ENERO
Morella huele a trufa
En los primeros meses del año en Morella solo se habla de una cosa: de la tuber melanosporum, el mayor tesoro de estas tierras. En honor de este diamante negro de aroma especial y sabor extraordinario que se recolecta en invierno se organizan entre enero y marzo las Jornadas Gastronómicas de la Trufa, donde se pueden probar en menús especiales que preparan restaurantes de esta localidad castellonense y de la comarca de Els Ports. Antes o después de entregarse a su degustación, abrigados se recorren las calles de uno de los pueblos más bonitos de la Comunidad Valenciana, rodeado por una muralla de 2,5 kilómetros y coronado por una fortaleza. Si nieva, la estampa será para no olvidar.
FEBRERO
Escapada a Icod de los Vinos
El premio al Pueblo Mágico 2023 le han convertido en el destino de moda en la isla. Y huyendo del frío invernal de la península, Tenerife es una escapada perfecta para febrero. A esta localidad rodeada de fértiles y empinadas laderas hay que llegar para dos cosas: para conocer su famoso drago, el árbol más viejo de esta especie del archipiélago, icono de Canarias, y también para probar los excelentes vinos elaborados en sus bodegas. Icod de los Vinos también conserva un rico patrimonio artístico y la cueva del Viento –uno de los tubos volcánicos más grandes del mundo–. El viaje puede dar también para conocer otros lugares próximos, como el pueblo de Garachico, el barranco de Masca o los acantilados de los Gigantes.
MARZO
Zahara de la sierra y los pueblos blancos de Cádiz
Cádiz rebosa de pueblos bonitos, y en marzo, cualquiera de los que se reparten por ese espacio protegido que es la sierra de Grazalema, Reserva de la Biosfera por la Unesco, resulta perfecto para una escapada rural. Empezando por el que da nombre a la sierra, El Bosque, rodeado de bosques y manantiales, Ubrique y, sobre todo, Zahara de la Sierra (en la imagen), que cautiva por su caserío blanco apiñado en torno a un castillo y a sus pies, el embalse de El Gastor, o su pinsapar.
ABRIL
Valle de Caderechas, el Jerte de Burgos
Ya es primavera y en el norte de Burgos hay un valle que hace las delicias de quienes buscan destinos en la naturaleza alejados de los caminos habituales. Son pocos los que conocen el valle de Caderechas y no saben lo que se pierden, porque su microclima favorece un extenso cultivo de cerezos que, cuando florecen, es como un pequeño valle del Jerte. Una joya escondida a la que se accede desde Hozabejas, Salas de Bureba o Terminón, poco antes de llegar a Oña. La escapada debe incluir también esta villa histórica de Las Merindades, cuyas murallas medievales protegen su gran monumento: el Real Monasterio de San Salvador de Oña, primer panteón real de Castilla.
MAYO
Unos días junto al mar en Jávea
Pasar unos días sin apartar la mirada del mar. ¿A quién no le apetece una escapada rural así? En Jávea, todo se centra en él: descubrir su bonita cala de la Granadella, sentarse en sus chiringuitos, pasear por su casco antiguo y el barrio marinero o hacer la ruta de los miradores viendo como las montañas se zambullen en el Mediterráneo entre el macizo del Montgó hasta el cabo de la Nao. Para rematar con el mejor sabor de boca hay que pasarse por el Mercado Municipal y sentarse en alguno de sus restaurantes más reconocidos, como Embruix (embruix.es), Tula (tularestaurante.com) o Tosca.
JUNIO
Mundaka y la Reserva de Urdaibai
Asomado al mar, Mundaka es un pueblo precioso de callejuelas estrechas, casonas históricas, miradores y un pequeño y encantador puerto pesquero que, en época estival, se anima gracias a sus playas y a los bares donde vecinos y veraneantes se entregan al txikiteo. Mundaka se encuentra en una privilegiada porción del Cantábrico que es Urdaibai, un entorno de extraordinaria diversidad paisajística y ecológica Reserva de la Biosfera de la Unesco, además de Patrimonio de la Humanidad. Las playas de Laida, la de Laga -paraíso de surferos-, el cabo Ogoño, los pueblos de Bermeo y Elantxobe, la ermita de San Juan de Gaztelugatxe, todo ello queda ahí al lado.
JULIO
La Vera y sus gargantas
Al sur de la Sierra de Gredos queda la comarca cacereña de La Vera, con una naturaleza desbordante para hacer rutas, bonitos pueblos de rica arquitectura popular –Cuacos de Yuste, Garganta la Olla…– y una rica gastronomía. Pero en verano, aunque se disfruta de todo ello, lo que más apetece es bañarse en sus charcos naturales. Hay más de 46 gargantas de aguas cristalinas en este entorno, que rebosan después del deshielo de las cumbres de la sierra de Tormantos. La garganta Jaranda, en Jarandilla de la Vera, o El Trabuquete, de Guijo de Santa Bárbara, son algunas de las más bellas.
AGOSTO
Riaño y las montañas de la cordillera cantábrica
En agosto, con días largos y temperaturas agradables apetecen las rutas por la montaña como las que brinda el Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre, antesala de los Picos de Europa. La subida al pico Gilbo, desde el pueblo de Riaño, el valle de Anciles, el puerto de Horcajadas o los senderos que se adentran por el hermoso valle de Valdeburón, las tierras altas del Esla, pueden ser buenas ideas para disfrutar de la naturaleza y el senderismo.
SEPTIEMBRE
Escapada al Somontano
Catar, catar y catar… En Somontano si quieres, no acabas, porque más de una treintena de bodegas diseminadas por esta comarca prepirenaica invitan a disfrutar de esta experiencia. En tiempo de vendimia también es buen momento para hacer recorridos por los viñedos, talleres o probar menús de maridaje que dejan bien claro que aquí, si de algo saben, es de vino. De capital de la comarca del Somontano ejerce la villa medieval de Alquézar, rodeada por el cañón del río Vero –que se recorre por unas pasarelas metálicas colgadas en sus paredes verticales– y con la colegiata de Santa María la Mayor en lo alto. Los cañones de la sierra de Guara están ahí, para los amantes de los deportes de aventura.
OCTUBRE
La fiesta de la Rosa del Azafrán de Consuegra
En Consuegra hay un ritual que se repite cada mes de octubre y ha dado lugar a una fiesta muy especial, dedicada a una de las grandes riquezas de esta localidad manchega: el azafrán. Durante esos días se puede asistir a la recogida de la flor, a concursos de monda, a la molienda y acabar probando alguna de las especialidades de la cocina popular elaboradas con este «oro rojo». Entre actividad y actividad hay que disfrutar de este pueblo toledano cuya silueta dibujan un castillo y un conjunto de molinos en lo alto del cerro de la Muela que recuerdan la famosa batalla de don Quijote.
NOVIEMBRE
Parque Natural del Montseny
A un poco más de una hora de Barcelona, senderistas y cazadores de boletus se pierden en otoño por el Montseny para disfrutar de las caminatas que brinda este reino del agua – de aquí sale el 80% del que se embotella en la región– teñido de una variada paleta de colores. Castillos, senderos, miradores, centenarios hayedos y hasta 900 fuentes se van descubriendo por los rincones del macizo más alto de la cordillera prelitoral catalana. Repartido por las comarcas de Osona, La Selva y el Vallès Oriental, entre los lugares que no puedes perderte están el salto de Gualba, la ruta a la falda del Tuó de l’Home –la cima del Montseny–, la que lleva al valle de Santa Fe y al nacimiento del río Tordera, a la fuente de Pasavets o al castillo de Montsoriu.
DICIEMBRE
Puebla de Sanabria, un pueblo muy navideño
Cualquier momento es bueno para visitar esta villa medieval zamorana, porque cuando no son las fiestas de Nuestra Señora del Azogue son las de Nuestra Señora de la Victoria o si no los planes por la naturaleza de Sanabria o unas jornadas gastronómicas, pero en Navidad, cuando se llena de luz, es la escapada perfecta. Finalista en el concurso Pueblo de la Navidad de Ferrero Rocher, en diciembre sus calles, sus casonas de piedra, la plaza mayor o el castillo se adornan con una preciosa iluminación navideña. También son numerosas las actividades programadas para los últimos días del año y primeros del nuevo: conciertos, folclore, la tradicional San Silvestre, los castillos hinchables o la tradicional cabalgata de Reyes Magos.