La carretera zigzaguea por el espectacular cañón rocoso que conduce a la cañada del Abengibre, un terreno llano plagado de campos de cultivos, tesos erosionados, paredes blanquecinas o parduzcas colonizadas por pequeños pinos, enebros y romeros, y meandros secos aprovechados ahora para sembrar cereales. Es uno de los paisajes que identifica a la Manchuela, un territorio que los geólogos llaman ‘de transición’, porque no es Serranía, pero tampoco es Mancha. Poco montuosa para pertenecer a una y demasiado para formar parte de la otra.
Por toda esta comarca fluye el Júcar, que es el responsable de buena parte de los paisajes más espectaculares que encontramos en ella. El Abengibre, además de un pequeño pueblo, es uno de sus afluentes. En realidad, se trata de un arroyo estacional, pero a lo largo de siglos ha sido capaz de crear el sensacional cañón por el que ahora estamos pasando. Claro que esto es solo el aperitivo de lo que viene más adelante.
La ruta conduce hasta Jorquera, un pueblo encaramado a una de las muelas calcáreas de los meandros del Júcar. Otra carretera en zigzag (ahora ascendente) lleva hasta él. Los restos de una fortaleza almohade dan cuenta de su pasado árabe y en los escudos heráldicos que encontramos en algunas casas aparecen las armas del marquesado de Villena, en cuyas manos acabó prácticamente toda la Manchuela y el territorio de Levante.
En el pueblo no han quedado grandes palacios ni construcciones nobles, pero tampoco le hacen falta, porque tiene la baza de su espectacularidad geográfica. Merece la pena adentrarse en la garganta y dirigirse hacia las pequeñas aldeas ribereñas de Alcozarejos, Calzada de Vergara, Cubas (con su iglesia excavada en la roca) y Maldonado, pedanías de Jorquera, para ver de cerca las imponentes paredes calizas –en algunos puntos de un blanco cegador– y las huertas que pueblan las orillas del río.
Los hortelanos acabaron construyendo sus casas en la misma roca, y hoy, algunas de esas viviendas han sido transformadas en cuidados alojamientos rurales e incluso hoteles de diseño.Hacia el lado opuesto, siguiendo el curso del río, llegaremos a Alcalá del Júcar. La entrada más espectacular al municipio es la que nos conduce desde lo alto de la llanura hasta el fondo del cañón. Cada curva ofrece una panorámica diferente de este pueblo construido, literalmente, en la montaña. La mayoría de las casas están excavadas en la pared, aunque tengan una fachada o parte de la construcción exenta.
Un imponente puente sirve de acceso a la península donde está la población. Todo el mundo lo llama ‘el puente romano’, pero ni su origen ni su estilo lo emparentan con ese pasado. Sí funcionó como aduana durante los siglos XIV y XV en el Camino Real de Castilla a Levante. Una vez superado el puente, hay que prepararse para subir cuestas, porque aquí todas las calles están en pendiente. Rematando el conjunto está el castillo, de origen árabe, del que queda un imponente torreón restaurado hace unos años y que ahora alberga exposiciones temporales y sirve de escenario para recreaciones históricas.
Desde arriba vemos, en la otra parte del pueblo, su curiosa plaza de toros, edificada también en la roca y con muros de tapial, que parece más un antiguo teatro o circo romano que otra cosa. De nuevo junto al río, la playa fluvial y el recorrido por las hoces son los principales atractivos del lugar. Más adelante, siempre siguiendo el curso del río, se llega a Villa de Ves. El entorno vuelve a ser de lo más vistoso, sobre todo si nos acercamos hasta la parte más alta del cañón, donde está el santuario del Cristo de la Vida, protagonista de una popular romería. Cuesta resistirse a tomar una instantánea, pero merece la pena, como en el resto del trayecto dejado atrás, detenerse, relajarse, olvidarse de todo y conectar con el grandioso espectáculo de la naturaleza.
No dejes de...
Visitar bodegas. Si quieres conocer más sobre la tradición vitivinícola de esta comarca que forma parte de la Ruta del Vino de la Manchuela (rutadelvinolamanchuela.com) puedes pasar por algunas abiertas al público, como Vega Tolosa (vegatolosa.com), en Casas Ibáñez, o Bodega Iniesta (bodegainiesta.es), en Fuentealbilla. Muchos de los viñedos son antiguos y en ellos crecen variedades de uva propias de la zona, como la bobal.