No suele ocupar los primeros puestos de las listas viajeras —y, probablemente, tampoco se sitúe en los últimos—, porque si algo tiene la ciudad es que, a menudo, es eclipsada por otras grandes urbes europeas. Sin embargo, esta bellísima capital de nombre aparentemente impronunciable atesora entre sus calles, plazas, monumentos y encantadores cafés, mil y una razones por las que dedicarle una escapada. Ajena al turismo de masas, que aquí brilla por su ausencia, la bella Liubliana nos espera con los brazos abiertos. Dejémonos sorprender.
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PRIMER DÍA-MAÑANA
Que Eslovenia se encuentre situada entre países con tanto carácter como son Austria, Croacia o Italia, y que, además, durante casi seis siglos perteneciera al Imperio Austrohúngaro, hace que luzca cierto aire de majestuosidad. Una impronta que recuerda, en algunos puntos, a ciudades de sus países vecinos. Sobre todo, su capital, Liubliana, en la que aterrizamos dispuestos a realizarle una detallada radiografía. Es decir: reservemos nuestra primera mañana para andar y desandar las calles de su centro histórico, pequeño y encantador, incluido su castillo medieval.
Un castillo, por cierto, mandado construir por los Habsburgo en el siglo XII en lo más alto de la colina de Grad, esa que gobierna el perfil de la ciudad. Para subir optamos por el funicular diseñado por Miha Kerin y Majda Kregar e inaugurado en 2006, que nos ayuda a plantarnos en las alturas en escasos minutos. Antes de poner un pie en sus entrañas, contemplamos la mejor de las panorámicas: a nuestros pies, un mar de tejados naranjas y el río, el Ljubljanica. Más allá, los Alpes julianos despliegan toda su belleza. Un poco más cerca, dos inmensos parques que le valieron a la urbe ser declarada en 2016 Capital Verde de Europa.
Lleva el castillo de Liubliana más de 900 años haciendo frente al paso del tiempo: 9 siglos en los que su uso ha ido variando con las épocas. Recorrer su interior supone ahondar en la historia de la ciudad a través de sus salas musealizadas, pero también conocer estancias como la antigua prisión, la Capilla de San Jorge, la Torre Mirador o el museo dedicado a las marionetas. En determinados momentos del año, además, se utiliza como espacio público en el que se proyectan películas al aire libre o se organizan exposiciones. ¿Lo mejor? Que cuenta con un bar de vinos, dos restaurantes… ¡y hasta una discoteca!
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Tras un par de horas destinadas al gran reclamo monumental, toca volver a bajar, esta vez, andando, para medirle el pulso Liubliana. La siguiente parada la hacemos en el Mercado Central, que se celebra a diario y ocupa diversos espacios: una parte al aire libre en torno a las plazas Vodnikov y Pogačarnev, otra zona cubierta, y una serie de pequeños negocios que se hallan en paralelo al curso del río y que concentran la algarabía propia de los mercados. En ellos es donde, tradicionalmente, los vecinos de Liubliana han venido encontrándose, socializando y realizado sus compras del día a día. Remodelado por el conocido como 'arquitecto de la ciudad', el gran Joze Plečnik, es un claro ejemplo del afán que tuvo el esloveno por modernizar la que era su ciudad natal, de ahí que su nombre se halle plasmado en casi todos los rincones de Liubliana.
Hoy, aunque el turismo que llega hasta la capital eslovena no es exagerado, el mercado también es un reclamo para viajeros ávidos de participar de las costumbres locales. Los viernes, además, chefs de la ciudad despliegan su buen hacer culinario también aquí. Dependiendo de la temporada, no será mala idea hacernos con algunas frutas que añadir a la mochila: las bayas silvestres tienen un sabor especial. Verduras de todo tipo y colores, flores, leche fresca traída de las granjas locales, carnes, pescados, pasteles… Uno de ellos, el potica —un bizcocho enrollado relleno de miel, pasas, nueces o requesón— es casi patrimonio nacional. Aunque de esto último —de pasteles, decimos— controlan muy bien en Lolita (kaval-group.si/lolita-eipprova), un coqueto café a solo 4 minutos a pie donde hacer una parada con la que cargar pilas.
A dos pasos del mercado, el referente por excelencia de Liubliana, quien no se ha fotografiado en el Puente del Dragón, no puede afirmar haber estado en la ciudad. Un claro ejemplo de diseño y arquitectura Art Nouveau, está considerado una pieza extraordinaria del patrimonio técnico y fue la primera estructura de hormigón armado que se construyó en el país. Desde 1901 lleva concentrando todas las miradas y memorias de teléfonos… y no es de extrañar. La catedral de San Nicolás, con su estilo barroco, es otro punto más que añadir a nuestra visita.
Puestos a saciar el apetito —que ya va tocando— apostamos por un almuerzo rápido antes de continuar. En Klobasarna (klobasarna.si), un pequeño negocio ubicado en el antiguo taller de un relojero, están especializados en salchichas típicas eslovenas elaboradas con el mejor producto. Para acompañar, un panecillo, mostaza y rábanos picantes, aunque si se quiere completar el menú, nada como pedir una de sus deliciosas sopas. Sentará de maravilla.
PRIMER DÍA- TARDE
Paseemos. Disfrutemos de un relajado recorrido junto al río Ljubljanica, que funciona a modo de espina dorsal y concentra esa parte de la vida más distendida de sus habitantes. Su imagen, o más bien, la de todo aquello que le rodea a su paso por la ciudad, se la debe también al aplaudido Plečnik, que se encargó de rediseñar el corazón histórico de Liubliana: sus proyectos a lo largo y ancho de la ciudad están considerados, no en vano, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
En torno al río se hallan agradables paseos colmados de árboles y embarcaderos que sirven de base para reuniones de amigos y la práctica de deportes acuáticos. Llegado el verano, las aguas del Ljubljanica se llenan de kayaks y aficionados al paddle surf. Un buen puñado de bares se despliega, también, junto al embarcadero de Trnovski, donde disfrutar de tardes al sol en buena compañía.
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Precisamente volvemos a centrarnos en Plečnik para continuar con nuestra particular ruta por a Liubliana: sus propuestas, siempre inspiradas en diseños modernos combinados con elementos clásicos, se hallan colmadas de elementos arquitectónicos como pilares, dinteles, balaustradas o columnatas, combinados todas ellos de una manera especial. Siguiendo su rastro llegamos al número 4 de la calle Karunova, el lugar donde se halla la que fue su casa natal, conservada tal y como era en su origen y hoy transformada en un museo sobre el arquitecto.
En su interior, una exposición permanente permite aprender detalles sobre su vida y proyectos, sobre todo, de los que llevó a cabo en Liubliana, a donde regresó en 1921 tras una exitosa carrera en el extranjero. Porque el arquitecto estuvo primero en Viena, donde fue pionero en obras de diseño moderno en la ciudad, y después en Praga, en la que lideró, entre otras cosas, la renovación del castillo. Entre los objetos que se exponen, mobiliario original, planos, maquetas y bocetos de sus obras.
De regreso al centro, y antes de irnos a dormir, un merecido homenaje culinario: en las faldas del castillo se encuentra Restavracija Strelec (restavracija-strelec.si), uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad. A sus mandos se encuentra el chef Igor Jagodic, que propone una revolución gastronómica basada en la combinación de sabores, texturas y aromas que aúnan elegantemente pasado y presente sobre el plato. Propuestas deliciosas que nos dejarán con el mejor sabor de boca.
SEGUNDO DÍA- MAÑANA
Bien: ya podemos decir que, de alguna manera, controlamos la capital eslovena. ¿Qué tal si nos animamos con una excursión? Una opción para los más aventureros es alquilar unas bicis y animarse a recorrer algunos de los hasta 230 kilómetros de ciclovías que hay repartidos por los alrededores de la ciudad. Pero, si nos va un plan algo más tranquilo, no hay duda: el país cuenta con innumerables atractivos naturales y culturales salpicados por su territorio, y visitar uno de ellos como destino matutino no puede ser mejor idea. Ponemos rumbo, pues, a las cuevas de Postojna y al castillo de Predjama, un dos por uno espectacular a solo 50 kilómetros de distancia.
Con 38 millones de visitantes llegados de todo el mundo, Postojna (postojnska-jama.eu) es la cueva kárstica más visitada de Europa: desde hace 140 años cuenta con un singular ferrocarril que adentra en ella, a través de galerías, estrechos túneles y pasillos, a sus visitantes. Una visita guiada nos permite conocer las curiosidades más sorprendentes de esta formación única, como que se trata de la cueva más rica en biodiversidad del mundo gracias a las 150 especies que viven en ella. También aprendemos qué es el proteo o 'pez humano', el animal subterráneo más famoso.
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Muy 9 kilómetros de Postjona, y conectado a esta por un autobús, el Castillo de Predjama es el castillo construido en una cueva más grande del mundo. Nos sorprende la ubicación, situado en una pared rocosa de 123 metros de altura, un escenario de cuento que nos hace fantasear con historias de caballeros medievales con solo admirarlo. Y, en realidad, no vamos mal encaminados: existe todo un universo de galerías entrelazadas detrás de sus paredes, recovecos donde habitó el caballero rebelde Erasmo de Predjama, que resistió al asedio del ejército imperial durante todo un año. Su historia, de lo más emocionante, la conocemos al visitar el castillo.
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SEGUNDO DÍA- TARDE
Y de vuelta a Liubliana, ¿qué mejor plan que animarnos a conocer el lado más alternativo de la ciudad? Una Liubliana underground que comenzó a desarrollarse en torno al famoso Metelkova mesto, en el 24 de la calle Masarykova, una suerte de ciudad paralela creada en 1993 cuando un antiguo cuartel del ejército fue transformado en centro cultural dando cabida a todo tipo de representaciones artísticas. Hoy, el mítico enclave alberga diversos clubs y negocios en los que se programan conciertos a diario, pero también exposiciones e incluso festivales.
Una tradición, la de desafiar los patrones clásicos de la cultura, que en Liubliana venía ya dándose desde incluso las décadas de los 20 y 30. Desde su apertura en 1978, también Škuc Gallery (galerijaskuc.si) es otro de los centros alternativos más aclamados de la ciudad, y hasta ella, en la calle Stari, ponemos rumbo. Todo un must para los amantes de las artes visuales contemporáneas que deja espacio tanto para artistas ya consolidados como emergentes de la escena nacional e internacional.
No podremos dejar de acercarnos a DobraVaga (dobravaga.si), un puesto en el Mercado Cubierto de Plečnik en el que, bajo el lema 'arte por kilo', se exhibe el arte de las generaciones más jóvenes de Eslovenia de la manera más original. Y para rematar nuestra particular ruta, una última parada en Kino Šiška (kinosiska.si), centro de cultura urbana que alberga una de las salas de conciertos más importantes de la ciudad. Echar un ojo a su programación, que cuenta con actuaciones de toda índole —desde hiphop a metal, electrónica o jazz— siempre será un acierto. Y, si coincide que no nos topamos con ningún evento especial, pasar unas horas en Kiosk, su centro de lectura, echar un vistazo a su original librería o tomar algo en su cafetería, abierta a diario hasta altas horas de la noche, no defraudará.
La despedida definitiva, de nuevo, sentados a la mesa: Restavracija Most (restavracija-most.si), junto al histórico Puente de los Carniceros, combina sabores mediterráneos con los de la cocina tradicional eslovena de manera magistral. Una maravillosa manera de darle a la ciudad una despedida a lo grande. ¡Y que aproveche!