Nadie escapa al hechizo de Montefrío, ni los japoneses, que aún ilustran las portadas de sus principales guías turísticas con el perfil recortado de este pueblo blanco y patrimonial, ni la revista National Geographic, que lo pontificó como uno de los diez con las vistas más bellas del mundo. De hecho, el rectángulo amarillo que simboliza su marca preside el mirador más encantador de esta población anclada en el corazón de los montes occidentales granadinos. Lo encontramos en un altozano, en una curva, dos kilómetros antes de la entrada al pueblo. Desde él se advierte la imagen recortada del peñón sobre el que se asienta, con la iglesia de la Villa en la cumbre y el caserío a sus pies.
La carretera desciende desde el mirador hasta las primeras casitas blancas del pueblo, ejemplo de la mejor arquitectura tradicional. Sorprende encontrar en cada esquina la silueta del templo gótico proyectado por el arquitecto renacentista Diego de Siloé, autor de la catedral de Granada. Por eso, conviene empezar a descubrir Montefrío por las alturas, donde se alza desde el siglo XV la iglesia, pero también el castillo árabe y su alcázar ocultos por un denso pinar que baja hasta la llanura.
En el interior del templo está instalado el Centro de Interpretación El Centinela, en el que se narra, de un modo didáctico, la historia de la localidad y la comarca en tiempos de la conquista cristiana. Desde su torre de lo que se disfruta es de una amplia panorámica que permite divisar las torres vigías de los alrededores y alcanza la capital nazarí.
A los pies del cerro se extiende un pueblo de trazado irregular, plazoletas frescas y callejas en las que la arquitectura popular se mezcla con casonas de señorío y postín. En Montefrío las calles son estrechas y empinadas y acaban en la plaza de España, presidida por el edificio del ayuntamiento, con su portada de piedra adintelada flanqueada por sendos torreones.
Próxima queda la iglesia neoclásica de la Encarnación, el templo mayor de la localidad, famoso por su planta circular e inspirado en el panteón de Agripa, obra maestra de la antigua Roma. Lo mejor es entrar en él y caminar bajo su bóveda perfecta de 28 metros de altura. Aquí los ecos son devueltos y los pasos, repetidos.
A un lado y a otro de La Encarnación las calles exhiben las obsesiones estéticas que singularizan Andalucía. Las casas son blancas, de ventanas de rejería fina, con amplios balcones y cornisas en voladizo. Y sus interiores guardan la disposición clásica de las viviendas del sur, con un patio fresco con pozo y arriates donde germinan geranios y limoneros.
La calle Liñanes, una de las vías más encantadoras, encierra este esquema que se repite en buena parte de los pueblos andaluces. Las calles Alta y Baja, paralelas ambas, descienden hasta el antiguo pósito, hoy centro cultural, y al convento de San Antonio, construido extramuros de la ciudad, sobre el denominado altozano del Calvario. Mediado el XVI fue cenobio franciscano y aún guarda en su interior un silencioso claustro y una iglesia con capillas barrocas.
No dejes de...
Conocer la peña de los gitanos. A solo cinco kilómetros de Montefrío, en dirección a la villa de Íllora (famosa por su castillo), se halla este paraje natural cubierto de vegetación mediterránea. Poblado hace 10.000 años, sus restos arqueológicos de época neolítica se admiran siguiendo un itinerario señalizado. Hay cuevas-vivienda abiertas en los roquedos y centenares de dólmenes que constituyen el conjunto megalítico más importante de la provincia.
Guía práctica
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