Su nombre en latín es Chamaerops humilis, pero en el Garraf, a media hora en coche al sur de Barcelona, todo el mundo lo conoce por el nombre de margalló o palmito. Como los viñedos y los muros de piedra seca, la única palmera autóctona de Europa es emblema de esta comarca y pone una nota de color permanente en los roquedales calcáreos del Parque Natural del Garraf, un espacio protegido con más de 12.000 hectáreas entre las cumbres y el Mediterráneo.
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Solo seis poblaciones integran la comarca, y de ellas, dos son ciudades de cultura junto al mar: Vilanova i La Geltrú, la capital, y Sitges, bandera de la tolerancia, que tiene la iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla y sus museos como emblema. Mientras que Olivella o Canyelles miran al macizo del Garraf. Ese es su gran valor, que, en apenas unos minutos, se puede pasar de estar nadando en la playa de la Fragata o de la Ribera de Sitges, a disfrutar de la montaña. Y, a la vez, degustar su riqueza gastronómica gracias a la Ruta del Xató, a la que da nombre el plato local más famoso.
Con semejante presentación, las posibilidades para embarcarse en todo tipo de aventuras son numerosas, como los recorridos senderistas o en bicicleta de montaña por el parque natural, entre los que se encuentra el que lleva a la cima de la Morella, el techo del macizo (593 metros), por el Sendero del Mediterráneo (GR-92), que atraviesa el corazón del Garraf. Puerta de entrada al espacio protegido, la recoleta población de Olivella, además de ser un buen campamento base, depara otras sorpresas, como el monasterio Sakya Tashi Ling, en la urbanización Plana Novella, que, desde 1996, acoge una comunidad budista. La certeza de que no estamos en el Tíbet la desvelan las formas modernistas del Palau Novella (1890).
El día en esta localidad se cierra en el Observatorio Astronómico del Garraf, una atalaya única donde vivir una velada astronómica en un lugar sin contaminación lumínica. Una vez descubierto el rostro montaraz de la comarca, hay que hacer una refrescante inmersión para conocer su ADN mediterráneo. Durante media jornada, o todo el día, se puede remar en kayak hacia playas tan deliciosas como la Llarga de Cubelles o la cala de l’Home Mort, en Sitges, o contemplar los acantilados del Garraf. Otra opción es embarcarse en el Moll de Ponent de Vilanova i la Geltrú para conocer el litoral a bordo de un catamarán.
La última de las sorpresas que depara esta pequeña comarca barcelonesa es la popular playa de Garraf, a un paso de la población homónima. Antes de acceder al arenal, conduciendo por la C-31 desde Castelldefels, se observa la singular estampa de las Bodegas Güell, un capricho encargado en 1882 por el industrial y mecenas Eusebi Güell a un joven Antoni Gaudí. No será la única atracción de la playa, también lo son Les Casetes, las 33 casitas de baño de estilo art déco , construidas en los años 20 del siglo pasado en madera y pintadas de blanco y verde. Mientras, en los cercanos roquedales que lamen el mar, luce el humilde palmito, bandera del Garraf.
No dejes de...
Conducir por la carretera del vino. La malvasía es una de las joyas gastronómicas del Garraf, una variedad de uva que se cultiva en esta zona desde el año 1300. Con ella se elabora un vino con toques frutales que es único en el mundo por la singularidad del dorado néctar y su vendimia tardía. Para catarlo sin prisas y descubrir a la vez la belleza del territorio, hay que ponerse al volante y seguir este recorrido de 40 kilómetros que comienza en Sitges y se extiende por cellers (bodegas) de poblaciones como Sant Pere de Ribes (en la imagen) y Canyelles (lacarreteradelvi.com).
Guía práctica
Guía práctica