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Subida al Grossglockner, la carretera alpina más bonita de Europa

El trayecto que asciende hacia el pico más alto de Austria, a 3.798 metros de altura, discurre, entre curvas imposibles, por parajes de postal que dejan sin respiración


27 de febrero de 2023 - 9:12 CET
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Una armoniosa combinación de glaciares, laderas tapizadas de bosques, cascadas que se desploman con estruendo y lagos de color esmeralda que se agazapan entre los valles y devuelven el reflejo de unas montañas omnipresentes que casi no dejan ver el cielo. Así es el marco del trayecto alpino que asciende, lento y parsimonioso, a la cumbre del Grossglockner, el pico más alto de Austria. Una mole que se yergue sobre los Alpes a 3.798 metros de altura.

Por su belleza, que no deja tregua a los ojos, y por la perfección de su trazado, que trepa ingeniosa (y casi milagrosamente) desafiando los efectos del vértigo, la carretera que atraviesa este paisaje está catalogada como la más bella del Viejo Continente. Y eso que se trata de un recorrido corto: apenas 48 kilómetros de longitud, en los que la aventura, eso sí, resulta de lo más intensa. A lo largo de este espacio se suceden nada menos que 36 cerradísimas curvas que culebrean cerca de las nubes en un desnivel de 2.500 metros.

 

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SÓLO PARA VALIENTES

Frecuentada a menudo por vehículos y motoristas (y también por valientes ciclistas con las piernas a prueba de bombas), esta carretera parte de la población de Zell am See en la región de Salzburgo. Una bonita localidad dominada por un lago, el Zeller See, que en invierno se convierte en una pista de patinaje. En su orilla se apoya un conjunto de casitas pintorescas que le otorgan un aire de cuento, casi irreal, como si nos encontráramos ante la paz más absoluta.

 

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El otro extremo de la carretera es la población de Heiligenblut, en el estado de Carintia, allí donde se despliega una parte (la otra lo hace en el Tirol) del Parque Nacional Hohe Tauern, la mayor y más protegida reserva natural del país. Un lugar donde entregarse al senderismo a lo largo de rutas que van desde cortos paseos hasta expediciones extremas a cresta imposibles. O donde practicar el esquí, el deporte estrella de estos parajes, con más de 750 kilómetros de pistas para todos los gustos y niveles.

Justo aquí, en este parque, dentro de estas estampas que condensan la esencia del paisaje austriaco en su estado más puro, se erige el coloso del Grossglockner.

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DETENERSE EN EL CAMINO

Es necesario pagar unos 35 € por vehículo antes de abordar la carretera, puesto que se trata de una vía de peaje. Pero será un dinero bien invertido. Este recorrido panorámico merece mucho la pena tanto por el paisaje (ya lo hemos dicho), como por el conjunto de miradores, funiculares, senderos y refugios de montaña que irrumpen en el camino. Señalados en un mapa que se adquiere en el punto de arranque, uno puede detenerse en cada uno de ellos simplemente para descansar.

También se puede parar cada tanto con la idea de emprender cortos paseos (lo que se conoce como estirar las piernas) o ¿por qué no? para dar inicio a extensas caminatas que pueden llevar una jornada completa. A lo largo del trayecto aparecerán, además, algunos museos con exposiciones sobre el entorno y un puñado de rutas didácticas que invitan a ser descubiertas.

 

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PRIVILEGIADA PANORÁMICA

La subida al Grossglockner hoy resulta fácil y asequible, pero no siempre ha sido así. Tuvo que llegar la construcción de esta carretera que nos ocupa, en 1935, para que estos parajes, antes solo reservados a los montañistas expertos, se abrieran al común de los mortales. Hoy su trazado se incorpora armoniosamente al paisaje, permite una experiencia montañosa única y garantiza un gran placer de conducción.

Así se va ascendiendo entre enormes cumbres o serpenteando por los valles, con un paisaje nuevo a cada kilómetro. De pronto se abre la vista hacia la montaña Johannisberg, o de pronto irrumpen en el camino animales poco frecuentes como marmotas o cabras montesas.

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El destino final llega en la llamada cota de Emperador Francisco José, a más de 2.350 metros de altitud, donde se encuentra una terraza-mirador con vistas panorámicas. A sus pies se despliega el Pasterze, el glaciar más grande de Austria, con una longitud de ocho kilómetros. Y por aquí y por allá, se mire por donde se mire, la inmensidad de las montañas que ocupan el corazón de Europa.

 

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