Desde tiempos inmemoriales ha sido territorio de frontera. Lo fue en la Edad Media, cuando sarracenos y cristianos cruzaban espadas por el control de estas tierras, y lo sigue siendo hoy, pues la comarca de Els Ports, en el norte de Castellón, se asienta en los límites de Aragón, Cataluña y la Comunidad Valenciana. Este carácter de región fronteriza, y su singular geología, con un paisaje salpicado de montañas, barrancos abruptos, bosques frondosos y localidades que rozan o superan los 1.000 metros de altitud, han acabado cincelando esta comarca cuyos bellos parajes parecen congelados en el tiempo.
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UNA PEQUEÑA CIUDAD AMURALLADA
Suena a tópico, pero basta contemplar la estampa de Morella para sentirse de inmediato en tiempos medievales. La culpa la tiene la silueta de esta pequeña ciudad, protegida por una vistosa muralla, y cuyas casas se arraciman a los pies de una de las fortalezas más importantes del Mediterráneo. Hasta allí arriba, a más de mil metros, hay que subir para descubrir la historia de la localidad, pues lo alto de ese cerro escarpado ha protegido a distintos pueblos desde el Neolítico.
Hoy el acceso al castillo se realiza a través de otra de las joyas de Morella, el convento de San Francisco, del siglo XIII. Del recinto monástico se conserva un precioso claustro gótico, una sala capitular con pinturas de la Danza de la Muerte, y una iglesia gótica casi desnuda, cuyo interior suele albergar conciertos de música clásica y otros eventos culturales.
Muy cerca de allí se encuentra otro tesoro de la localidad: la iglesia arciprestal de Santa María la Mayor. Este templo, con hechuras de pequeña catedral y de estilo gótico valenciano, deslumbra al visitante por sus dos puertas de acceso, decoradas con esculturas, que franquean el paso a un interior donde la protagonista es una bellísima escalera del siglo XV tallada en madera policromada (en la imagen).
Más abajo, en el centro urbano, todas las miradas son para la calle Blasco de Alagón –La Plaça, para los morellanos–, gracias a sus bellos soportales, en los que abren sus puertas comercios y restaurantes. Calle arriba, en dirección a la muralla, encontramos también varias casas solariegas y antiguos palacios, como la Casa de la Vila (actual Ayuntamiento), un edificio del siglo XIV que conserva dos salas góticas con piezas de gran interés.
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PARQUES DE AVENTURA Y DINOSAURIOS
Morella es mucho más que su notable patrimonio. El término municipal, que suma más de 400 km2, alberga también lugares en los que disfrutar de la belleza y el sosiego de sus parajes naturales. Uno de los rincones más visitados por los morellanos es el paseo de la Alameda, en la parte posterior de la localidad. Tiene apenas un kilómetro, pero permite disfrutar de un bonito recorrido entre pinares y vistas de la centenaria fortaleza.
También muy cerca se encuentra el Parque de Aventura Saltapins (en la imagen), un complejo al aire libre donde descargar adrenalina en largas tirolinas, cruzando puentes tibetanos o practicando otras actividades en medio de un bonito bosque.
Algo más lejos está el monte de Pereroles, uno de los enclaves naturales más emblemáticos de Morella, donde se pueden recorrer rutas senderistas, realizar recorridos en bici de montaña o hacer noche en plena naturaleza durmiendo en uno de sus refugios.
El peculiar paisaje geológico de Morella reserva también otra sorpresa: la zona es rica en restos paleontológicos, entre los que destacan restos de dinosaurios del Jurásico y el Cretácico, como el Morelladon beltranis, una especie descubierta en 2013. Para saber más sobre este periodo fascinante de la comarca, que se remonta a más de 100 millones de años, se puede visitar el Museo Temps de Dinosaures, junto a la Oficina de Turismo.
CINCTORRES, PAISAJES LLENOS DE MAGIA
Localizado en una meseta situada el monte Bolavar y el valle del río Caldés, Cinctorres regala espectaculares vistas panorámicas de la comarca, que aquí cuenta con impresionantes paisajes, como los que rodean la rambla de Celumbres, con la Roca Roja y la Roca Parda siempre vigilantes. Este y otros rincones se pueden descubrir recorriendo alguna de las siete rutas que atraviesan el término municipal, con lugares emblemáticos como las cuevas del Bolavar o los seis observatorios de aves, que harán las delicias de los amantes de la ornitología. Más allá de su belleza paisajística, la localidad posee también con un importante patrimonio, en el que destacan la Casa de la Vila, la Torre de los Moros –una de las cinco que hubo en el pasado, y que dio lugar al topónimo de Cinctorres–, o el Palacio de Santjoans, un edificio de estilo gótico aragonés.
Este antiguo palacio acoge el Museo Dinomanía pues, al igual que Morella, Cinctorres es rico en restos de estas criaturas colosales. El museo ofrece una muestra de restos descubiertos en la localidad (hasta ahora unos 500 fósiles), en especial en el yacimiento Ana, visitable durante buena parte del año (una buena forma de llegar es dando un agradable paseo en bicicleta, como las que alquilan en Respira Natura: respiranatura.es). Allí, además de contemplar algunas reproducciones de varios dinosaurios, se puede participar en una actividad que recrea una excavación paleontológica.
Apenas diez kilómetros al norte, rodeado por cuatro muelas rocosas que dan forma a un bello paisaje, el pueblo de Forcall, hoy habitado por algo más de 400 vecinos, conserva un valioso legado que sirve de testimonio de su rico pasado. Lo ideal es comenzar la visita en su plaza Mayor, un bello espacio con soportales donde se concentran la mayoría de sus joyas monumentales. Allí se levanta, por ejemplo, la Casa de la Vila, un edificio de los siglos XVI y XVII, en el que destaca su fachada con doble escalera voladiza.
EL HORNO MÁS ANTIGUO DE EUROPA
También en la plaza Mayor se encuentra el Palau dels Osset, un hermoso palacio de estilo renacentista aragonés, de piedra noble y en el que destaca el bellísimo alero doble de madera tallada y los 36 arcos que rematan el piso superior. Hoy el palacio alberga un cuidado y elegante hotel boutique.
No menos solera tiene otra de las joyas de la localidad: el Horno de la Vila, cuyo origen se remonta a 1246, por lo que se trata del horno más antiguo de Europa aún en funcionamiento. Aunque no se usa a diario, sí se emplea en ocasiones especiales, como las fiestas de Sant Antoni, cuando se elaboran allí pastas típicas como coquetes y rotlletes.
También cuentan con un horno centenario en Olocau del Rey (en la imagen), la siguiente parada de nuestra ruta, a solo 18 km. Aquí, sin embargo, el fogón ya no está en funcionamiento, sino que forma parte del museo de la localidad. Este espacio expositivo permite viajar por la historia del municipio, situado a un paso de la provincia de Teruel, y cuya condición de lugar de tránsito modeló en gran medida su fisionomía.
Del antiguo castillo del siglo XI apenas se conservan unos paños de muralla y una torre circular, pero la localidad sí permite contemplar otros vestigios de su patrimonio. Así, además del Ayuntamiento –un edificio de piedra de sillería, que todavía conserva las dependencias de la antigua cárcel (en la imagen)–, podemos ver el palacio del Marqués de la Figuera, los restos de la Lonja de la Lana y, sobre todo, la iglesia de Nuestra Señora del Pópulo. Este templo del siglo XIV todavía conserva su puerta románica, aunque el interior, originalmente de estilo gótico, está recubierto con decoración barroca. Su joya más valiosa, sin embargo, se esconde en una pequeña capilla, donde se custodia la imagen de la Virgen de la Naranja, una bella talla medieval que recibe ese nombre por sostener dicha fruta en una de las manos.
UN TESORO EN PIEDRA
Viajamos ahora hasta Vilafranca, la segunda localidad más grande de Els Ports y el municipio con el punto más alto de la comarca (1.656 metros), lo que favorece paisajes espectaculares que dan cobijo a una flora y una fauna de gran valor ecológico.
En el centro de la localidad, Vilafranca cuenta con varias casas señoriales, una iglesia renacentista –Santa María Magdalena–, el Portal de San Roque –única puerta de la muralla medieval que todavía sigue en pie–, y el Ayuntamiento, que posee un hermoso retablo gótico. El lugar más singular, sin embargo, es el Museo de la Piedra en Seco. Este espacio, ubicado en la antigua lonja medieval, está dedicado a desgranar todos los detalles de esta arquitectura popular, que fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2018. En Els Ports esta singular práctica surgió de la necesidad de ganar tierra de cultivo, aprovechando la piedra que se extraía del suelo para levantar cercados o construir pequeñas viviendas y recintos para el ganado. Merece la pena completar la visita al museo realizando alguna de las tres rutas que permiten conocer varios ejemplos de construcciones de piedra en seco, en un paisaje adornado por pinos y carrascas.
UN EDÉN REPLETO DE MARAVILLAS
Desde la lejanía, la estampa de Vallibona –atrapada entre montañas escarpadas y las aguas del río Cervol–, sorprende a los viajeros con una silueta que, cosa curiosa, recuerda al mapa de España. La localidad cuenta con encantos suficientes para conquistar al visitante. Su núcleo urbano, construido en la ladera donde confluyen el Cervol y el barranco de la Gatellera, conserva todo el encanto de su pasado medieval, con calles estrechas y empinadas, casas de aire tradicional y algunos hitos arquitectónicos. Méritos más que suficientes para conseguir el reconocimiento de Conjunto Histórico Artístico. Entre sus monumentos destaca la iglesia de la Anunciación, un templo cuyo interior barroco parece desmentir su origen medieval. La iglesia, sin embargo, conserva un magnífico tesoro: tal y como se explica en un pequeño museo, la cubierta barroca oculta una bellísima techumbre medieval, con motivos mudéjares y góticos.
También merece la pena visitar el Museo del Carbón, un espacio que desvela todos los detalles sobre la que, hasta no hace mucho, fue la principal fuente de ingresos de la localidad: la explotación del carbón vegetal, aprovechando la materia prima de los bosques cercanos.
Hoy ya no se elabora carbón gracias a estos bosques, pero el entorno natural del municipio posee una gran riqueza paisajística y ecológica. Gracias a este valor ambiental, Vallibona forma parte del Parque Natural de la Tinença de Benifassà, rincón de la comarca que goza de una gran biodiversidad: a los bosques de carrasca, roble, pino, tejo y acebo –hay también una decena de árboles monumentales catalogados–, hay que sumar 137 especies de aves (buitres leonados, águilas reales, halcones peregrinos…) y 40 especies de mamíferos (tejones, ginetas, cabras montesas y un largo etc.), además de varias especies de reptiles, peces y multitud de insectos. Un auténtico edén que se puede descubrir recorriendo con calma los senderos que, desde Villabona, se adentran en el parque.
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UNA GASTRONOMÍA DE ALTURA
La cocina de la comarca de Els Ports se caracteriza por ser una gastronomía típica de montaña, en la que no faltan las sopas, los guisos y todo tipo de platos de cuchara, como la olleta morellana. A las carnes –de cordero, cerdo y ternera, siempre ganado criado en la zona–, se suman embutidos como la cecina, sabrosos quesos, miel y otros productos artesanos. Sin embargo, el producto estrella es la trufa negra, abundante en la región y protagonista indiscutible de la cocina de Els Ports. Tanto es así, que desde enero hasta marzo, en Morella protagoniza unas Jornadas de la Trufa que permiten degustar menús elaborados con este 'diamante negro' en diferentes restaurantes. Otro tanto sucede con las setas, que también cuentan con su propio certamen gastronómico cuando llega el otoño. Tampoco hay que dejar de probar las croquetas morellanas –de forma triangular, envueltas en oblea–, conocidas como napoleones en otros rincones de Els Ports. Para amantes de los dulces y postres, hay que probar los flaons de Morella –una pasta rellena de requesón y almendras–, los pastissets o las cuajadas.
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UN TERRITORIO EN FIESTAS
En Morella, la fiesta de mayor importancia es el Sexenni, que se celebra cada seis años en honor a la Virgen de Vallivana. La celebración, declarada de Interés Turístico Nacional, se prolonga durante nueve días de agosto, cuando distintos gremios desfilan por calles bellamente adornadas con papel rizado (en la imagen). Vinculada a esta fiesta está la del Annunci, que se celebra el año anterior al Sexenni, con un ambiente más desenfadado y divertido, en la que destaca una auténtica batalla de confeti por las calles de la ciudad.
Pese a la vistosidad de estas dos fiestas, si hay una celebración que goza de predicamento en toda la comarca esa es la de Sant Antoni, en la que lo religioso y lo profano se dan cita con una celebración que gira en torno al fuego. Suele tener lugar el fin de semana posterior al 17 de enero con una gran hoguera. En Forcall, donde la festividad es conocida como Santantonà, cuentan con un centro de interpretación dedicado a la misma.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar
Morella se encuentra a 480 km de Madrid por la A2, en dirección a Zaragoza, y desde aquí 163 km por la N-232. Entre Barcelona y Morella hay 256 km, y 171 km la separan de Valencia.
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Dónde dormir en Els Ports
En Morella es posible alojarse en un auténtico palacio centenario, el Hotel Cardenal Ram (hotelcardenalram.com), ubicado en la zona de mayor encanto de la localidad, repleta de casas porticadas. En Forcall, el lugar ideal para disfrutar de un buen descanso es el Hotel Palau dels Osset (palaudelsosset.com), un hotel boutique levantado en un bellísimo palacio renacentista de estilo aragonés.
Dónde comer en Els Ports
Una buena forma de descubrir la calidad de la cocina morellana es sentándose a la mesa de Casa Roque (Cuesta de San Juan, 1), un establecimiento donde han sabido llegar al perfecto equilibrio entre tradición y modernidad, con productos de proximidad y materias primas de calidad, como la apreciada trufa negra. Si nos escapamos hasta Vilafranca, allí nos esperan los fogones de L’Escudella (lescudellavilafranca.es), donde también apuestan por aunar vanguardia y tradición, con la intención de hacer disfrutar al comensal con los cinco sentidos.