Entre valles y montañas se extiende la comarca vizcaína más grande, diversa y desconocida: Las Encartaciones. Con un pasado ligado a la minería y a la industria, la recorren, entre otros, los ríos Carranza y Cadagua, motores de esa industria y vías para transportar los minerales de la zona. Las carreteras serpentean por los pliegues descubriendo también las grandiosas casas de indianos que dieron identidad a estas tierras.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
La primera huella del movimiento indiano la encontramos en Gordexola, un pueblo al sur de la comarca salpicado de caseríos y mansiones que cuentan la historia de los jóvenes emigrantes que, en el siglo XIX, cruzaban el Atlántico rumbo a las Américas para amasar fortuna. La casa del conde de Aresti, Villa José o el ayuntamiento, ocupando el que fuera hogar de José Arechabala, creador del ron Habana Club, son algunas de las más llamativas.
No muy lejos, el puente medieval sobre el río Cadagua abre paso a Balmaseda. Fundada en 1199, fue la primera villa de Vizcaya y un importante núcleo comercial debido a su situación estratégica. Tras dos siglos de crisis, esta recuperó su esplendor con la apertura de fábricas como La Encartada, dedicada a elaborar boinas.
La ruta continúa en la ferrería El Pobal, clausurada en 1965 y abierta como museo en 2004. El hecho de que cerrara más tarde que otras ha ayudado a mantener su maquinaria intacta. La ferrería estaba vinculada a la familia Salazar, uno de los linajes medievales que dominaban la comarca desde el cercano castillo de Muñatones, el mejor conservado en Vizcaya e inspiración de Torre Loizaga, la fascinante fortaleza medieval que alberga la mayor colección de Rolls Royce del mundo.
A medida que nos acercamos al valle de Carranza por la bi-630, debemos sortear otro valle, el de Villaverde, que curiosamente forma parte de Cantabria. Los indianos también tuvieron presencia aquí, dejando muestras de sus riquezas en Biañez, uno de los 49 barrios que componen Carranza, importante por guardar el mejor secreto de la comarca, su iglesia. En ella, un retablo de madera ocultó durante años un fresco renacentista pintado en la pared frontal. También con la herencia de un indiano se levantó la casa Karpin, en medio de una enorme finca, y que ahora funciona como centro de acogida y recuperación de animales.
A pocos minutos en coche, el barrio de Concha destaca por su conjunto de casas indianas, de las cuales dos son patrimonio histórico, que lucen vistosas galerías. La bi-3622 lleva hasta Lanestosa, el municipio más pequeño de Vizcaya y también el más alejado, cuyo casco histórico conserva la misma estructura que tenía en el siglo XIII, cuando ya era villa.
En los valles occidentales los paisajes se vuelven más majestuosos, con bosques y cumbres kársticas, como la Torca del Carlista, la cavidad más grande de Europa, y la Cueva de Pozalagua, dueña de una de las mayores concentraciones de estalactitas excéntricas del mundo. Frente a la cueva, un mirador se asoma al paisaje custodiado por el Parque Natural de Armañón y los montes de Ordunte.
No dejes de...
Ascender al monte Kolitza. Su pico ofrece impresionantes panorámicas a 879 metros de altitud y está coronado por la ermita románica de San Sebastián y San Roque. El lugar funcionó durante siglos como monte bocinero debido al alcance de sus vistas. Desde la cima se convocaban juntas mediante toques de corneta o prendiendo una hoguera. Para llegar a la cumbre es recomendable seguir la ruta tradicional que recorre un hermoso camino de coníferas.
Guía práctica
Guía práctica