En invierno, camelias, rododendros y azaleas. En primavera, rosas, orquídeas, peonías, jazmines y glicinias. En verano, hortensias, magnolias y gardenias. Y en otoño, las hojas de los arces, los gingkos y los liquidámbares. También entonces, las parras de albariño se suman a este derroche de color, a esta eterna primavera de las Rías Baixas. Las abejas, aquí, no descansan. La ruta comienza en A Estrada, visitando el pazo de Oca, que es de los más antiguos de Galicia (mediados del siglo XV), y cuyos primores acuáticos y vegetales le han valido los sobrenombres de ‘Versalles gallego’ y ‘Generalife del norte’. La parte más vetusta de los jardines y la que atesora los árboles más importantes es la más próxima al pazo. Detrás de la capilla, por ejemplo, hay una Camellia reticulata de más de diez metros de altura que hace sombra a todas las de su especie en Europa.
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Sus dos estanques a distinto nivel son “dignos de una villa cardenalicia”, diría el escritor gallego Otero Pedrayo, con sendas barcas pétreas, una llena de naranjos y otra cargada de limoneros. Y, por último, la huerta y la grandiosa calle que la parte en dos: la avenida de los Tilos. Aquí lo productivo y lo ornamental, lo útil y lo armonioso pasean de la mano. En el segundo jardín de la ruta, el del pazo de Rubianes, en Vilagarcía de Arousa, hay 4500 ejemplares de camelias, que hacen que el invierno aquí parezca primavera. También asombran los árboles arcaicos y gigantes de este pensil trazado en el siglo XVII: magnolios, calocedros, criptomerias, alcanfores, fresnos, araucarias, robles, alcornoques, eucaliptos. Hay varios miradores sobre los árboles colosales para ver los viñedos circundantes: 25 hectáreas de albariño, la mayor finca de esta variedad de uva en la comarca. El jardín es un diez. El vino, según la Guía Peñín, un 95.
Comparado con los pazos anteriores, el de Quinteiro da Cruz, en Ribadumia, es moderno. Tiene árboles monumentales, una virgen románica en la capilla y una de las mayores colecciones de Europa de camelias, con más de 5000 ejemplares de 1500 variedades. Pero el lugar posee la primera colección de estos arbustos con realidad aumentada y también la primera plantación de té (Camelia sinensis) de Galicia. Té que el visitante puede adquirir, además de miel, productos cosméticos, joyas y vino, todo con la camelia como ingrediente o inspiración. Pedro Piñeiro, el dueño, además de farmacéutico y botánico, es un cicerone muy ameno, que hace que los turistas disfruten aún más en su jardín durante la visita.
Cuarta parada, en el pazo de Lourizán, a tres kilómetros de la ciudad de Pontevedra. Sus jardines albergan más de 1900 árboles de todo el mundo y una importante colección de camelias, algunas de las cuales se trajeron de Oporto en el siglo XIX. El palacio, romántico y excesivo, con una gran escalinata de corte imperial, fue propiedad del político Eugenio Montero Ríos, que aquí se reunía para preparar las negociaciones del Tratado de París.
La penúltima etapa de este viaje lleva a la ría de Vigo. Al fondo de la misma, cerca del puerto ostrero de Arcade, se alza el castillo de Soutomaior, donde en el siglo XV habitó Pedro Madruga, el caballero feudal más peleón, enredador y entretenido de la Galicia medieval. Hoy, junto a los castaños ocho veces centenarios, se ven 230 camelios de 24 variedades, que fueron plantados en su mayoría a partir de 1982, cuando la finca fue adquirida por la Diputación de Pontevedra. En el sexto y último jardín de la ruta, el del pazo Quiñones de León, en Vigo, florece el más viejo de todos los camelios de Galicia, un ejemplar conocido como Camelia Matusalén, que fue trasplantado desde Portugal en 1860, cuando ya tenía 50 años. Ahora tiene dos siglos largos y una copa de 15 metros de diámetro, que no está nada mal para un arbusto.
No dejes de...
Visitar la ciudad de Pontevedra. Aunque el granito es la nota dominante, se ven bonitos camelios en los jardines de Colón, en el Parador y en la plaza de la Herrería. Hay que pasear alrededor de esta plaza, la de la Verdura y la de la Leña (en la imagen). En todas ellas existen bares y terrazas para refrescarse y tapear. También en las calles que confluyen en la plaza de las Cinco Rúas.
Guía práctica
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