El estudio RCR, reconocido en 2017 con el más importante premio internacional de arquitectura, el Pritzker, firma el proyecto de la que probablemente sea la gran bodega más singular y sostenible del país. Y también una de las más espectaculares. Ha abierto sus puertas en mayo de 2022, está en el Ampurdán y es el nuevo centro de producción del grupo Peralada.
La nueva bodega (perelada.com) es, con diferencia, la más grande de D. O. Empordà (doemporda.cat). Pero en el mundo de los vinos importa poco el tamaño o la cantidad de hectólitros, si los vinos no se elaboran con arte, buen sentido y profesionaldiad. Y de esto en esta bodega saben un rato largo. Tiene algo mágico (alquímico, más bien), lo de producir buenos vinos. Hay tantas variables, desde la tierra, al tipo de uva, cómo haya sido su maduración y aportes hídricos al toque final que aporta cada enólogo, que cada botella de esta bebida es siempre algo realmente único: no hay dos iguales.
Además, en la creación de un buen vino influye de forma determinante la bodega en que se elabore. Esto lo entienden bien los propietarios de la bodega Perelada, los hermanos Suqué Mateu. Su nueva centro se sitúa a las afueras de la localidad gerundense de Peralada y la leve diferencia entre el nombre de la bodega y la del pueblo está marcado por las normas de comercialización del vino en Estados Unidos, que prohíben el uso de toponimias en las etiquetas.
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El Castillo de Peralada y sus riquezas
La entrada a la bodega está frente a los jardines de la finca familiar de los Suqué Mateu donde, cada verano, se celebra uno de los más prestigiosos certámenes musicales (festivalperalada.com/es) del país. También está aquí su célebre castillo-casino, una de las más importantes bibliotecas privadas de Cataluña, el museo, la iglesia con claustro y el restaurante con estrella Michelin, en el que ejercen su arte y liderazgo el chef Javi Martínez y el jefe de sala y sumiller Toni Gerez.
En cuanto a la bodega, como tal, el estudio RCR, fundado por Carme Pigem, Rafael Aranda y Ramón Vilalta, ha sabido aprovechar de una forma magistral el talud sobre el que se asentaba una antigua explotación ganadera, también propiedad de los Suqué Mateu. El nuevo espacio productivo está tan integrado en el paisaje y con una apuesta tan decidida por la sostenibilidad, que ha obtenido la certificación internacional LEED (Líder en Eficiencia Energética y Diseño) en su categoría Gold.
En cuanto al edificio existente, el de la granja, levantado en 1941 por el arquitecto Adolf Florensa, se ha mantenido, fundamentalmente, la estructura exterior. También la gran explanada, donde se ha logrado un convincente paisajismo a base de macizos de plantas aromáticas y pequeños estanques. Al borde del talud se pueden observar las nervaduras que conforman la cubierta en forma de arco de la nueva bodega, que es prácticamente subterránea, aprovechando la geotermia para una perfecta climatización y estabilidad térmica.
La visita comienza en la granja
En la antigua granja, que es la zona de bienvenida al complejo, hay dos espectaculares salas de catas, además de la tienda de la bodega y el restaurante Celler 1923, donde se pueden degustar sabores tradicionales a base de productos locales en raciones francamente generosas, maridadas, cómo no, con los vinos más populares de Perelada. En esta zona está también unas de las intervenciones arquitectónicas más escenográficas del proyecto: un gran vano rectangular 'rellenado' visualmente con la geometría del viñedo más cercano a la bodega.
En este espacio de bienvenida se encuentra también el ascensor que conduce hasta la zona la bodega, propiamente dicha. La visita a la misma comienza en el 'laberinto', un recorrido muy sensitivo a través de las diferentes viñas de la propiedad, a través de proyecciones audiovisuales y de la propia tierra que caracteriza los suelos de cada finca.
Desde allí se pasa a la zona de depósitos de fermentación. Un enorme espacio en el que llama la atención la altura y ausencia de columnas, tal y como soñó el enólogo de Perelada, Delfí Sanahuja. De esta forma se facilita la tarea de cuantos aquí trabajan, al tiempo que se se favorece una sensación de sobrecogedora amplitud.
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Salas y recursos arquitectónicos
De hecho, la sustentación del techo está basada, de una forma tan ingeniosa como práctica, en cuatro elevados y largos muros que enmarcan dos grandes pasillos distribuidores. Éstos son los que separan la zona de depósitos de la gran sala de barricas, de la de tinajas y del botellero. Todo ello iluminado a través de amplios lucernarios y ventilado gracias a aberturas invisibles.
Todo diseñado por RCR en pos de la eficiencia y el ahorro energético y también de la confortabilidad. Porque, pese a estar bajo tierra, la amplitud de todos los espacios de la bodega evita la sensación de claustrofobia. Y el revestimiento de los muros, en tonos terrosos, recuerda más a los interiores de un gran templo, incluso un gran templo egipcio, que al de las modernas construcciones a base de hormigón, metal y cristal.
Pese a la enormidad de la sala de barricas, la distribución de éstas en hileras perfectamente trazadas, la suave iluminación del espacio, el propio olor de la madera de roble en su contacto con el vino y el silencio imperante provocan en el visitante una cierta sensación espiritual. Sensación similar a la de la zona de tinajas de barro. Ésta, de dimensiones más reducidas, está situada junto a un pasillo curvo y abierto en su parte superior, que supone un auténtico juego arquitectónico en un lugar donde las líneas rectas prevalecen. Esta zona alberga una pequeña zona de barricas en las que Delfí Sanahuja experimenta en los nuevos vinos con que Perelada sorprenderá en próximos años.
Los vinos de Perelada
Vinos, fundamentalmente tintos a base de uvas Garnacha, Syrah y la autóctona Monastrell, procedentes de las fincas del grupo. Entre ellas, Garbet, que es sin duda uno de los viñedos más espectaculares del mundo, situado como está en una ladera en forma de circo, frente al Mediterráneo y el cabo de Creus.
Degustar algunos de los vinos es obligado tras la visita a la bodega Perelada, así que lo de regresar al punto de partida en coche quizás no sea tan buena idea. Por eso, está la opción de alojarse en el alojamiento que esta empresa tiene en la propia localidad, el Hotel Peralada Wine Spa & Golf (www.hotelperalada.com/es). Desde parte de sus habitaciones se puede divisar tanto el pueblo como los campos de cultivo que lo rodean y, al fondo, el perfil de los no tan lejanos Pirineos.