los más de 700 kilómetros de la carretera N2 portuguesa que une Chaves con Faro, la capital del Algarve, la convierten en la más larga del país. Algo así como una espina dorsal que recorre, de manera cómoda, el Portugal más rural atravesando en el camino preciosos pueblos o parajes naturales en los que merece la pena ir haciendo paradas sosegadas. Esta vez nos detenemos en su paso por la región del Alentejo, una auténtica abanderada del slow travel, haciendo pequeños desvíos y paradas para descubrir grandes tesoros que el viajero no se puede perder.
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PONTE DE SOR, TERRITORIO CORCHERO
El paisaje dominado por alcornoques que rodea a la localidad de Ponte de Sor nos habla de que estamos ante uno de los grandes productores de uno de los mayores símbolos de la región del Alentejo: el corcho. Aquí se emplea para elaborar los tapones del vino, pero también para realizar otros objetos artesanales sostenibles y obras de arte como el mosaico que se encuentra en el Centro de Artes e Cultura de Ponte de Sor, el más grande del mundo elaborado con este material, para el que se utilizaron nada menos que 400.000 tapones.
Para descubrir la naturaleza de esta zona, por los kilómetros que unen esta localidad en dirección sur hasta llegar a Montargil, se extiende la albufeira donde practicar deportes acuáticos con barcos de alquiler, canoas, motos de agua, esquí acuático o deportes de vela. También existe una playa fluvial y es un excelente lugar para la observación de aves con especies como el somormujo lanudo, el colirrojo o el chorlitejo.
MONTEMOR-O-NOVO
Continuamos en dirección sur hasta llegar a la localidad de Montemor-o-Novo coronada por un imponente castillo medieval (hoy en ruinas) al que se accede por la Porta da Vila y del que se conservan también restos de la antigua muralla y alguna que otra puerta. La torre do Relógio, construida en el siglo XIII, es todo un símbolo, y desde ella se disfruta de magníficas vistas de esta localidad que en el pasado fuera residencia de reyes. Junto al castillo podemos ver iglesias alentejanas, blancas y con el interior revestido de azulejos, y pasear por sus calles medievales.
Para hacer un alto en el camino más pausado hay que alojarse en el encantador L’And Vineyards (l-and.com), un exclusivo wine resort de moderna arquitectura en medio de la naturaleza. El lugar ideal para quienes gustan del vino y la tranquilidad, rodeado de un paisaje único de robles, olivares y viñedos. Su arquitectura ha sido perfectamente integrada en el entorno, con interiores llamativos diseñados por el arquitecto brasileño Marcio Kogan y decorado con obras de arte del artista Michael Biberstein. Las suites permiten la experiencia única de dormir bajo el cielo del Alentejo porque cuentan con ventanas cenitales sobre la misma cama desde donde podrás contemplar las estrellas. También enamoran sus excelentes villas junto al lago con piscina privada.
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Para los que disfrutan del slow travel, sin prisas para reanudar el camino, una sesión de vinoterapia en el spa y una cena en su restaurante Viajante, inspirado en los exploradores portugueses. Su gastronomía es una muestra de la identidad portuguesa que se refleja en cada plato a través de sus de texturas, sabores y aromas. Los productos de temporada procedentes de la agricultura orgánica y local reinan en su carta.
EL CROMLECH DE LOS ALMENDROS
A media hora en coche desde Montemor-o-Novo en dirección a Évora, y seguimos camino del sur, nos desviamos de nuevo de la N2 para visitar el cromlech de los Almendros, un monumento megalítico que sorprende por su gran tamaño y buen estado de conservación y al que se le conoce como el ‘Stonehenge del Sur’ por su importancia. Sus 95 menhires dispuestos en círculo forman una de las construcciones megalíticas más importantes de Europa. Si alguien se ha quedado con ganas de más, no es el único en la zona sino que forma parte del conocido como Circuito Megalítico de Évora y el Alentejo (visitevora.net) donde se pueden visitar otras importantes construcciones prehistóricas.
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Para quienes no les importe hacer un desvío un poco mayor, merece la pena recorrer los 30 kilómetros que separan este cromlech de la localidad de Évora, capital del Alentejo y Patrimonio de la Humanidad. Hay que recorrer sus estrechas y empedradas callejuelas, detenerse en una terraza a contemplar a los jóvenes que pasan por plaza do Giraldo, el corazón de la ciudad, o curiosear por sus tiendecitas. Pero también visitar su importante patrimonio como el templo de Diana y las termas romanas, las murallas medievales, la catedral o la antigua universidad del siglo XVI, la razón de que Évora sea una ciudad histórica pero de espíritu juvenil.
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PARADA GASTRO EN ALCAÇOVAS
Siempre mirando al sur, retomamos la ruta por la N2 y nuestra siguiente parada nos lleva a darle gusto al paladar en las tabernas tradicionales de Alcaçovas, uno de los mejores sitios para degustar la gastronomía de esta región. Hay que pedir una contundente açorda a la alentejana, un puchero muy popular del Alentejo, parecido a la sopa de ajo, que se acompaña de bacalao y que cautiva a quienes la prueban.
En Alcaçovas hay que visitar uno de los grandes secretos del Alentejo: el Paço dos Henriques (pacodoshenriques.pt). Un impresionante palacio revestido de conchas marinas de diferentes formas y tamaños que hoy acoge exposiciones temporales, un auditorio y una biblioteca. La estancia más asombrosa de todas es la capilla de Nossa Senhora da Conceição, del siglo XVII, con intrincados dibujos geométricos.
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ALJUSTREL, TRADICIÓN MINERA
La última parada por la N2 portuguesa a su paso por el Alentejo la hacemos en el pueblito de Aljustrel, coronado por una blanca ermita gótica que descansa sobre las ruinas del antiguo castillo. Para conocer su pasado minero, ese que está ligado a la extracción de la pirita, hay que hacer una visita al museo municipal. Y para disfrutar de la naturaleza, la ruta Aljustrel tem una mina, que transcurre por el casco histórico de la localidad y los paisajes del entorno.
Si los kilómetros no pesan, el camino continúa en dirección al Algarve, allí donde la N2 toca su fin en la ciudad de Faro, junto al Parque Natural de la ría Formosa. No ha podido elegir un mejor lugar para rematar su andadura.