Soria siempre ha tenido un magnífico paseo a orillas del Duero, el que discurre por la margen izquierda, río abajo, entre el monasterio de San Polo y la ermita de San Saturio. Este camino de poco más de un kilómetro, bordado de árboles llenos de corazones e iniciales (los «álamos del amor», como los llamaba Machado), es la postal eterna de Soria, la foto que todos los visitantes se han llevado desde siempre como recuerdo de la ciudad y que en otoño no puede ser más idílica, con la ermita envuelta por el dorado manto de los chopos ribereños.
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Pero hay otros paseos por la vera del Duero que rivalizan en belleza e interés, pues sus márgenes, ahora desbrozados, allanados y señalizados a lo largo de 16 kilómetros, se puede recorrer, enlazando distintos senderos, toda la curva que traza el río en torno a Soria. La vieja postal del Duero soriano se ha transformado en un nuevo mapa de senderismo repleto de posibilidades.
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Hay un sendero, el PR-SO 112, que va por la margen izquierda siguiendo el paseo de San Saturio y luego asciende al monte de Santa Ana, espléndido observatorio de la ciudad, del Moncayo y de las sierras de Urbión y Cebollera. Otro sendero, el PR-SO 113, baja por la orilla contraria hasta Valhondo, donde el río serpentea encañonado por una especie de Arribes, solo que más pequeño que los salmantinos y de roca caliza.
Pero el más interesante, sin duda, es el que sube por el Duero hasta Garray, o sea Numancia. Remontar un río tiene siempre algo de viaje a los orígenes, de retorno metafórico al pasado. Aquí es una realidad pura y dura, tangible, como las piedras de la heroica ciudad celtíbera que hay al final del camino.
EL KILÓMETRO 0: EL PUENTE DE PIEDRA
El inicio de este y de todos los senderos del Duero es el Puente de Piedra, que data del siglo XII, aunque ha sufrido (es claro) numerosas reformas. Al lado mismo está, instalado en un antiguo almacén de grano, el Centro de Recepción de Visitantes de Soria, que es el lugar idóneo para informarse antes de empezar a andar. Y dos pasos más allá, el monasterio de San Juan de Duero, cuyo claustro de arcos entrelazados es una de las maravillas románicas de España.
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HACIA GARRAY
Para ir a Garray y Numancia habrá que seguir en todo momento el sendero que sube por la margen derecha. Al poco de empezar se bordea un lienzo de la muralla medieval, que en sus buenos tiempos daba a la ciudad un abrazo de cuatro kilómetros. Luego se pasa por el paraje del Peñón, que es el punto más espectacular del camino, pues este vuela sobre las aguas, en forma de pasarela de madera adosada a la escarpada riba rocosa. Y, ya de nuevo pisando tierra, se llega al Perejinal, donde en su día hubo una presa de una fábrica de harinas y hoy hay un puente peatonal que une ambas orillas, el cual se puede utilizar a la vuelta, para dar más variedad al recorrido.
RUINAS DE NUMANCIA
En una hora y media, sin contar paradas contemplativas, se está en Garray y, diez minutos después, en lo alto del cerro donde yacen las ruinas de Numancia, la ciudad que humilló a Roma durante 20 años, venciéndola primero en el campo de batalla y soportando luego heroicamente un asedio sin fisuras. Allí se visualiza el cerco perfecto al que la sometió Escipión en el año 134 antes de Cristo, rodeándola con siete campamentos unidos por un muro de nueve kilómetros.
En el área excavada (unas seis hectáreas, la cuarta parte de lo que ocupaba la población), se ven las ruinas de, no una, sino dos ciudades: la celtíbera, que fue destruida, y la romana, que se levantó sobre la anterior respetando su trazado de calles orientadas este-oeste para evitar los fríos vientos del norte. La zona más interesante corresponde a la calle de ronda, donde se han reconstruido unos pocos metros de muralla (la original tenía 3000 de perímetro y hasta seis de grosor) y dos viviendas populares, una romana y otra celtíbera. Se puede recorrer por libre con audioguía o haciendo una visita guiada (numanciaonline.es).
El regreso se hace por el mismo camino hasta llegar al Perejinal, donde cruzar a la margen izquierda. Aquí los álamos son más altos y los sauces más viejos y apetece sentarse a comer y descansar en la orilla, rodeados de alturas poéticas (a espaldas, el becqueriano monte de las Ánimas; enfrente, junto a la ermita del Mirón, el machadiano mirador de los Cuatro Vientos) y de pájaros de nombres tan poéticos como el mirto o el reyezuelo.
MUY PRÁCTICO
LOS MEJORES SITIOS PARA COMER
El Kiosco (elkioscodesoria.com) es bar, terraza, restaurante y vinoteca en medio de los verdores de la Alameda de Cervantes. La Chistera (lachistera.es) ofrece cocina tradicional en un restaurante céntrico donde triunfan las setas y, los fines de semana la magia. El Fogón del Salvador (fogonsalvador.com) está especializado en cochinillos y lechazos asados en horno de leña. Y para darnos un homenaje, Baluarte (baluarte.info), cuya cocina de autor en un antiguo palacete le ha hecho merecedor de una estrella Michelin y dos soles Repsol.
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DÓNDE TE PUEDES ALOJAR
En el sorprendente hotel Apolonia (hotelapoloniasoria.com), cuyas paredes están decoradas con versos de Machado, Gerardo Diego y Bécquer. Un dos estrellas céntrico y excelente. Moderno y con espectaculares vistas sobre el Duero desde lo más alto de la ciudad, el Parador de Soria (parador.es). Y un clásico, Alfonso VIII (hotelalfonsosoria.es). En el parque del Mirón, el hotel Leonor Mirón, un cuatro estrellas acogedor y confortable.