Sumergirse en los secretos que se esconden en el cielo, el océano y las entrañas de la tierra para entender el alma de la isla con la herramienta de la ciencia. Hay un Tenerife que se aleja del turismo estándar para mostrar otro rostro más auténtico y excepcional, el que se obtiene desde el prisma de la astrofísica, la vulcanología y la biología marina. Muchos no saben que, aparte de sus bondades de sol y playa, la isla más grande del archipiélago es un referente mundial en estas tres disciplinas.
La actividad volcánica ha dejado su huella en las islas Canarias en forma de cráteres, cuevas, flujos de lava y playas de arena negra. Pero no hay experiencia mejor para entender este origen telúrico que la subida al Teide (3718 metros) para pernoctar en las alturas. Una excursión que se hace en compañía de un vulcanólogo con el que aprender de primera mano todo sobre las erupciones. Aunque el ascenso se puede efectuar en un teleférico que une la estación base con La Rambleta en apenas ocho minutos, lo más acertado es hacerlo a pie desde Montaña Blanca. Este trayecto de nueve kilómetros (unas siete horas) implica una caminata exigente, con desnivel pronunciado en algunos de los tramos que se recorren, pero con la recompensa de admirar unas vistas espectaculares desde el pico más alto de España. Dormir en un refugio de montaña bajo uno de los cielos más estrellados del mundo es un privilegio único.
Y es que precisamente en el firmamento se esconde otro de los secretos de Tenerife. Estamos en uno de los tres mejores lugares del planeta (junto con Hawái y Chile) para la observación del universo, con un 70 % de noches despejadas y con una ausencia casi total de contaminación lumínica. De ahí que el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) tenga su sede en esta isla (aunque también con delegaciones en La Palma). Aquí la experiencia científica consiste en una observación nocturna fascinante que tiene lugar con la apertura de las cúpulas y permite disfrutar, en tiempo real, de las imágenes que el telescopio captura; a la vez se aprende sobre la evolución de las galaxias o la génesis del sistema solar.
La aventura no ha acabado, porque después continúa haciendo noche en el mismo observatorio, dentro del extraordinario Parque Nacional de Las Cañadas del Teide, con la misma rutina que sigue un astrofísico en su labor de desentrañar los misterios del cielo. Queda, entonces, descender al nivel del mar para la última de las sorpresas de Tenerife. Y es que tal es la importancia de sus aguas costeras como santuario de la biodiversidad que en enero del pasado año la isla fue declarada Patrimonio de la Humanidad por las Ballenas, convirtiéndose así en la primera reserva marina de Europa que recibe esta designación.
El plan es partir desde el Puerto de los Gigantes en un barco híbrido autosuficiente (eléctrico y con placas solares), junto con biólogos marinos que ayudarán en la búsqueda de las 30 especies de cetáceos que se pueden observar en estos parajes (un tercio de las existentes en todo el mundo). Y ello con la particularidad de que algunas muy importantes residen en estas aguas de manera permanente, como es el caso del delfín mular o nariz de botella y el calderón tropical de aleta corta, erróneamente llamado ballena piloto. El estrecho que separa Tenerife de La Gomera es el paraíso de los cetáceos, a los que es muy fácil divisar. Tanto que a menudo llegan fotógrafos de todo el mundo para inmortalizar a estos adorables gigantes en sus parábolas infinitas sobre el mar.
No dejes de...
Conocer Loro Parque. Reconocido como uno de los mejores zoológicos del mundo, se trata de un plan ideal para ir con niños, que disfrutarán en este santuario animal con más de 400 especies. Para una experiencia exclusiva hay que contratar la visita Discovery Tour, con acceso a las zonas privadas de este centro, que ha recibido premios por sus acciones a favor de la conservación tanto de los animales como de sus ecosistemas (loroparque.com).
Guía práctica
Guía práctica