Cada doce horas y 24 minutos, el mar se separa de los acantilados de la Mariña lucense y abre un efímero pasillo de arena por el que uno camina sintiéndose diminuto. A un lado, el fiero Cantábrico; al otro, criptas húmedas, bóvedas y arcos ojivales que las olas han tallado en los cantiles de pizarra y esquisto, y que le han valido a esta playa el nombre que tiene: As Catedrais (Las Catedrales). Bañistas no hay, sino paseantes que sortean sus charcas. Tampoco hay un socorrista al uso, sino un vigilante que avisa de que el mar está subiendo y es hora de abandonarla.
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Todos los días, docenas de personas se arriman junto a las escaleras que descienden al arenal y aguardan el minuto señalado por los astros para lanzarse a conocer esta deslumbrante belleza anfibia. En Semana Santa y en verano hay un aforo máximo diario y se debe reservar anticipadamente. En pleamar, la playa se admira desde el acantilado, por donde pasa el sendero que recorre la costa de Ribadeo y por el que muchos llegan caminando.
Mucho antes de llamarse como se llama, esta era la playa de Augasantas, cuyo nombre indicaba la existencia de un manantial salutífero al que la creencia popular atribuía propiedades milagrosas. Aún no eran Las Catedrales y ya había una pila de agua bendita. Prodigiosas, como aquellas aguas, son su fauna y su flora. El ostrero euroasiático y el cormorán moñudo, dos de las aves más amenazadas de Galicia, habitan aquí. Vecinos suyos son las nutrias y los delfines mulares, las ranitas de San Antonio y los lagartos verdinegros. Estos últimos asoman su pequeña cabeza entre las flores de la acelga salada (Limonium dodartii), un endemismo atlántico en peligro de extinción que es la joya botánica de Las Catedrales.
Después de pasear con la bajamar por la playa, hay que acercarse a Rinlo, un antiguo puerto ballenero situado a cinco kilómetros al este, que enamora con sus casas marineras de colores colgadas sobre los acantilados, sus angostas callejuelas y el mar penetrando en el casco urbano. Su cofradía de pescadores es una de las más antiguas de España. Rinlo también es buen lugar para comer un arroz caldoso con bogavante y luego dar un paseo siguiendo la Ruta de las Cetáreas. Estos viveros de marisco fueron los primeros de España, de principios del siglo XX. Las formaciones rocosas servían de piscinas naturales y la marea hacía el resto. Solo había que abrir y cerrar una compuerta. En una sola de estas cetáreas, la de Penacín, bullían 20 toneladas de langostas.
Otros seis kilómetros al este, donde Lugo limita con Asturias, se encuentra Ribadeo. La población más oriental de la costa gallega se reúne, alterna y pasea entre las altas palmeras de la plaza de España, donde, además de la iglesia y el ayuntamiento, se levantan la torre de los Moreno –el primer edificio de hormigón armado en Galicia (1905), de estilo indiano– y el monasterio de Santa Clara, de cuyo torno salen tartas, roscas, empanadas y hojaldres. Tienen mucho encanto las calles que se ven bajando desde la plaza al puerto deportivo de Porcillán. Y también el paseo que une este con el puerto pesquero, dando vistas a la ría del Eo y a la vecina Castropol, en la orilla asturiana.
Dos kilómetros mide el paseo que va bordeando la orilla izquierda de la ría desde la capilla de San Miguel, en Ribadeo, hasta la isla Pancha, ya en mar abierto. Se pasa por sitios verdaderamente curiosos: el puente de Todos los Santos, de 800 metros de longitud, que comunica ambas orillas de la ría, la gallega y la asturiana; O Cargadoiro, antiguo cargadero ferroviario donde se embarcaba el hierro procedente de las minas de Vilaodriz, cerca de A Pontenova; y el fuerte de San Damián, del siglo XVII. Pero lo mejor viene al final, cuando aparecen los faros de la isla Pancha, dos luminarias de postal en una ínsula alfombrada de hierba y flores púrpura de uña de león, abrazada por un mar esmeralda y unida a tierra por un puentecillo que le da un aire como de jardín oriental. En 2017, uno de los faros fue rehabilitado como alojamiento.
Foz y su ría –a 15 kilómetros de Las Catedrales– son otro poderoso reclamo de esta costa: playas de arena blanca y fina como la harina, olas idóneas para surfear y marismas donde se concentra una de las mayores colonias de aves acuáticas del noroeste. A cinco kilómetros de Foz, hay una visita obligadísima: San Martiño de Mondoñedo, la catedral más antigua de las conservadas en España y la primera que se construyó en el sur de Europa, del siglo VI.
No dejes de...
Navegar por la ría del Eo, Reserva de la Biosfera. Nuevo Agamar (nuevoagamar.com) realiza circuitos en barco turístico por la ría recorriendo las poblaciones ribereñas de Figueras, Ribadeo y Castropol. También lleva hasta el faro de Isla Pancha (en la imagen) y, con mareas vivas, hasta la localidad de Abres, ría arriba. Terralmar (terralmar.com) organiza paseos en una moderna lancha con capacidad para doce personas por la playa de Las Catedrales, admirando sus acantilados y sus arcos desde una perspectiva única.
Guía práctica
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