Día 1
09h Paseo por el centro
Ni pequeño, ni grande, el café con leche en Santander es un “mediano”. Después de probar el de Santa & Co, que es excelente y lo sirven acompañado de una selección de dulces y salados de elaboración artesana, comienza el paseo por la ciudad monumental, que se concentra en el triángulo que forman la plaza Pombo, la del Ayuntamiento y el paseo de Pereda. Aquí están los edificios históricos, pero también otros lugares donde tomar el pulso a la vida capitalina, como el mercado de la Esperanza –bajo una arquitectura decimonónica de hierro y cristal–, la plaza Porticada o las calles más comerciales: Burgos, San Luis, Vargas.
11h Lección de historia
Si queremos conocer la historia de la ciudad, sin alejarnos del centro pasaremos por el mercado del Este, que acoge el MUPAC, el moderno Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, para ver piezas encontradas en yacimientos paleolíticos como Altamira y otras cavidades Patrimonio de la Humanidad. Y después, por el Centro de Interpretación de la Muralla Medieval y por la cripta del Cristo, en cuyo suelo acristalado se ven los restos de unos baños romanos. Sobre esta se alza la catedral, con un precioso claustro gótico.
12h Centro Botín
Como un palafito suspendido sobre el mar y junto a los jardines de Pereda, este deslumbrante centro de arte firmado por el prestigioso arquitecto italiano Renzo Piano, Premio Pritzker, pone la nota futurista a una ciudad señorial. Un lugar privilegiado en el que podemos pasar un buen tiempo visitando alguna de sus exposiciones, contemplando las vistas desde su laberinto de pasarelas y, a estas horas, sentándonos a tomar un pincho (deliciosa la ensaladilla y el pastel de cabracho) en su espacio gastronómico. Importante: antes de entrar, presta atención a la intervención escultórica Desde lo subterráneo, de la artista internacional Cristina Iglesias.
13h Mirando al mar
Comenzamos a andar por el paseo marítimo entretenidos mirando el mar a un lado y los elegantes edificios que se alinean al otro, y poco a poco se descubren algunos iconos de la ciudad. Enseguida se ve la Grúa de Piedra y, antes de llegar al antiguo puerto pesquero, el palacete modernista del Embarcadero y el monumento escultórico a Los Raqueros. El recorrido por nuevas perspectivas puede continuar hasta enlazar con la avenida Reina Victoria, custodiada por señoriales palacetes y exclusivos hoteles. Muy próximos al Palacio de Festivales –muestra de la pasión de esta ciudad por la cultura–, dos museos más: Enaire, de arte contemporáneo, y el muy vistoso Museo Marítimo del Cantábrico.
17h Paseo en barco por la bahía
Después de una comida por las calles más céntricas, la tarde se puede dedicar a tomar un barquito en el embarcadero del paseo de Pereda y contemplar Santander desde otro punto de vista. Las excursiones que cruzan la bahía llevan a Pedreña y a la playa del Puntal de Somo, una larguísima lengua de arena virgen paraíso de surfistas. También a la isla de Mouro, que es reserva natural y corona un faro. Al regresar, será difícil resistirse a pasar por Regma y tomar uno de sus famosos helados, que desde hace 90 años son un placer irresistible.
20h De tapeo por cañadío
Imitando a los santanderinos, casi obligado es acabar el día probando el arte culinario de la región, ya sea de pinchos en los bares del entorno de la plaza de Cañadío o sentados a la mesa de algunos de los restaurantes de Puerto Chico, que siguen conservando el sabor de las antiguas tabernas de pescadores. Las rabas (nunca digas calamares) es el plato santanderino por excelencia, pero los quesos, las anchoas de Santoña, los mariscos y pescados frescos del Cantábrico y muchos otros sabores locales siempre están presentes en la carta.
Día 2
09h Península de la Magdalena
El segundo día en la ciudad se disfrutará del mar y la naturaleza, que en ella se funden. Buena idea será empezar por un desayuno en el Balneario de la Concha, en la misma playa, que, si el tiempo acompaña, se sirve también en la terraza. A dos pasos está la península de la Magdalena, 24 hectáreas donde pasar unas horas (o el día) bañándonos en sus playas, viendo pingüinos, focas y leones marinos en el parque marino, corriendo por sus paseos sombreados de pinos, de pícnic o rodeando el palacio que se sitúa en lo más alto, residencia estival de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia y ahora sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
12h Playas del Sardinero
Los casi dos kilómetros de arena fina y dorada del Sardinero son, en realidad, una sucesión de playas que recorre un paseo marítimo. La primera es la del Camello y le siguen la Concha y la Primera y Segunda del Sardinero, separadas estas últimas por los jardines de Piquío. Si el tiempo acompaña, además de perfectas para un baño, lo son también para jugar a las palas, que aquí es todo un ritual.
15h El gran casino
A espaldas del paseo se sitúan algunos edificios de líneas clásicas de principios del siglo xx, cuando esta zona alta de la ciudad era el lugar elegido por la burguesía y las clases acomodadas para pasar sus veranos atraídos por los baños de ola, como el Gran Casino o el Hotel Real, pero también jardines, plazas y bulevares al arrullo del mar, entre los que se encuentran también buenos restaurantes atentos a las nuevas tendencias gastronómicas.
17h De mataleñas al faro de Cabo Mayor
Al final de las playas del Sardinero nace una preciosa senda costera que rodea el parque y el campo de golf de Mataleñas. Seguirla depara espectaculares vistas sobre los acantilados rocosos de los cabos Menor y Mayor. La senda continúa y, tras dejar atrás la playa de Mataleñas, va a parar al faro de Cabo Mayor, que vigila la entrada a la bahía y acoge en su interior un centro de arte. Lo mejor, sin embargo, es la magnífica panorámica desde este punto, donde el mar bate con fuerza contra las rocas. Mucho más con la puesta de sol. Si aún quedan fuerzas, del faro a la playa de la Virgen del Mar, donde está el santuario de la patrona de Santander, hay otros 7,5 kilómetros que se recorren sin perder de vista el litoral.
‘Top’ 5
1. Exprimir todas las posibilidades que ofrece el Centro Botín, desde la última exposición a las vistas desde este mirador único sobre la bahía.
2. Ver cómo se bate el mar contra los acantilados en el faro de Cabo Mayor después de un paseo por la senda costera.
3. Tomarse unas exquisitas rabas, el aperitivo local por excelencia, acompañadas de una caña bien tirada con dos dedos de espuma.
4. Recorrer los senderos sombreados de pinos de la península de la Magdalena que llevan al palacio que la corona.
5. Hacer una excursión en barco para admirar la estampa más regia de la ciudad desde la bahía.
Guía práctica
Guía práctica