A primera hora del día, cuando el sol apenas asoma en el horizonte, el frescor matutino se apodera del Guadalquivir cubriéndolo de una ligera bruma. El paisaje se convierte así en el compañero ideal de un viaje que arranca en el muelle de La Puebla del Río. A bordo de una pequeña embarcación local da inicio esta particular singladura que surca, aguas abajo, el río. Por el camino, una clase de historia e ingeniería civil contada por el capitán sirve para aprender sobre cortas –los recortes sufridos a lo largo de los años por el río para reconducir su cauce–, sobre el arte del ‘jaleo’ en la tradicional pesca del albur, o sobre el antiguo oficio de arenero, tan vinculado a este lugar. Después de 16 kilómetros se alcanza el pequeño pantalán de Isla Mínima, que recibe su nombre de la finca donde se sitúa y bautizó a la premiada película del director sevillano Alberto Rodríguez. Allí se halla la cabaña del barquero, encargado de transportar en otro tiempo a los vecinos de una orilla del río a otra.
Ya con los pies en la tierra, toca tirar de imaginación para entender la singularidad del lugar. Dos milenios atrás, este inmenso humedal, hoy Parque Natural Marismas del Guadalquivir, era una enorme entrada de mar que dio lugar al lago Ligur. El paso del tiempo, el cierre natural debido a las dunas formadas en Doñana y la sedimentación de los materiales arrastrados por el Guadalquivir hicieron el resto. En el siglo IX, el terreno estaba colmatado casi por completo.
Los 2000 km2 que componen hoy las marismas, repartidos entre Isla Menor –al otro lado del río– e Isla Mayor, fueron desecados para introducir en ellos el cultivo del arroz y cambiar para siempre su historia. Esto atrajo a numerosos colonos valencianos procedentes de la Albufera, que se instalaron en la zona. Así se creó un espectacular enjambre de parcelas que, dependiendo de la época del año, ya estén anegadas o desecadas, regalan paisajes únicos.
La mejor manera de explorar sin perderse en el laberíntico terreno colmado de pistas de tierra y tablas –parcelas de cultivo– es en todoterreno y con guía. Aguarda un fascinante safari ornitológico protagonizado por cigüeñas negras, garzas imperiales o espátulas. Más de 150 especies de aves anidan cada año en las marismas de camino a Doñana, la mayor concentración de Europa.
La ruta continúa hasta Isla Mayor , donde los nombres de las calles rememoran sus raíces levantinas. Las paredes de los edificios públicos han servido de lienzo a artistas callejeros para plasmar esa relación especial con la avifauna de la zona. Sus 5000 habitantes viven, en general, del cultivo del arroz, cuya variedad más popular es el de la marisma. Pero para comprobar sus bondades, nada como avanzar otros doce kilómetros hasta la Reserva Natural Concertada Dehesa de Abajo, en el lugar más privilegiado de La Puebla del Río. Con observatorios del entorno, senderos que atraviesan el acebuchal más grande de Andalucía y acceso a una laguna en la que, cada invierno, se dan cita flamencos, fumareles, zampullines y ornitólogos, es también meca de la gastronomía local. El arroz con pato que se cocina en sus restaurantes hace que merezca la pena visitar este paraíso en el sur.
No dejes de...
Visitar la cañada de los pájaros. Próximo a las marismas de Doñana, es un referente nacional en investigación, recuperación de aves y fauna y educación ambiental. Un humedal Reserva Natural Concertada de Andalucía impulsado por dos biólogos que adquirieron dos hectáreas de escombrera para transformarlas en centro ornitológico. Visitar sus instalaciones da la oportunidad de contemplar de cerca las más de 200 especies de aves que se dan cita en él, muchas en peligro de extinción (canadadelospajaros.com).
Guía prática
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