Así como los gruesos muros de Cáceres sostienen el peso de la historia, nuevas ráfagas de modernidad soplan para abrirse paso entre la belleza pétrea. La última ha sido la apertura, en 2021, del Museo Helga de Alvear, un centro que además de acoger la colección personal de una de las galeristas más prestigiosas del mundo, convierte a la ciudad extremeña en un referente internacional del arte contemporáneo.
Ensamblada sin desentonar en el que es uno de los centros históricos mejor conservados del país, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, esta pinacoteca diseñada por Emilio Tuñón (el estudio Tuñón y Mansilla fue el responsable de la primera sede) ha sido candidata a los premios Mies van der Rohe de arquitectura europea. Nada menos que 3000 metros cuadrados de espacio expositivo (y casi 8000 de superficie) sirven de marco al gran legado de Helga de Alvear.
Desperdigadas por sus cuatro plantas se exhiben alrededor de 300 obras de las más de 3000 que, a lo largo de su vida, ha ido adquiriendo esta marchante alemana que ha apostado siempre por la fotografía, las esculturas y pinturas de gran formato, así como por disciplinas tan rompedoras como las instalaciones o el videoarte. Creaciones que dialogan con el espectador o le hacen reflexionar. Obras, muchas de ellas nunca vistas antes en España, de artistas de la talla de Olafur Eliasson, Louise Bourgeois, Ai Weiwei o Doris Salcedo, que comparten espacio con nombres ineludibles como Picasso, Kandinsky, Paul Klee o Antoni Tàpies. Y ello por no mencionar las creaciones de Wilhelm Mundt, Allan McCollum o Sol LeWitt, que, junto al famoso olivo centenario de Ugo Rondinone, se exhiben en plena calle, en una suerte de pasarela artística que conecta la entrada con el casco antiguo.
Con este flamante centro, y con las obras de artistas emergentes que ocasionalmente se exponen en la Fundación Mercedes Calles y Carlos Ballestero, Cáceres traza una ruta de arte contemporáneo que avanza unos 14 kilómetros para llegar al ya mítico Museo Vostell. Ubicado en un antiguo lavadero de lanas del pequeño pueblo de Malpartida, esta institución de vanguardia, una de las principales de Europa, es un alarde de originalidad que se debe a Wolf Vostell, uno de los artistas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, fundador del videoarte y del controvertido movimiento Fluxus. Un transgresor que rompió moldes con el empleo de nuevos materiales y creó un universo comprometido con la sociedad que le sirvió como crítica a los acontecimientos políticos de su tiempo.
Con ello es fácil entender que el Vostell, que fue fundado en octubre de 1976, es un museo nada convencional, como nada convencionales son asimismo sus obras. Entre los contundentes títulos de las tres colecciones que componen los fondos destaca Fiebre del automóvil, La depresión endógena, Réquiem por los olvidados, ¿Por qué el proceso entre Pilatos y Jesús duró solo dos minutos? o El fin de Parzifal, diseñada por Salvador Dalí. Piezas que son fundamentales para entender las paradojas del hombre moderno, precisamente en un entorno agreste como el de Los Barruecos, dotado de un singular atractivo natural: enormes rocas de granito reflejadas en el agua de las charcas, sobre las que anida una de las mayores colonias de cigüeñas blancas del continente. Un entorno magnífico que, más que confirmar el pretendido encuentro entre el arte y la naturaleza, expone una de las constantes de este creador alemán: una oda al ingenio de la contradicción.
No dejes de...
Dar un paseo nocturno por Cáceres. Nadie puede irse de la ciudad sin caminar por las callejuelas empedradas de su parte vieja, mejor si es bajo la luz de los faroles. Un paseo que, desde la plaza Mayor, atravesando el Arco de la Estrella, resume la historia de la ciudad: el basamento romano, la muralla almohade, las torres medievales, la ermita del siglo XVIII… Con los adarves en penumbra y sin el trasiego del día resulta especialmente encantador.
Guía práctica
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