Más allá de París, del valle del Loira y de la Costa Azul, un país tan variado y extenso esconde enclaves que no son tan conocidos a este lado de la frontera, pero igualmente bellísimos. Espacios naturales, pueblos donde el tiempo se detuvo, localidades que parece haber sido sacadas de la paleta de un pintor colorista... Quizás de alguno sí, pero estamos seguros de que, de muchos, no habréis oído hablar. Porque a veces nos quedamos en lo más evidente y nos dejamos por el camino lugares por descubrir, esta vez te los vamos a desvelar, para que te empapes de auténtico sabor francés.
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NANCY
La naturaleza que imita el estilo Art Noveau se ha apoderado de esta bonita ciudad del este de Francia rica en patrimonio que tiene uno de sus mejores testimonios en la plaza Stanilslas, de las más bellas de Europa. Por algo el triángulo que forma junto a las de la Carrière y la de Alliance ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Monumentales son también el edificio del ayuntamiento, la Ópera o el Museo de Bellas Artes y un paseo merecen las calles St. Jean y St. Georges y las casas modernistas de Le Parc de Saurupt que recuerdan a Gaudí.
JARDINES FLOTANTES DE HORTILLONNAGES
A Amiens se la conoce por tener una de las catedrales góticas más destacadas del país, pero pocos saben que también es la Venecia verde, pues el agua fluye en ella por canales escoltados a un lado y a otro por pequeñas islas que son jardines flotantes. En una de las barcas eléctricas que navegan entre abril y octubre se recorren sus 65 kilómetros entre islitas rebosantes de flores y puentes que enlazan unas con otras. Es la prueba de la íntima relación entre el hombre y la naturaleza en esta pequeña ciudad del norte de Francia a orillas del río Somme.
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PUEBLOS DEL LUBERON
En mitad de la Provenza, al sur de Francia, Luberon es un territorio salpicado de pequeños y preciosos pueblos construidos durante la Edad Media que no pueden tener más encanto y que se van descubriendo en un roadtrip por este macizo montañoso. Calles estrechas, plazuelas, fuentes, capillas, molinos y alrededor un paisaje de olivos, viñedos y bosques son el denominador común de estas localidades, algunas de las cuales figuran entre las más bellas de Francia. Si Ansouis tiene el castillo más bonito del entorno; Gordes (en la imagen) sobresale por estar colgado en la montaña, Lourmarin, por sus antiguas fachadas y galerías de arte; Ménerbes por sus palacios, y Roussillon por estar encaramado en lo alto de un acantilado de ocre.
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TROYES
La razón de que esta bonita ciudad de Champagne a orillas del río Sena, en el departamento de Aube, con casas con entramado de madera, tejados de castaño y curiosos aleros sea conocida como la villa de los mil colores se lo debe a la belleza de las vidrieras de una decena de iglesias. Sus plazas, la catedral, sus palacios convertidos en museos –como el de arte moderno, que ocupa el palacio episcopal– o sus antiguas fábricas de ladrillo rojo embellecen aún más Troyes.
PIC DU MIDI
En la parte central de la vertiente norte de los Pirineos se distingue un pico prominente con dos alicientes sobre el resto de las cumbres y cimas de la región de Midi-Pyrennes. Uno de ellos es que no hace falta ser un experimento montañero para alcanzar su cumbre, ya que un teleférico deja en lo más alto sin esfuerzo alguno. El segundo es que, por su situación, regala unas vistas de 360º de este lado de la cordillera, ya que se alcanzan a ver más de 300 kilómetros a la redonda. Dos tentaciones más en el entorno son la vieja ciudad termal de Bagnères-de-Bigorre y las grutas de Médous, en Asté.
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ISLA DE AIX
Un breve trayecto en ferri desde Fouras lleva hasta esta escueta isla del estuario del río Charente en la que Napoleón se instaló antes de exiliarse definitivamente en la de Santa Elena. Cuando se cruzan sus imponentes murallas defensivas se descubre lo que encierra este pequeño y delicioso enclave de la costa atlántica francesa de apenas 3 kilómetros de largo y 200 habitantes que vive del marisqueo. A pie o en bicicleta resulta encantador su coqueto conjunto de casas bajas conocido como Le Bourg adornadas de vistosas flores y el Sendero de los Aduaneros, que pasa por las playas y faros y da la vuelta a la isla.
LA COSTA VERMEILLE
Colliure es la puerta de entrada a la quebrada costa Vermeille, que dicen lleva ese nombre después de que Matisse la pintara de ese color. Se trata de una villa antigua, con su castillo levantado por los templarios, el viejo puerto y el pintoresco barrio de Mouré, de casas blancas con balcones floridos y callejuelas empedradas, que enamoró por su luz y su color a muchos otros artistas importantes del arte del siglo XX: Derain, Juan Gris, Picasso. Y en la que también murió Machado. Siguiendo la costa más hermosa del Languedoc se descubren otros bonitos lugares como Argelès-sur-Mer, al norte, y Port-Vendres, Banyuls-sur-Mer y Cerbère, al sur.
LOCRONAN
No puede ser más fotogénica esta localidad de la Bretaña francesa que parece sacada de un decorado de cine, por algo ha sido escenario de películas y forma parte de 'Los pueblos más bonitos de Francia'. Admirando sus casas y sus calles de piedra, Locronan parece vivir en un letargo medieval. De la prosperidad de su comercio textil da testimonio la Grand Place, en la que se levantan elegantes casas que fueron propiedad de nobles y ricos mercaderes. La iglesia de Saint-Ronan, con sus gárgolas y torres coronadas con cigüeñas, además de una obra maestra del arte flamígero, es la joya artística de Locronan.
LA GARGANTA DEL VERDON
En el límite entre la Riviera Francesa y la Alta Provenza, el río Verdon ha tallado un profundo desfiladero que rasga el paisaje y ha dado lugar a uno de los cañones más espectaculares de Europa. Sus 25 kilómetros son un paraíso natural para disfrutar del senderismo, la escalada, descender por sus aguas en canoa y, por supuesto, contemplar desde las alturas.
GARGANTA DE KAKOUETTA
En la vertiente pirenaica francesa el agua ha tallado un angosto desfiladero de piedra recorrido por el río Uhaitza por donde la luz apenas logra abrirse paso. Localizado en la región del País de Soule, es uno de los rincones más salvajes de la cordillera. Desde Sainte-Engrâce, un bonito pueblo en el que en otro tiempo se detenían los peregrinos medievales, se inicia un agradable paseo que conduce hasta la garganta de roca y discurre por senderos, escaleras recortadas en la roca y puentes colgantes sobre el río.
CALANQUES
Contemplados desde las alturas, los escarpados acantilados de los 20 kilómetros de costa que discurren entre Cassis y Marsella parecen irreales. La roca caliza contrasta con el azul turquesa de unas aguas que llevan siglos batiéndose contra ella creando uno de los paisajes naturales más abruptos y espectaculares del Mediterráneo. Para una primera aproximación se puede recorrer la calanque de Port Miou, la más larga, que no tiene playa, pero el paisaje es una delicia, y darse después un baño en la de Port-Pin.
EL PAISAJE VOLCÁNICO DE AUVERNIA
La ciudad de Clermont-Ferrand, en la región de Auvernia-Ródano-Alpes, es el punto de partida para recorrer el Parque Natural de los Volcanes, el más grande del país y coronado por el Puy de Dôme, que se eleva a 1465 metros de altitud. A pie o en tren cremallera se llega hasta su cima donde está el interactivo Templo de Mercurio y un observatorio meteorológico que anima a hacer rutas senderistas. Desde arriba se contempla una espectacular vista de la Chaine des Puys, la cadena montañosa de 40 kilómetros salpicada por conos volcánicos extintos e increíbles lagos surgidos en los cráteres. Un paisaje asombroso que sobrevuelan parapentes, alas delta y globos aerostáticos. También aquí se levanta el volcán Plomb du Cantal, el más grande de Europa, y Le Puy en Velay, a cuya cima se puede subir mediante un funicular. Quien quiera sumergirse todavía más y de modo más lúdico en el mundo de los volcanes está Vulcania, el único parque europeo dedicado a este fenómeno de la naturaleza.