NABIA HOTEL (ÁVILA)
A este rincón de la sierra de Gredos a las afueras del pueblo de Candeleda, en el sur de Ávila, se viene a disfrutar del campo, a pasear entre bosques de robles y castaños, a respirar aire puro rodeados de altas cumbres que se elevan a más de 2.500 metros de altura. Las 12 habitaciones, con todo lujo de detalles, resultan de lo más acogedoras e íntimas para descansar –especialmente la suite con chimenea–; el gran salón de estar invita a leer un libro contemplando el crujir de los troncos o las vistas privilegiadas; el restaurante, a una cena tranquila, y los exteriores, cuando sale el sol, a sentarse en el inmenso jardín que rodea a esta construcción mimetizada con la naturaleza. Un hotelito (hotelnabia.es) ideal para disfrutarlo en una escapada en pareja -solo admite niños a partir de 16 años-.
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CABAÑAS VILA SEN VENTO (A CORUÑA)
En este pequeño complejo rural hay cabañas en los árboles como las de los cuentos, otras para espíritus aventureros, para escapadas románticas o de aire country, pero el común denominador de todas ellas es su chimenea de leña, que caldea el ambiente, y el jacuzzi de las cabañas de este complejo rural a las afueras de Santiago de Compostela, cerca del Camino Francés, fusionadas con el paisaje en el que se enmarcan (vilasenvento.com).
Un pequeño oasis natural en una gran finca de 40.000 m2 que respiran aires rústicos, pero con todas las comodidades, donde los días fríos se sortean al calor de la lumbre. Junto a las cabañas encontramos villas para grupos más grandes (entre 10 y 16 personas) y una casa rural en una antigua casa de labranza gallega del siglo XVIII que ha sido restaurada.
AKASSA (CÁCERES)
En el norte de Extremadura, la todavía desconocida comarca de Las Hurdes depara sorpresas inesperadas, como la de este conjunto de chozos bioclimáticos en las inmediaciones de la localidad de Pinofranqueado (akassahurdes.com). Lo forman cuatro alojamientos de alquiler con capacidad de dos a cinco plazas y un espacio-común con cocina cuya construcción es una adaptación moderna del chozo tradicional hurdano y en la que se ha respetado al máximo el medioambiente –cada chozo es bioclimático, con un sistema de climatización ecofriendly– y, sobre todo, propicia el contacto con la naturaleza del entorno, gracias a sus ventanales de más de cinco metros de altura. Un retiro donde encontrar la calma mental, la relajación, para profundizar y encontrarse a sí mismos –organizan todo tipo de cursos y retiros– y cargarnos de energía buena para la semana.
VILLA PACHECA (CANTABRIA)
Un fin de semana alojados en una casa rural de montaña con más de 150 años de antigüedad, que Adriana y Germán han rehabilitado con mimo respetando la arquitectura tradicional cántabra, se nos antoja algo así como el plan perfecto. En pleno valle pasiego de Toranzo, entre montañas y prados verdes de Cantabria y junto a la cuenca del Pas, se encuentra Villa Pacheca, un alojamiento boutique de alquiler completo –con capacidad para 10 personas– rodeado de robles, alcornoques, pinos y árboles frutales.
La construcción, con grandes muros de piedra y vigas de madera de roble, muestra la típica balconada de las viviendas montañesas al exterior. En el interior, una enorme chimenea preside el salón de más de 70 m2 donde pasar una tarde de invierno junto al fuego con un buen café y una deliciosa quesada. Para los que quieran hacer planes en el entorno Puente Viesgo está a solo 10 kilómetros, así como las famosas Cueva de El Castillo, Patrimonio de la Humanidad, donde se puede hacer una visita.
Puente Viesgo, un pueblo encantador repleto de tesoros para cavernícolas
EL PRIVILEGIO (HUESCA)
Después de un día en la montaña, lo que uno más valora son esos momentos de relax, de bienestar y de saborear la mejor gastronomía… En el valle de Tena, en el Pirineo aragonés, y cerca de la estaciones de Formigal y Panticosa, este refugio permite disfrutar de todo ello. Ocupa una antigua abadía del siglo XV, con grandes ventanales asomados al paisaje montañés y en sus veinte habitaciones la decoración se ha cuidado al máximo, combinando piedra y madera, en algunas de las cuales hay chimenea. Lo mismo que en el salón, punto de encuentro donde comentar el día en este paraíso de tranquilidad y silencio. Para otros momentos, el spa, todo un lujo, y la cocina tradicional de su restaurante (elprivilegio.com).
CAN CUCH (BARCELONA)
Entre los bosques de encinas y prados del Parque Natural del Montseny se descubre esta masía tradicional restaurada con mucho gusto y convertida en un alojamiento lleno de encanto. Gustan sus habitaciones dobles, pero si lo que se llega es buscando el calor de una chimenea, mejor sus tres junior suites o la suite Les Golfes, amplias, con vigas de madera en el techo, piedra vista en las paredes donde los detalles rústicos asoman en un espacio actual y moderno. De su cocina delicada y de vanguardia, basada en la calidad y las materias primas del entorno, se disfruta en el restaurante, otro rincón con chimenea, para sentirse como en casa (hotelcancuch.com).
VILLA CORNELIUS (TOLEDO)
¿Una estancia en familia o con los amigos? Para unos y otros está pensada Villa Cornelius, una casa rural de estilo toscano que fue construida en 1799 para albergar un romance prohibido de la época. Seis habitaciones amplias y elegantes, con una decoración muy cuidada, que pueden acoger hasta 16 personas, un gran salón-comedor con varios ambientes y una gran chimenea exenta en torno a la cual reunirse, sala de juegos, cocina de línea moderna y un jardín que, en invierno, es un refugio para aprovechar el sol de mediodía. Situada a solo 10 kilómetros de Talavera y a una hora y media de Madrid, los paseos junto al Tajo, que pasa por la villa, permiten ver a multitud de aves en sus orillas.
HOTEL MASÍA DURBA (CASTELLÓN)
Cuando uno piensa en un refugio invernal piensa en el campo, en un entorno de naturaleza privilegiado y con todo el confort. La Masía Durba (masiadurba.com) reúne todo ello. Está en un enclave excepcional, una finca de 23 hectáreas cuajada de almendros y algarrobos entre los parques naturales de las sierras de Espadán y Calderona y a escasos metros del río Palancia. Una casa de campo del siglo XVIII, asentada sonre una antigua villa romana, que brinda el lujo de pasar unos días alejados de la ciudad. Entre sus habitaciones, elegantes, con acabados en maderas de teca, tamarindo o palisandro que se alternan con piedras naturales traídas desde oriente y muebles coloniales y antigüedades, las suites cuentan además con chimenea. La cocina de su restaurante, en torno al patio enclaustrado, con un toque de autor sin dejar de lado las recetas tradicionales de la tierra es un valor añadido.