Estas profundas gargantas del Prepirineo son un lugar perfecto para disfrutar de la naturaleza en familia. El otoño es quizás su estampa más conocida, pero recorrerlas en primavera es una magnífica opción, repletas de belleza natural y biodiversidad.
Hablamos de gargantas, pero también de hoces o foces, términos que designan las estrechas y profundas entradas excavadas por los ríos en los materiales rocosos. Estas dos, abiertas por el Irati (en Lumbier) y el Salazar (en Arbayún), separadas entre ellas apenas 15 kilómetros, son el summum de la naturaleza. Un paisaje que embriaga, donde cada una tiene su propia personalidad y se visita de manera diferente.
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EL PASEO POR LA FOZ DE LUMBIER
Con una longitud de apenas 1300 metros le basta y le sobra para quitar el aliento. El acceso a la foz de Lumbier está bien señalizado, a un par de kilómetros del pueblo del mismo nombre, donde encontramos un aparcamiento habilitado donde dejar el coche y dar comienzo a la visita (tiene un coste de dos euros). El camino es sencillo, tanto que lo recorren las familias con niños sin la menor dificultad e incluso gente en bicicleta sin mayor esfuerzo.
El sendero que avanza por el interior de la foz fue parte de la antigua vía de ferrocarril por la que circulaba el primer tren eléctrico de pasajeros que operó en toda España. Al crearla se aprovechó el desfiladero para extender por él las vías y se hicieron un par de túneles en la roca, uno de 167 metros y el otro de 206, ambos sin luz artificial. Adentrarse en ellos, en la oscuridad absoluta, forma parte de la aventura.
El paisaje es excepcional y, aunque corto el recorrido, tardaremos en terminarlo sin parar de hacer fotos a un lado y al otro, todo llama la atención. Hay que elevar la vista para contemplar, y fotografiar, a los buitres que sobrevuelan nuestras cabezas y se adentran en los cortados de las paredes de roca, con casi 400 metros de altura, a reposar su vuelo.
Al final del segundo túnel termina la ruta más sencilla. A la derecha sale un camino, esta vez no apto para menores ni para quienes sufran de vértigo (está indicada la dificultad y el nivel de riesgo) que nos lleva al mítico Puente del Diablo, un arco elevado 15 metros sobre el río que fue levantado en el siglo XVI y se dinamitó después, en la Guerra de la Independencia. Desde allí, los más atrevidos, verán una nueva perspectiva con toda la profundidad de la hoz.
De regreso, justo antes del espacio reservado para el aparcamiento, una zona de merendero ofrece mesas, descanso y vistas excepcionales (también hay unos aseos públicos).
A VISTA DE PÁJARO EN LA FOZ DE ARBAYÚN
Separada algo menos de 15 kilómetros de Lumbier, en dirección a Navascués, llegamos a la foz de Arbayún. La espectacular garganta de casi 400 metros de profundidad y unos 6 kilómetros de longitud excavada por el río Salazar conserva en su interior un bosque mixto con decenas de tipos de árboles diferentes y arbustos, amén de una de las colonias de buitres leonados más numerosas del mundo. Además de majestuosas águilas perdiceras, águilas reales, alimoches y algún que otro quebrantahuesos.
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La mejor manera de contemplarla en todo su esplendor es desde el mirador situado en el Alto de Iso. Un balcón natural privilegiado desde el que se contempla la más increíble de sus perspectivas: la panorámica completa de la foz. Los que miren abajo -la profundidad es de vértigo- verán al río siguiendo su cauce tranquilamente.
También es posible realizar rutas senderistas en la zona. Hay un sendero señalizado de unos tres kilómetros en el entorno, caminando entre el bosque, que nos lleva al mismo borde de las paredes de la hoz y el profundo precipicio (cuidado al arrimarse porque no existe protección y puede ser peligroso). La vista, de nuevo, es un regalo.