Durante el Carnaval de Venecia, los rostros de sus gentes se cubren con preciosas máscaras, sobre las góndolas navegan señores con capas y en la Plaza de San Marco sobrevuela un ángel. El pasado se convierte en presente para dar rienda suelta a il sogno más mágico de la ciudad italiana. Pero este sueño no sería igual sin las lujosas fiestas de Antonia Sautter, que ya se han convertido en las protagonistas del carnaval veneciano y en uno de los eventos más exclusivos del mundo.
Carnavales del mundo que son Patrimonio de la Humanidad (y uno candidato de España)
Todo comenzó en 1994, cuando el reconocido artista de los Monty Python, Terry Jones, rodaba un documental para la BBC en Venecia. Antonia Sautter fue la encargada de diseñar el vestuario y la escenografía del rodaje. Un trabajo que le hizo querer seguir recreando la elegancia de otros tiempos, haciendo realidad así su propio sueño.
Cuando, medio año atrás, compré mi billete con la intención de acercarme a las calles más festivas de la Serenissima, jamás imaginé que también yo despertaría en ese sueño entre bailarines, acróbatas y personajes imposibles. The Greatest Dream. Yesterday… Today… es el título de la trigésima edición de Il Ballo del Doge, celebrado el pasado sábado 18 de febrero, y no podía ser más acertado.
Aún con la emoción intacta, recopilo los instantes de esa noche mágica en la que la fantasía se mezcla con la realidad haciendo que resulte imposible saber si estás dormido o despierto.
A diferencia de ediciones anteriores, en las que la sofisticada fiesta de máscaras solía celebrarse en el palacio Pisani Moretta, situado en el Gran Canal, el marco elegido para esta ocasión es la Scuola Grande della Misericordia, un impresionante edificio religioso del siglo XIV situado en el barrio de Cannaregio.
Pero antes de que llegue el esperado momento, toca recorrer Venecia en busca del vestuario perfecto para integrarse en la fiesta. En el taller Bluemoon (Calle del Capeller: bluemoonvenice.com) compramos una máscara hecha a mano. Su propietario, de origen argentino, lleva desde el año 1992 elaborándolas. ¿Hay mejor recuerdo material de este viaje?
Para el vestido de época nos acercamos al atelier que la propia Antonia Sautter tiene en Palazzo Marin, muy cerca de la Plaza de San Marco. Grandes alfombras, pinturas en techos y paredes y muebles clásicos con refinadas tapicerías nos reciben, la forma perfecta de empezar a ambientarse con la elegancia renacentista.
Son las 19.30 horas del sábado y ya apenas hay trajes disponibles. El movimiento en el taller es frenético estos días. Un equipo de profesionales modistas nos ayudan a elegir, probarnos las prendas y hacer los últimos arreglos. Cargando con nuestros disfraces hacia el hotel, las ilusiones se aceleran. Tan solo queda una hora para vestirnos y llegar a la Scuola Grande della Misericordia.
Tras cruzar uno de esos puentes que sortean los canales venecianos, encontramos frente a nosotros la imponente arquitectura de la scuola mecida por las aguas. La larga cola de invitados, procedentes de todo el mundo, da la vuelta al edificio. Algunos de los asistentes bajan de góndolas que llegan hasta la misma entrada. El tráfico acuático es intenso. Sosteniendo las infinitas capas de mi vestido, subo las escaleras para, al fin, sumergirme en el mundo de fantasía onírica de Sautter.
En un enorme salón, paseamos entre escenas vestidas con tules, sedas y máscaras. Suena Arrival of the birds, de The Cinematic Orchestra, seguida del Sogno di volare. ¡No hay nada como la música para transportarte a otros universos!
Hemos viajado al Renacimiento y nos sentimos afortunados de figurar entre los 500 asistentes que esta noche formarán parte del evento más importante del Carnaval. Pero presenciar Il Ballo del Doge no es imposible, tan solo hay que ser invitado por Antonia Sautter o hacerse con una entrada a través de su página web (ilballodeldoge.com). Eso sí, el precio de la más económica es de 800 euros y solo incluye acceso a la fiesta que se celebra después de la cena. El más elevado asciende hasta los 5.000 euros y da derecho a disfrutar de la experiencia completa.
Dos acróbatas cuelgan del techo de la sala. En una jaula vegetal varios modelos vestidos con incontables flores se mueven al compás de la música. Lo mismo hacen otros personajes de la Commedia dell´Arte y del burlesque dispuestos alrededor del espacio. Nos encontramos en el espectáculo de apertura del evento, el despegue hacia un mundo fantasioso donde los relojes se detienen, hay ojos gigantescos que parpadean y el vestuario y la escenografía de Sautter son una inmersión directa a esta quimera carnavalesca.
La anfitriona, con un estiloso vestido dorado engalanado con pedrería, da la bienvenida a los asistentes ante unas gigantescas alas doradas, invitando a emprender ese vuelo de fantasía en el que la alta costura toma el protagonismo del carnaval veneciano para elevar el glamour a otro nivel.
Sobre el escenario, la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada, con un vestido rosa creado por ella misma, como no podía ser de otra forma, y la medallista olímpica en natación, Federica Pellegrini, posan junto a Antonia Sautter como invitadas de honor. Entre los presentes también se encuentran la soprano Ainhoa Arteta, el cantante Zucchero o la actriz italiana Melania Dalla Costa, madrina del Carnaval de Venecia 2023.
Los asistentes arrastran sus vestidos por unas largas escaleras que conducen a la primera planta, donde una sala iluminada por miles de velas acoge la cena de gala amenizada por cantantes, trapecistas, bailarines y músicos que intensifican nuestras emociones. En las mesas, bodegones renacentistas, compuestos por candelabros y flores, dan la bienvenida a los ocho platos de los que consta el menú, reinterpretando un histórico banquete veneciano.
Más tarde, los DJs Lele Sacchi y Filippo Giorgi animan la tercera parte de la noche, una fiesta con barra libre y más actuaciones en directo.
A altas horas de la mañana se encienden las luces despidiendo la edición más especial de Il Ballo del Doge hasta el próximo año. A las puertas del monumental edificio, somos góndolas a punto de surcar los canales de Venecia para seguir soñando bajo el cielo nebuloso de febrero.