Talleres artesanales, pequeñas boutiques, trattorías rústicas, mercados de los de toda la vida. Basta con cruzar el Ponte Vecchio de Florencia para dar con un mundo donde el día a día discurre ajeno al ajetreo turístico, anclado en su hermosa cotidianeidad. Es el barrio de Oltrarno, la cara más tradicional de la ciudad que llegó a abrumar al mismo Stendhal.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
La capital de La Toscana, bien es cierto, será siempre Miguel Ángel, Leonardo, Botticelli, Donatello y Brunelleschi. Pero también las callejuelas olvidadas que descansan al otro lado del río Arno, que es lo que realmente indica el nombre de este distrito. Un pintoresco y enigmático entramado que permite entrar en otra dimensión, mucho más tranquila y silenciosa, sin dejar por ello de ser todo un paradigma del arte.
NOSTALGIA MEDIEVAL
Oltrarno es el barrio donde los artesanos transmiten su sabiduría de generación en generación. El rincón donde carpinteros, orfebres, curtidores, zapateros, lutieres, encuadernadores… dejan traslucir su trabajo a través de los cristales de unos talleres con el suelo cubierto de serrín y el golpeteo como banda sonora. Puede que los gremios medievales hayan desaparecido del mundo, pero Florencia mantiene su nostalgia a apenas unos pasos del Duomo.
Y resulta que, además, sus obras merecen la pena. Es aquí donde nacieron los impecables zapatos a medida de Stefano Bemer, que han seducido a figuras de la talla de Julio Iglesias, Andy García y Daniel Day-Lewis, quien hasta quiso aprender los secretos de su elaboración manual refugiándose unos meses en el mismo taller para huir por un tiempo del star-system.
Y es también aquí, dentro de un palazzo renacentista, donde aún hoy se continúa dando forma a las famosas joyas de Alessandro Dari, algunas de las cuales se exponen en el Museo de la Plata del Palacio Pitti y el Museo de la Catedral de Fiesole.
AIRE PURO
En Oltrarno, o más bien en las áreas adyacentes (los límites de los barrios siempre se desdibujan) se yergue el famoso Palazzo Pitti, donde se instalaron los Medici en 1540 para ampliar considerablemente sus instalaciones y darle su impronta característica. Hoy este imponente edificio con la fachada de piedra tallada alberga diversos museos con auténticas obras maestras.
Uno de sus patios exteriores conecta con la que está considerada una visita imprescindible: el enorme y laberíntico Giardino di Boboli, donde dar respiro al congestionado centro. En sus 45 hectáreas se concentra toda la vegetación de la ciudad, dispuesta con tanta elegancia que se concibe como un tesoro de la arquitectura paisajística. Lo mejor, claro, es descubrirlo en primavera: es entonces cuando el estanque al que conduce el Camino de los Cipreses desprende un maravilloso aroma a limón.
Menos concurrido es el Giardino Torrigiani, una especie de jardín secreto, oculto detrás de las modestas fachadas de Via Serragli. Sin embargo, quienes se aventuren a explorarlo se sorprenderán con el espacio verde de propiedad privada más grande de Europa situado en un centro histórico. Puede que el título no diga mucho, pero sí su belleza: especies arbóreas poco comunes, fuentes con un rumor constante, rincones al estilo inglés…
IGLESIAS, POR SUPUESTO
Como en toda Florencia, también en este barrio los templos alcanzan insospechadas cotas artísticas. La Basílica de Santo Spirito, sin ir más lejos, esconde tras su sencilla fachada uno de los últimos y mejores trabajos de Brunelleschi, así como un crucifijo de madera atribuido a Miguel Ángel y una pintura de Filippino Lippi.
Luego está la Capella Brancacci, una capilla diminuta anexa a la Basílica de Santa María del Carmine que alberga, ahí es nada, uno de los grandes tesoros del Renacimiento: el ciclo de frescos realizados por Masolino y Masaccio, con los que asistir a la evolución de la pintura a lo largo de casi un siglo. Hay que reservar con antelación puesto que su relevancia atrae a muchos turistas… y las visitas son limitadas.
Italia al natural, porque la belleza no solo está en sus ciudades
COMER CON ALTO PRESUPUESTO
También Oltrarno tiene en el apartado gastronómico uno de sus puntos fuertes, con un puñado de trattorias que invitan a cruzar el río. Entre ellas, Borgo San Jacopo (lungarnocollection.com/it/borgo-san-jacopo, en la imagen) que, además de por su Estrella Michelin, destaca por su incomparable posición en la ribera, con las mejores vistas sobre el Arno. Igual de encantador es Il Santo Bevitore (ilsantobevitore.com), que se define más bien como un bistró para una romántica cena con velas.
O COMER CON CON BAJO PRESUPUESTO
Pero no olvidemos que este barrio es la sede alternativa de la ciudad, exponente de un carácter desenfadado alimentado por los estudiantes. Esto quiere decir que, además de grandes templos culinarios, también aquí se puede comer muy rico con un presupuesto ajustado. ¿Una muestra? Sabatino (trattoriasabatino.it), experto en cucina casalinga, que es la comida casera.
Bohemios también resultan sus cafés, que a menudo funcionan como galerías de arte y espacios donde se apuesta por actos culturales gratuitos que van desde las clases de tango al teatro experimental. La librería-café La Cité (lacitelibreria.info) y el Caffè degli Artigiani (caffedegliartigiani.wordpress.com) vienen a confirmar esta capacidad de Oltrarno para conquistar a propios y extraños.