Es a la apisonadora de la gentrificación, es decir, a la ocupación de una zona degradada por parte de una clase joven y creativa, a la que se debe el renacer de Kreuzberg, el que para muchos es el barrio más vivo y original de Berlín. Lo que se conoce como el distrito turco ha dejado de ser un conglomerado de calles marginales para llenarse de espacios en los que caben todas las manifestaciones del arte y asistir a nuevas formas de convivencia donde antes enmohecían los tugurios.
¿Vas a viajar a Berlín? Esta información práctica te ayudará
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Pero ojo, que Kreuzberg (a diferencia de lo que ocurre en otros casos) no ha perdido su autenticidad. Y no solo porque la comunidad inmigrante ha reforzado la sensación de tratarse de una pequeña Estambul, sino también porque los nuevos vecinos le han dado un soplo de alegría. El resultado es un lugar colorido, desenfadado y nada convencional. Un sector de la ciudad empeñado en que el desaliño también puede ser elegante.
Artistas, hippies, bohemios, punks, ecologistas, pacifistas… conforman la llamada Mezcla Kreuzbergiana (Kreuzberger Mischung en alemán) que distingue a este barrio antaño emplazado en el eje occidental. Y es en esta escena heterogénea y desprejuiciada, en estas calles coloreadas por el street art, donde el alterne adopta su máxima expresión. Emprendemos un tour gastro-callejero para salir a beber y picar algo como lo hacen los propios berlineses.
PATATAS FRITAS… Y MÁS
Que un local enarbole el lema Best Bad Food in Town (la mejor comida mala de la ciudad) no resulta, precisamente, apetecible. Sin embargo, Goldies (goldies-berlin.de), que no admite reserva, está de gente hasta los topes en cualquier momento del día. Y eso que su fórmula no puede ser más sencilla: patatas y pollo frito, eso sí, de una calidad exquisita y con acompañamientos tan sugerentes como, por ejemplo, la trufa. Por ello y por su ambiente distendido es uno de los must de Kreuzberg para un picoteo informal.
Más sofisticado es 7 Mares (7mares.de), una pequeña vinoteca portuguesa donde sentarse a descubrir los ricos caldos lusos (tienen de todas las regiones, desde Alentejo hasta Azores) acompañados de algunos pinchos sencillos pero deliciosos.
Y para quienes sean más de la bebida rubia está el acogedor Hopfenreich (hopfenreich.de), en el corazón del barrio, con más de 20 tipos de cerveza artesanal y de grifo.
BOCADOS PROPIOS Y AJENOS
En esta ruta alternativa, no puede faltar el schnitzel tan típicamente alemán (o, mejor dicho, austriaco). Para quien no lo sepa, es una suerte de escalope, es decir, un filete empanado de los de toda la vida. En Scheers Schnizel (scheers-schnitzel.de) presumen de ofrecer el mejor de la ciudad, tanto por su carne de calidad como por sus deliciosas salsas caseras, entre las que triunfan la de barbacoa y (atención) la andaluza.
Muy típica también es la currywurst (o salchicha con curry) que sirven en Curry 36 (Mehringdamm, 36), un legendario restaurante de comida rápida, famoso por ser el lugar donde se dan cita los trasnochadores que vuelven de regreso a casa y los taxistas que emprenden su jornada a primera hora de la mañana.
Y, POR SUPUESTO, UN MERCADO
Claro, como en todo barrio moderno que se precie. Un mercado gastronómico como Marheineke Markthalle (meine-markthalle.de) donde, en una superficie de 3.000 m², se despliega todo un catálogo de carne, queso, leche, pan, pescado, zumos, frutas, verduras y flores, además de los platos preparados que se pueden degustar en los puestos, donde se ofrecen productos ecológicos y delicias internacionales.
Con su estética industrial, este mercado centenario es a Kreuzberg lo que la Torre de Televisión es a Alexanderplatz: todo un símbolo cuya función trasciende el apartado gastronómico para alcanzar una dimensión cultural. No hay semana en la que no se organicen eventos temáticos, exposiciones de arte y conciertos en vivo.