Al sur de La Mancha, frente a los cerros cervantinos de Sierra Morena, se extiende Viso del Marqués, el pueblo en mitad de la nada que don Álvaro de Bazán y Guzmán eligió como residencia, corte y descanso. El palacio renacentista que mandó construir entre 1564 y 1585 sintetiza las estrechas relaciones artísticas entre España e Italia durante la segunda mitad del siglo XVI. Su excéntrica ubicación responde a razones estrictamente geográficas, pues el almirante de la Armada Invencible quería que su palacio se hallara equidistante entre la corte madrileña y las bases de sus escuadras navales, atracadas en Cádiz, Lisboa y Cartagena.
La historia de don Álvaro de Bazán es apasionante. Nació en Granada en 1526 y murió 62 años después en Lisboa. Sus continuas victorias le granjearon fama mundial. Sumó todos los grandes títulos nobiliarios de la época y sintió especial debilidad por el arte de su tiempo. Fruto de esa inquietud es la nómina de grandes artistas italianos que trajo hasta este retirado lugar al sur de Valdepeñas y Manzanares para poner en pie su extraordinario palacio. De entre todos los grandes maestros destacó Giovanni Battista Castello, Il Bergamasco, responsable del diseño del palacio junto a un nutrido grupo de escultores y arquitectos genoveses.
Viso del Marqués es un pueblo modesto, de casas bajas y labriegas, en mitad de una llanura que presagia la horizontalidad manchega. La primera casona de tradición española que don Álvaro, marqués de Santa Cruz, vio cimentar a los pocos años de llegar aquí se transformó en una suerte de palacio italiano de acusado clasicismo, de planta cuadrangular, con una bellísima escalera imperial y cuatro torres en las esquinas. Un edificio que evoca el boato y la dignidad de las grandes residencias reales como el palacio de El Pardo de Madrid o el Alcázar de Toledo.
Desde mitad del pasado siglo, el palacio de Santa Cruz es Archivo General de la Marina. Llama la atención que un lugar tan alejado del Mediterráneo y el Atlántico sea el principal centro de estudios de la flota española. En su sótano, en la primera y segunda planta, se extienden más de 1100 m2 de estanterías con miles de legajos que narran la apasionante relación que España ha mantenido con la mar. El palacio está abierto a la visita pública, pero el archivo solo a investigadores. Sus fondos atesoran, entre otros importantes documentos, la crónica de centenares de travesías a las Indias, la biografía de importantes marineros y más de 2000 legajos de otros tantos buques con bandera española que surcaron los mares entre 1732 y 1934.
En la sala de los Linajes, en la cámara y antecámara privada de don Álvaro, además de extraordinarias pinturas al fresco, destacan maquetas de navíos y enseres de viejos buques de guerra que nos retrotraen a tiempos en que la Armada española era hegemónica en todos los mares conocidos. El palacio del marqués de Santa Cruz ocupa el centro de la villa. Frente a él se extiende la plaza del Pradillo, un recinto empedrado moteado de árboles donde se alza la escultura en bronce de don Álvaro de Bazán. El palacio está junto a la torre del antiguo convento y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en cuyo interior hay un enorme cocodrilo disecado que, según la leyenda, trajo el propio don Álvaro de Bazán de una de sus expediciones al río Nilo.
Además del palacio, de la plaza y del templo parroquial, Viso del Marqués ha conservado su arquitectura tradicional manchega. La biblioteca municipal, que abre en una casona señorial, y la almazara del Marqués de Santa Cruz son dos destacadas muestras del mejor Barroco civil manchego. A solo seis kilómetros se encuentra Almuradiel, una de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena que mandó levantar el rey ilustrado Carlos III y cuya capitalidad ostenta la ciudad jienense de La Carolina, 30 kilómetros al sur. Un pueblo de calles rectas y trazado ajedrezado que tiene como principal monumento la iglesia neoclásica de la Inmaculada Concepción.
No dejes de...
Acercate a las virtudes. La singularidad de esta pequeña colonia del municipio de Santa Cruz de Mudela es el conjunto que forman el santuario de la Virgen de las Virtudes y la plaza de toros, la más antigua de planta cuadrada que se conserva, de 1645, concebida como una plaza urbana. El albero está flanqueado por cuatro barreras sobre las que se alzan los graderíos y tiene dos de sus lados rematados por una galería a modo de palcos.
Guía práctica
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