Al calor de los productos del océano, de las frutas tropicales que el clima propicia y de las influencias remotas que fondearon en sus puertos, la cocina de Gran Canaria ha forjado una personalidad que tiene, claro está, elementos comunes con el resto del archipiélago, pero que se distingue también por unos rasgos propios. Muchos no lo saben, pero además de su contraste de paisajes y de sus gentes acogedoras, la más redonda de las Islas Afortunadas es un destino gastronómico de primer orden. Un lugar donde descubrir unos fogones que beben de 500 años de intercambio cultural con Europa, África y América.
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Hablar de este arte culinario es pensar en el gofio, en las papas arrugadas y en los mojos rojo y verde. Pero hay otros secretos que hacen de esta isla un paraíso gourmet, ideal para descubrir a bocados. Por ejemplo, el de las lubinas tamaño xxl, el pescado más demandado por los chefs con estrella Michelin. Un manjar que tiene su origen en Aquanaria, una granja marina (no una piscifactoría), a pocas millas de la costa.
Visitar esta granja a bordo de un barco es constatar que la clave es una crianza de 36 meses en las aguas bravas del océano Atlántico, respetando su hábitat y su libertad. Por algo es el producto estrella en los restaurantes de Gran Canaria, pese a que la despensa del mar es aquí bien generosa.
También abundante es la producción de sal en las legendarias salinas de Tenefé, un lugar que merece una detenida visita no solo para conocer un ingrediente gourmet que se obtiene de manera artesanal, ecológica y natural, sino también para maravillarse con su fotogenia. Nada puede ser más hermoso que contemplarlas al atardecer cuando el sol tiñe de rojo los montículos de sal de este entorno. El lugar está integrado en un parque cultural por la presencia de enterramientos aborígenes, vestigios de la Segunda Guerra Mundial y una gran biodiversidad debido a que es zona de paso para las aves migratorias.
Del mar pasamos a la tierra para descubrir los vinos que se producen en esta isla canaria y que, con su mineralidad, reflejan el carácter del suelo, del clima y de los vientos. Un vino que suele elaborarse con variedades atípicas (malvasía, listán negro, tintilla, negramoll…) y que se puede degustar con sumo placer en la bodega La Higuera Mayor, en la localidad de Telde, o en Las Tirajanas, en San Bartolomé de Tirajana. Ambas brindan la oportunidad de pasear también entre bonitos viñedos que se agarran a la pendiente.
Más sorprendente aún es el cultivo de café por estas latitudes. Pero no de un café cualquiera, sino del más caro del mundo, el que se vende nada menos que a 70 euros el kilo. Lo encontramos en la finca La Laja, en el Valle de Agaete, donde la quinta generación de una familia produce la codiciada variedad arábica typica, originaria de Etiopía. Se trata del único cafetal que existe en el continente europeo y el que está emplazado más al norte de todo el planeta. Degustar una buena taza de café, con sus aromas a regaliz y chocolate, enmarcados por un paraje tropical plagado de naranjos, mangos, guayabos y aguacates, es un plan estupendo para dedicarle cualquier mañana.
Pero no hay mejor forma de saborear la isla de Gran Canaria que hacerlo en sus restaurantes. Desde las tres estrellas Michelin que atesora la isla (La Aquarela y Los Guayres, ambos en Mogán, y Poemas, de los hermanos Padrón, en Las Palmas, el último en incorporarse a la lista); hasta interesantes propuestas a cargo de jóvenes chefs como los de Hestia, en la capital, y Texeda, en la localidad de Tejeda. Y ello sin olvidar a clásicos de toda la vida, como Casa Enrique, en Mogán, donde no faltan las papas y el mojo. En todos ellos (y en muchos más) se constata que comer en esta isla es lo más parecido a una fiesta.
No dejes de...
Disfrutar del mar en todas sus vertientes. Arenas blancas o negras, playas vírgenes o con todos los servicios. Quienes quieran tostarse al sol no deben perderse Maspalomas (en la imagen), el Inglés y Puerto Rico, o las más salvajes de las Nieves o Guayedra. Los más activos encontrarán actividades náuticas en los puertos de Mogán y Pasito Blanco. Y para coger olas está la playa de Callao o la de Pozo Izquierdo, sede del campeonato mundial de surf.
Guía prática
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