Batucadas eternas en todos los rincones, desfiles a los que se une la población entera, caderas contoneantes a ritmo de samba. Solo la alegría contagiosa de Brasil podía abanderar la mayor celebración pagana del año. Un espectáculo repleto de belleza y color en el que la vida se detiene y los problemas se olvidan para dejar paso a la fiesta de las fiestas. Bienvenidos al carnaval del país tropical. La celebración más divertida (y multitudinaria) del mundo.
Desde las ciudades más extensas hasta los rincones más recónditos, las calles de todo el territorio se invaden estos días de música y baile. De gigantescas carrozas mecanizadas, trepidantes percusionistas y cuerpos esculturales que hacen honor a la fiesta de la carne. Pero si bien el jolgorio y la caipirinha (ese cóctel de cachaza, lima y azúcar tan genuinamente brasileño) son moneda común en esta fiesta, cada lugar tiene sus guiños y particularidades.
DEL EXOTISMO DE RÍO A LA AUNTENTICIDAD DE BAHÍA
Ninguno tan sonado como el de la cidade maravilhosa, tal vez el más famoso del mundo. Un carnaval en el que la decoración de la ciudad, la fantasía de los trajes y el ambiente cálido allanan el terreno para lo que supone toda una explosión de sensualidad. Aquí la fiesta se vive en los tradicionales desfiles de los grupos de calle (muy comunes en los barrios de Ipanema, Botafogo y Laranjeiras), pero sobre todo en la que puede considerarse la exhibición más fastuosa llevada a cabo por unos cuerpos al sol: la de las Escuelas de Samba que lo dan todo en el Sambódromo, icono del carnaval contemporáneo.
Pero, pese a la espectacularidad carioca, hay quien considera que el carnaval más genuino de Brasil es el de Salvador de Bahía, con el que el púbico asiste a la mayor exaltación de las raíces africanas. Candomblé, tambores y el sonido de los afoxés (un instrumento pequeño y redondo relleno de bolitas de plástico) marcan esta alocada celebración, que tiene su mayor atracción en los tríos eléctricos, unos camiones con grandes altavoces y con una plataforma adaptada donde tocan famosos grupos musicales.
En cualquiera de los tres circuitos de Salvador (el de la ciudad, el de la orilla marítima y el del bello Pelourinho, el centro histórico), se canta, se baila... y se seduce al más puro estilo tropical, durante horas y horas de fiesta. Porque esta ciudad ha luchado contra la mercantilización de su carnaval para no empañar la participación popular.
LA VIDA NOCTURNA DE SAO PAULO
Eterna rival de la fiestera Río, Sao Paulo reivindica también la diversión con varios frentes imbatibles: su sabrosa gastronomía, su desarrollada industria del ocio, su inabarcable oferta cultural y su excitante vida nocturna. Por si fuera poco, presume de ser una alternativa más económica al de sus ciudades hermanas.
Basilea, la capital cultural (y carnavalera) de Suiza
Y es que en la que está considerada la capital económica del país, las escuelas de samba eligen un tema en torno al cual hacen girar la belleza de su espectáculo. Y la ciudad, más allá de los desfiles, se llena de bailes de Carnaval en los principales clubes y de fiestas temáticas en las múltiples discotecas
FREVO, GIGANTES Y JAZZ
No todo el carnaval de Brasil bebe de sus grandes ciudades. Y no todas las ciudades beben (exclusivamente) de la samba. Una muestra es Recife, la capital del estado de Pernambuco, famosa por bailar con una gran diversidad de ritmos (maracatú, caboclinho, ciranda, coco, manguebeat...) entre los que destaca el frevo, una danza eufórica de acrobacias con pequeñas sombrillas de colores.
Chirigotas, comparsas y drag queens en el Carnaval Romano de Mérida
Peculiar es asimismo el carnaval de Olinda, un encantador pueblo colonial perteneciente también al estado de Pernambuco. Aquí su belleza, por la que fue declarado Patrimonio Histórico y Artístico de la Humanidad por la Unesco, se potencia con unos famosos gigantes que se suman a la algarabía. Personajes que están inspirados en figuras similares típicas de Europa (¿a quién no recuerda a los gigantes y cabezudos?) y que representan a personalidades públicas (Bolsonaro ha sido el más popular en los últimos años).
Y para más ritmo, el que se vive en Guaramiranga, una pequeña localidad del estado de Ceará, al noreste de Brasil, de la que se dice que es la tierra maestra de la música negra. Precisamente durante el carnaval, y a diferencia de las celebraciones samberas del resto del país, aquí tiene lugar un Festival de Jazz y Blues que congrega cada año a miles de personas. Las principales plazas, así como los dos teatros de la ciudad, se convierten en concurridos escenarios para las bandas de talla mundial.
Pop rock en Diamantina (la capital del estado de Minas Gerais) o hip-hop y pagode en Ouro Preto (en el mismo estado). Da igual la música que suene de fondo. Ya lo decía Celia Cruz: «…que la vida es un carnaval y las penas se van cantando».