La fuerza erosiva del agua y los deslizamientos han excavado en el mismo centro de La Palma una profunda caldera de paredes verticales de ocho kilómetros de diámetro y rodeada de cumbres que superan los 2400 metros de altura. Su interior, por el que corren torrenteras y caen elevadas cascadas, está cubierto por una densa vegetación en la que predomina el pino canario y abundan los endemismos que crecen en las rocas.
Aunque la mejor manera de abordar esta descomunal formación rocosa de origen volcánico es calzarse unas buenas botas y lanzarse a recorrer sus bien señalizados senderos –podemos encontrar desde paseos sencillos hasta exigentes rutas montañeras–, también se puede descubrir acercándose en coche a sus mejores miradores. En cualquier caso, casi obligado es empezar por el Centro de Visitantes de la Caldera de Taburiente, en la localidad de El Paso, para recabar toda la información práctica sobre su extensa red de caminos. Desde él parte una pista asfaltada que, en 15 minutos, asciende hasta el mirador de La Cumbrecita. Solo asomarse a este privilegiado balcón justifica el viaje a La Palma.
El lugar ofrece mucho más. Por ejemplo, el popular sendero circular autoguiado de tres kilómetros y baja dificultad que, en una hora y media, permite llegar, atravesando un impactante bosque de pino canario, hasta el Lomo de las Chozas y el mirador de Los Roques. Desde aquí veremos en toda su extensión el interior de la Caldera de Taburiente, que fue el principal enclave sagrado para los primitivos habitantes de La Palma, los benahoritas, que rendían culto y ofrendas a los inverosímiles roques que se alzan en sus escarpadas laderas. También fue el último reducto, antes de someterse a los castellanos a finales del siglo XV, del mencey aborigen Tanausú.
Los senderistas con buena preparación física disfrutarán tomando el sendero pr lp-13, que se inicia en el mirador de Los Brecitos. La ruta tiene un total de once kilómetros, siempre en descenso, y permite transitar por buena parte del parque nacional.
Empequeñecidos por el apabullante semicírculo que forman las cumbres, los andarines pasan bajo centenarios ejemplares de pino canario y por bosquecillos de laurisilva en los barrancos más húmedos. Hay que tener presente que este es uno de los lugares con mayor variedad de endemismos botánicos del mundo. También sorprenden las vistas al roque sagrado de Idafe y, casi al final del paseo, el arroyo de Taburiente, por el que vierten al océano Atlántico y a los canales que riegan la isla las aguas que brotan en decenas de manantiales y cascadas. Entre estas últimas no hay que perderse el desvío a la famosa cascada de Colores.
Una vez disfrutado el interior, la visita continúa por arriba. Y en la Caldera de Taburiente cuando se dice arriba es muy arriba, ya que el Roque de los Muchachos, con sus 2420 metros, es la máxima altura del parque nacional. Desde su cumbre, a la que se llega con facilidad siguiendo la carretera lp-4 que parte de la capital de la isla, se divisa un impactante paisaje en el que predominan los abismos rocosos. También son fáciles de distinguir la silueta del Teide y los perfiles de El Hierro y La Gomera. La límpida atmósfera que reina en el lugar es una de las más adecuadas del planeta para la observación astronómica. Por eso, en sus inmediaciones se localiza el observatorio astrofísico del Roque de los Muchachos, que cuenta con diez grandes telescopios. Y, desde hace poco, también un interesante centro de visitantes.
Antes de regresar hasta el nivel del mar, quedan a mano otras dos rutas para disfrutar de la crestería que preside la Caldera de Taburiente. La más fácil llega desde el Roque de los Muchachos hasta el Espigón del Roque, mientras la segunda, solo para expertos montañeros, se acerca al encuentro del Pico de las Nieves.
No dejes de...
Visitar el bosque de Los Tilos. La mejor masa de laurisilva de toda la isla, Reserva de la Biosfera, se localiza entre los abruptos y profundos paredones volcánicos del barranco del Agua, cerca de la localidad de Los Sauces. Un brumoso bosque poblado por grandes y retorcidos árboles cubiertos de líquenes y musgos. Del centro de visitantes de Los Tilos parte un camino flanqueado por helechos gigantes que permite acercarse hasta su umbrío corazón.
Guía práctica
Guía práctica