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Historia, ‘shopping’ y tapas: un día a ritmo tranquilo en Plasencia

Con un casco histórico tan monumental como lleno de vida, la capital del Jerte es una de las ciudades más tentadoras de Extremadura


30 de enero de 2023 - 9:16 CET
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Se suele hablar de Plasencia en primavera cuando, como un milagro repentino, los campos que la circundan estallan en el famoso espectáculo de los cerezos en flor que tiene lugar en el Valle del Jerte. Pero esta ciudad de historia densa y belleza monumental es siempre un plan estupendo, incluso cuando aún queda tiempo para que este aromático manto blanco alcance a arropar los bancales.

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Con una posición privilegiada en plena Ruta de la Plata y a las puertas no sólo del valle de los cerezos sino también del Ambroz y La Vera, Plasencia es la encrucijada perfecta para explorar el norte de Extremadura. Esta ventaja estratégica es la que ha marcado su destino desde el año 1186, cuando fue fundada por Alfonso VIII bajo el lema Ut placeat Deo et homnibus (para que plazca a Dios y a los hombres).

 

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LA MAGIA DE LO ANTIGUO

Llamada por Unamuno 'la capital sin provincia', su solemnidad ha quedado impresa en la robusta muralla, levantada también por aquella época, de la que quedan 20 torres y cuatro puertas, entre las que destaca la del Sol, la más grandiosa y fotogénica.

También en casas señoriales como la de la de las Argollas, donde se casó Juana la Beltraneja, eterna rival de Isabel la Católica en su lucha por el reino de Castilla. Y en palacios como el de los Monroy, que tiene una portada gótica, o el de Mirabel, donde el año pasado se celebró otro matrimonio casi tan pomposo como el de antaño: el de Álvaro Falcó (la propiedad pertenece a su familia) e Isabelle Junot.

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Pero es sobre todo en las catedrales donde Plasencia exhibe su majestuosidad. Catedrales, sí, en plural, porque a falta de una, tiene dos: la vieja, románica, del siglo XIII; y la nueva, que comenzó a construirse a finales del siglo XV y quedó para siempre inconclusa, solapándose con la anterior.

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Y antiguo, aunque no romano, su famoso acueducto, también conocido como Los Arcos de San Antón, que en realidad se construyó en el siglo XVI, por el arquitecto Juan de Flandes. A sus pies, unos bonitos jardines y el parque infantil de tráfico más antiguo de España.

 

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DONDE TODO PASA

Cientos de tesoros, anécdotas, detalles que escapan al visitante de a pie, asaltan en un paseo por la Plasencia monumental que también podemos hacer de manera guiada a cargo de PlanVe (planvex.es), la guía de ocio, turismo y tiempo libre de Extremadura.

Sea cual sea el itinerario, siempre habrá una parada ineludible: la Plaza Mayor porticada, centro vital de la ciudad. Es aquí donde todo pasa, siempre bajo la atenta mirada del Abuelo Mayorga, el personaje más carismático. Lo encontramos aferrado a la torre del Ayuntamiento, pendiente de dar las horas con un toque de campana como una especie de Cronos peculiar.

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Pero a la Plaza Mayor se viene sobre todo a tapear, el deporte estrella de la localidad. Famoso es su ambiente a la hora del aperitivo y también a la caída de la tarde. ¿Algún clásico? El Español (restaurantebarespañol.com), donde no hay que perderse la paloma (ensaladilla rusa en corteza) y La Pitarra del Gordo (lapitarradelgordo.es), con el delicioso pincho de morcilla patatera.

Para quienes prefieran comer sentados, una buena opción cerca del centro es Los Monges (restaurantelosmonges.com), de innovadora cocina extremeña, y La Parada de la Reina (paradadelareina.es), que empezó siendo el bar de la estación de autobuses y hoy es uno de los templos gastronómicos.

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UN BAÑO DE MODERNIDAD

Pero ocurre que Plasencia también ofrece un rostro que se aleja de la tradición histórica: el de sus fabulosos murales de arte urbano, una disciplina que ha dado artistas como Misterpiro (Andrés Sánchez-Ocaña) o Brea (Jesús Mateo) que se cuentan, sin exageración, entre los mejores del mundo. Hasta 24 obras de street art salpican los rincones de la ciudad en otra de las rutas que tiene al color, esta vez, como hilo conductor.

Y ello por no hablar de la arquitectura contemporánea, que alcanza su máxima expresión en el Palacio de Congresos, toda una virguería de edificio que, entre los numerosos premios cosechados, destaca la nominación finalista al prestigioso Mies van der Rohe.

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COMPRAR Y ALTERNAR

Plasencia ha sido y es una ciudad de comerciantes, como ya retrató Joaquín Sorolla en su maravillosa obra El Mercado, de la serie Visiones de España. Por eso no es mala idea dedicarle un tiempo a la búsqueda de bonitos recuerdos. Algunos, claro, tienen que ver con el estómago, como los que encontramos en Plasencia Sabores Gourmet (plasenciasabores.com) en la casa más bonita de la Plaza Mayor.

Otros, más sofisticados, son las prendas, joyas y accesorios de De Manuela (demanuela.com), una diseñadora extremeña con mucho que decir en la moda. Y completamente imprescindible es curiosear (y dejarse tentar) en La Puerta de Tannhäuser (puertadetannhauser.es), la fabulosa librería que ha revolucionado el panorama literario de Cáceres. 

 

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Y PARA ALOJARNOS

Con tanta actividad urbana (dejamos la Plasencia verde para otra ocasión) el descanso se encontrará en el Hotel Palacio Carvajal Girón (palaciocarvajalgiron.com), en un antiguo Palacio renacentista declarado Bien de Interés Cultural, o en el siempre reconfortante Parador (paradores.es/es/parador-de-plasencia), en el convento de Santo Domingo, que se cuenta entre los más bonitos de la red.