SIURANA (TARRAGONA)
Encaramado en un peñón de piedra caliza y oteando un paisaje de valles y acantilados, este pequeño pueblecito del Priorat, en Tarragona, es por méritos propios, un pueblo que enamora por su emplazamiento, sus callejuelas de sabor medieval y sus puestas de sol. Pero es que además tiene un escenario de leyenda: el salto de la Reina Mora, su mirador más espectacular. Todos los caminos conducen a este risco desde donde saltó con su caballo blanco la hija del walí, la hermosa reina mora Abdelazia, que prefirió así acabar con su vida antes de verse sometida al ejército cristiano que sitiaba la fortaleza en 1153.
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RONDA (MÁLAGA)
Ronda es la ciudad más romántica de España, no hay una sola de sus calles antiguas, decoradas con señoriales palacios en los que aún hoy residen algunas de las más notables familias de la aristocracia andaluza, ni de sus esquinas ni de sus plazas que no tenga una leyenda o una historia de amor que narrar. La ciudad es, en realidad, dos ciudades bien diferentes: la Ciudad Vieja y la Ciudad Nueva, unidas por el puente del Tajo, por cuyos fondos descienden las aguas del río Guadalevín.
LA ALBUFERA DE VALENCIA
Allá donde el sol se funde con las aguas dulces de este lago, el más grande de agua dulce de España, surge uno de los paisajes mediterráneos más bellos que se pueden contemplar. Las aves acuáticas que viven en él marcan su sombra fugaz en este inmenso brillante que se puede descubrir a bordo de una embarcación típica de madera que navega a la manera tradicional guiada por un barquero.
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ARANJUEZ (MADRID)
A los reyes siempre les gustó pasar la primavera en Aranjuez acompañados por el rumor del Tajo crecido. Sobre una vega famosa por sus fresas y sus espárragos, el Real Sitio tiene un montón de maravillas naturales y artísticas, pero ninguna que haga sombra al Palacio Real. Para pasear de la mano están los jardines del Parterre, La Isla o el del Príncipe y para rematar el museo de Falúas –que guarda las elegantes barcas utilizadas por los reyes para solazarse en el río– y la casa del Labrador, el palacete de Carlos IV y María Luisa de Parma.
LAGOS DE COVADONGA (ASTURIAS)
Por encima de los 1000 metros de altura, en el Parque Nacional de los Picos de Europa, los lagos glaciares de Ercina y Enol regalan una imagen de postal perfecta para selfies en pareja, la del reflejo de las montañas en sus aguas cristalinas. Los que quieran deleitarse aún más con el paisaje, tendrán además que asomarse a los miradores del Rey o de Entrelagos.
MIRADOR DE SAN NICOLÁS (GRANADA)
Callejuelas estrechas, plazas abiertas a lindos miradores y cármenes perfumados salpican el barrio del Albaicín, en el que todavía se pueden ver restos de la muralla árabe o algún palacete islámico. El paseo por él debe llevar al más famoso de sus miradores, el de San Nicolás, a los pies de la iglesia y el aljibe que le da nombre. Es allí donde suben todos los que quieren quedar prendados de la Alhambra y Sierra Nevada.
JARDINES DE CAMELIAS (PONTEVEDRA)
En invierno, la camelia embellece los jardines gallegos, una época en la que son escasísimas otras flores. De pazo en pazo se puede trazar un recorrido por las Rías Baixas siguiendo la estela de esta sutil y delicada flor llegada de Oriente que reina en Galicia. El Pazo de Oca, en el valle del río Ulla (en la imagen); el Pazo de Rubianes, en Vilagarcía de Arousa; el de Ribadumia, en pleno valle del Salnés; el pazo de Lourizán, en Agrovello; el cuidado jardín del castillo medieval de Soutomaior, cuyo jardín está considerado el botánico más importante de Galicia; y en Vigo, el pazo de O Castro y el pazo-museo Quiñones de León o de Castrelos, una antigua fortaleza que abre sus puertas como museo de arte regional forman parte de la ruta.
BARRIO DE SANTA CRUZ (SEVILLA)
Las pasiones se desatan en este barrio sevillano de trazado árabe, el que fuera una de las más importantes juderías de España y el más romántico de Sevilla. Entre sus casonas y palacios surgen patios íntimos perfumados por flores de azahar y estrechas calles en los que los enamorados se han declarado y batido en duelo. Si hay un lugar en el que confesar el amor en la capital hispalense, sin duda, es este.
CASTILLO DE PÚBOL (GIRONA)
Detrás de la historia del pequeño castillo de Púbol hay una historia de amor, la de Dalí y Gala, pues este fue el regalo que el genial artista regaló a su amada como refugio y descanso y es precisamente aquí donde reposan sus restos. Se encuentra en el pueblo de La Pera, en el interior de la Costa Brava y es uno de los vértices del Triángulo Daliniano, junto con los museos de Figueres y Port Lligat. La visita al edificio, del siglo XI y que respira romanticismo por los cuatro costados, descubre el universo de esta pareja singular: las estancias privadas de la musa, la colección de trajes de alta costura que se guarda en el desván o las grandes esculturas de elefantes que decoran el jardín, de gusto afrancesado.
HUERTO DE CALIXTO Y MELIBEA (SALAMANCA)
Escondido en el casco histórico de Salamanca, este pequeño espacio ajardinado sobre la muralla y con unas bonitas vistas de las catedrales y de la ribera del Tormes no solo es un rincón tranquilo para refugiarse del trajín universitario, también es el lugar en el se cree Fernando de Rojas ubicó el lugar de encuentro de los protagonistas de La Celestina y escenario del trágico desenlace de la novela.
ATARDECER EN IBIZA
En Ibiza contemplar las puestas de sol es un acontecimiento que no porque ocurra cada día deja de ser inolvidable. Las playas de Compte son un excelente lugar para vivir ese instante mágico; un horizonte de aguas cristalinas salpicado de islas que el sol cubre con un manto de luz anaranjada frente a la grandiosidad del islote de Es Vedrà. También lo es Cala d’Hort, una playa arenosa bella y estrecha con vistas sobre la isla misteriosa que, a solo unos cientos de metros de la orilla, se erige sobre el mar que la rodea.
RINCÓN DE BESO DE IZNÁJAR (CÓRDOBA)
Campos de olivos y las aguas del mayor embalse de Andalucía rodean este pueblo ubicado en lo alto de un cerro y con su caserío reflejado en las aguas. Sus callejuelas empinadas acaban en miradores naturales abiertos al paisaje y estrechas plazas, como la que llaman el patio de las Comedias, un lugar para enamorados. Tiene una curiosa fuente, macetas colgadas de sus fachadas encaladas y un banquito perfumado por una buganvilla que han bautizado como el «Rincón del Beso» donde las parejas cumplen con su nombre.
PARQUE GÜELL (BARCELONA)
En el parque más famoso de Barcelona, Gaudí creó su obra más espectacular. Aquí plasmó su ingenio y su recreación artística de los mil caprichos de la naturaleza. En la lista de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, entre sus espacios emblemáticos no hay que perderse la escalinata del Dragón, la sala Hipóstila, el teatro griego, el pórtico de la Lavandera y los jardines de Austria. No hay mejor lugar para descubrir en pareja.
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MAUSOLEO DE LOS AMANTES (TERUEL)
Pocas veces una leyenda ha resultado ser tan inspiradora como la tragedia de los amantes de Teruel. La ciudad aragonesa la recuerda permanentemente en su iglesia de San Pedro, en cuyo claustro mudéjar reposan los restos de Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, protagonistas de la trágica historia, bajo las esculturas de alabastro de Juan de Ávalos. Pero, especialmente, cada mes de febrero, cuando viaja al siglo XIII para revivir aquel romance imposible con una fiesta conocida como Las Bodas de Isabel de Segura, que este año se celebra entre los dias 16 y el 19. La representación teatral del drama, el mercado medieval, la música, los desfiles de reyes y caballeros, las danzas y los bailes, las rondas por la muralla, las recepciones reales, los torneos…una fiesta que te enamorará.
VALLDEMOSSA Y LA CARTUJA (MALLORCA)
Un invierno pasaron Chopin y George Sand en Valldemossa, esa preciosa localidad de la sierra de la Tramontana mallorquina que no puede tener más encanto, con sus calles empedradas repletas de plantas, sus rincones, miradores y la Real Cartuja en la que residieron. Fue en el invierno de 1838 a 1939, cuando el pianista y compositor polaco y la novelista francesa se refugiaron en él huyendo de los prejuicios de que eras víctimas en París. Aquí él compuso algunas de sus obras memorables y ella encontró la inspiración para su libro Un invierno en Mallorca.
TEMPLO DE DEBOD (MADRID)
Este templo egiocio fascina por el espectáculo que brinda al atardecer, cuando sus muros milenarios se reflejan en el agua convirtiéndose en uno de los lugares más románticos de la ciudad. El templo dedicado a Amón llegó de las orillas del Nilo a las inmediaciones de la madrileña plaza de España, piedra a piedra, porque fue un regalo que el Gobierno egipcio hizo al español. En la maravilla arquitectónica de hace más de 2.000 años hoy se puede entrar para recorrer sus estancias y admirar los relieves en la capilla de Adijalamanial.
RINCÓN DEL BESO DE VEJER DE LA FRONTERA
En la costa gaditana, Vejer es un pueblo bonito, muy bonito y de lo más romántico, con su caserío de cal protegido por una muralla, su castillo en lo alto y sus estrechas y laberínticas calles. Se ven iglesias mudéjares, palacios, casas con patio y el arco de la Segur. Y tiene rincones con mucho encanto, como la Plazuela o la plaza de España, con sus terrazas al sol y un buen pescaíto frito en la mesa. El que buscan las parejas es el Rincón del Beso, en la calle Viña de la barriada de El Cerro, donde fotografiarse con una bella imagen del pueblo.
GARAJONAY (LA GOMERA)
A Garajonay le viene su nombre de los amores incomprendidos entre dos tiernos aborígenes, Gara y Jonay. Era, una hermosa joven y él, un guanche que cruzó el mar desde Tenerife en una piel de cabra hinchada. Se enamoraron locamente, pero la oposición familiar los llevó a refugiarse en estos bosques y, viéndose acorralados morir abrazados atravesados por una lanza. Una leyenda que invita a los enamorados a recorrer los senderos que recorren el profundo y umbrío bosque de laurisilva que encierra este parque nacional de La Gomera.
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PLAYA DE LAS CATEDRALES (LUGO)
Mágica, rotunda, desbordante, monumental. Así es esta playa de arena blanca y aguas límpidas, una de las más bonitas y románticas de Galicia. Las enormes rocas de formas caprichosas que se distribuyen por su arenal han creado una auténtica catedral natural al borde del mar que la fuerza del agua, el viento y la lluvia han modelado a su antojo. El mirador del acantilado, en un entorno de prados, ofrece la mejor vista de la playa, más apta para la contemplación que para tomar el sol y bañarse, porque hay un momento del día en que la playa desaparece por antojo de las mareas. En invierno, la visión es, si cabe, aún más sobrecogedora, cuando se observa cómo los chorros de espuma entran en las cuevas y salen despedidos por los arcos de la catedral.
PASEO DE SAN SATURIO (SORIA)
El paseo que discurre por la orilla del Duero hasta la ermita de San Saturio es el lugar machadiano por excelencia en Soria. Resulta fácil encontrar la inspiración caminando por esta ribera de álamos dorados entre las ruinas del monasterio templario de San Polo y San Saturio, donde los enamorados, hoy como ayer, graban sus iniciales en las cortezas de los árboles, aunque ahora también se juren amor eterno colgando un candado en la pasarela metálica que une las dos orillas del río. Aquí paseaba Machado con su amada Leonor (“¿No ves, Leonor, los álamos del río con sus ramajes yertos? Mira el Moncayo azul y blanco; dame tu mano y paseemos”) y aquí soñó algunos de sus poemas más memorables. Al final del paseo está la ermita, colgada sobre la peña que vigila el Duero desde las alturas. En el otro extremo de la senda espera San Juan de Duero, al pie del enigmático Monte de las Ánimas, donde Bécquer encontró argumento para algunas de sus leyendas.