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Las Cuatro Villas de Amaya: recorremos el Burgos más desconocido

Venimos a hablarte de imponentes castillos, de obras de ingeniería sin igual, de mundos de fantasía, de caminos de peregrinos y de gastronomía. Así sorprende el patrimonio burgalés más rural.


Actualizado 14 de abril de 2023 - 13:40 CEST
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A veces es necesario salirse de los caminos establecidos. Explorar los terrenos menos transitados con los ojos bien abiertos, dejarse llevar por la esencia de lo rural y disfrutar de aquellos tesoros aún por descubrir por gran parte del turismo.

En esta ocasión te proponemos un plan de lo más interesante que cumple con todas estas pautas: escaparnos a Burgos para recorrer la comarca de Amaya. Situada en la zona más occidental de la provincia, al sur de la cordillera Cántabra y del valle del Ebro, en este vasto terreno colmado de páramos y campiñas nos esperan Castrojeriz, Sasamón, Villadiego y Melgar de Fernamental, los pueblos que conforman las Cuatro Villas de Amaya.

 

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Castrojeriz: magia en el camino

La historia de este coqueto pueblo burgalés se halla irremediablemente conectada a la del Camino de Santiago: no será de extrañar, de hecho, que mientras recorremos las sinuosas carreteras que llevan hasta él, entre eternos campos de cultivo, nos topemos con más de un peregrino que, mochila a la espalda, avanza por el arcén. Tanto es así, que lo primero con lo que nos encontraremos, incluso antes de alcanzar el núcleo urbano, será con las ruinas del antiguo Convento de San Antón, levantadas en medio del camino. Originario del siglo XV y construido por la orden francesa de los Antonianos, las partes que aún quedan en pie hoy sirven como albergue de peregrinos durante los meses en los que buen clima acompaña.

 

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Al cobijo del imponente castillo de Castrojeriz se despliega el recoleto entramado de callejuelas que, siguiendo un claro ejemplo de urbanismo jacobeo, conforma la segunda población más importante del Camino Francés —después de la propia Burgos—. Los pregrinos seguirán apareciendo según recorremos su vía principal, la Calle Real, de dos kilómetros de largo y enclave donde se haya una pequeña posada, Emebed Castrojeriz (emebedposada.com), ideal donde alojarse si se pretende explorar la zona. Cuentan los escritos que un día este pueblo que atesora más de 4 mil años, albergó hasta siete hospitales para peregrinos, seis iglesias y tres conventos de los que hoy apenas quedan ruinas.

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Una de las construcciones que sí sigue en pie es la iglesia de Santo Domingo, que alberga el Centro de Interpretación Iacobeus sobre el peregrino, o la de San Juan, cuyo claustro del siglo XIV es digno de visitar. También el antiguo convento —aún en activo— de Santa Clara o el de San Francisco, de la misma época. Para rematar la incursión a nuestro primer pueblo en ruta, nada como alquilar unas bicicletas con las que recorrer los senderos y caminos de los paisajes vecinos, o subir hasta el mítico castillo de Castrojeriz para admirar las vistas. Después, será el momento de seguir.

 

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Sasamón, tierra medieval

Puede que muchos no lo sepan, pero este pequeño pueblo burgalés de origen celtíbero, conquistado por los romanos y elegido por el mismísimo Augusto para establecer el campamento desde el que dirigió personalmente la guerra contra los cántabros, alberga una de las maravillas arquitectónicas de la provincia de Burgos: su Colegiata de Santa María la Real, considerada por sus dimensiones casi una catedral, es toda una belleza. Mandada levantar por Fernando VII en el siglo XIII, cuenta con una hermosísima colegiata y con un Centro de Interpretación sobre el Medievo en su interior.

Deberemos perdernos entre callejuelas flanqueadas por bonitas casas solariegas levantadas en piedra caliza, muchas de las cuales aún conservan sobre las puertas los escudos de las familias que las habitaron. Grandes joyas de la arquitectura medieval datadas en los siglos XIII y XIV que conviven con otros tesoros como la Cruz del Humilladero, un monumental crucero tardogótico tallado en piedra.

 

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Después, será el momento de lanzarnos a recorrer los alrededores, repletos de sorpresas a modo de restos patrimoniales. ¿Por ejemplo? Sorprende el inmenso Arco de San Miguel, lo único que ha logrado sobrevivir al paso del tiempo de la antigua iglesia románica que un día se halló en el desaparecido pueblo de San Miguel de Mazarreros. Un reclamo que atrapa por su singularidad, ya que se encuentra, solitario, en medio del paisaje burgalés. No muy lejos, también se hallan los restos del antiguo puente romano de Trisla, por el que discurría una de las calzadas romanas más importantes.

Una visita imperdible y de lo más peculiar se halla, asimismo, a las afueras: la casa-museo del gran Salaguti, artista local autodidacta que lleva toda una vida entregado a la creación siguiendo un estilo que él mismo autodenomina como 'surrealismo fantástico'. La curiosa forma de la consturcción donde habita, que resulta una suerte de autoretrato hecho fachada, alberga una exposición de esculturas y pinturas extraordinarias con las que bucear de lleno en su particular universo. ¿Lo mejor? Con suerte, él mismo será quien nos guíe la visita.

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Villadiego, donde conviven realidad y fantasía

Quizás a estas alturas no nos sorprenda continuar encontrándonos con el rico patrimonio que aguarda en las Cuatro Villas de Amaya. Y en Villadiego, la aventura monumental no para: el Palacio de los Velasco, la Casa de los Borja, el Liceo o el Hospital de San Juan son algunos de los emblemáticos edificios que nos lo confirman.

Así que paseemos: recorramos su entramado de callejuelas medievales sin prisas, admirando cada detalle, cada recoveco, cada rincón. El origen, en gran parte, de su riqueza, se debe a que en 1134 Alfonso VII concedió una serie de privilegios económicos que ayudaron a consolidar el desarrollo de la vida. Privilegios que sirvieron de atracción a un gran número de familias judías que se asentaron en la localidad, creando una de las aljamas más importantes de Burgos.

 

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Alcancemos la plaza Mayor porticada y contemplemos su grandiosidad. Recorramos la vía, también porticada, que parte de ella hasta alcanzar el Arco de la Cárcel, la única puerta de las que accedían al interior de la muralla que se conserva hoy día.

Una última sorpresa espera en el antiguo matadero, sede de todo un universo paralelo dedicado al cómic y bautizado como Fabulantis. ¿La razón? Villadiego fue el hogar durante grandes temporadas de Ángel Pardo, uno de los historietistas más aclamados de España y autor del más afamado aún Capitán Trueno. En su honor, este centro de interpretación realiza todo un recorrido por un fabuloso mundo de fantasía que no hay que perderse.

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Melgar de Fernamental, entre el Pisuerga y el Valdavia

No son pocos los atractivos que aguardan en el último de los pueblos que recorremos en esta ruta por las Cuatro Villas de Amaya, pero empecemos narrando sus virtudes relacionadas con la naturaleza. Y es que, recorrido por dos canales, el del Pisuerga y el Canal de Castilla, en Melgar de Fernamental el agua es la gran protagonista.

Una manera de disfrutar de ella es, además, divertida: recorriendo en un pequeño barco de recreo el Canal de Castilla, entre Melgar y la esclusa número 14 de San Llorente de la Vega. Un paseo relajado y a la par agradable que transcurre por esta obra de ingeniería hidráulica construida en el siglo XVIII para transportar de todos aquellos cereales cultivados en la zona hasta Santander, desde donde alcanzaban el mar en su ruta comercial. En el camino, un antiguo molino, también del siglo XVIII, que surtía de agua al Acueducto de Abánades, otro de los ejemplos de ingeniería de la época. Recorrer las aguas en kayak o en hidropedal es también posible.

 

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Una vez en Melgar de Fernamental las sorpresas siguen. Quedan aún en pie algunos de los monumentos que nos ayudan a entender la historia del pasado de Melgar, que vivió dos momentos de importante desarrollo a lo largo de su historia. El primero de ellos, a finales del siglo XV, y el segundo, allá por el siglo XVIII, coincidiendo con el reinado de Carlos III y con la instalación en la localidad de la Real Fábrica de Curtidos a la inglesa. La Iglesia Parroquial de la Asunción de Nuestra Señora es de la primera época, pero será imprescindible una parada en el edificio medieval que aloja el ayuntamiento y en los restos románicos de la Ermita de Nuestra Señora de Zorita, un lugar único y especial donde la belleza —y no exageramos— alcanza toda su plenitud.

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