Desde hace años, por todo Catar cuelgan carteles de Opening Soon (próxima apertura). Sea en las fachadas del centenar de hoteles de cuatro y cinco estrellas proyectados de cara al Mundial, en los museos encomendados a los mejores arquitectos del planeta o en los escaparates de centros comerciales de excesos delirantes como el pseudoparisino Place Vendôme, cuyas fuentes danzantes se convierten cada noche en un espectáculo de luz y sonido, o el pseudoitaliano Villaggio, donde las góndolas se abren paso por un canal ante las vitrinas de Gucci o Manolo Blahnik.
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Tras su designación como sede de la Copa de la FIFA 2022, el país con mayor renta per cápita del globo amplió el aeropuerto, construyó una nueva terminal de cruceros, multiplicó las autopistas por las que los pudientes cataríes hacen rugir los motores de sus deportivos y estrenó un metro galáctico sin conductor que conecta los estadios.
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Tampoco escatimó en atraer a todas las grandes cadenas hoteleras –desde Raffles y Mandarin Oriental hasta Ritz-Carlton, Four Season o Waldorf Astoria–, así como a afamados chefs como Gordon Ramsay, Alain Ducasse o Dani García hacia los restaurantes de relumbrón que han ido brotando por Doha, la capital.
Porque una de las singularidades de este atípico y controvertido Mundial es que, como el país es pequeño –tiene el tamaño de la Región de Murcia– y casi todo es desierto, la mayor parte de la vida se concentra en Doha y sus inmediaciones, y el Mundial también lo hará. Así, los hinchas podrán asistir a más de un partido al día, pues las distancias cortas, sin desplazamientos ni necesidad de cambiar de hotel.
HITOS ARQUITECTÓNICOS
Antes de que aterricen los aficionados al fútbol estarán inaugurados hitos arquitectónicos como las Torres de Katara, despuntando sobre la vecina ciudad del futuro de Lusail, o Doha Winter Wonderland, un parque de atracciones de 200.000 metros cuadrados en la isla de Al Maha.
Si las playas y el zoco de Souk Waqif, las incursiones en todoterreno al desierto o los cruceros al atardecer frente a los rascacielos del centro financiero siempre estuvieron ahí, uno por uno han ido abriendo nuevos alicientes que podrán contemplar los asistentes a la gran cita del fútbol. Entre ellos, el Museo Nacional de Catar, confiado al Premio Pritzker de arquitectura Jean Nouvel para, en un edificio con forma de rosa del desierto, que aúna el pasado, presente y futuro de este emirato. O el imprescindible Museo de Arte Islámico, de I.M. Pei, el artífice de la pirámide del Louvre, remozado de arriba abajo para su reapertura antes del Mundial.
También la espectacular Biblioteca Nacional firmada por Rem Koolhaas y el Museo del Deporte 3-2-1, diseñado por el español Joan Sibina junto al estadio Al Khalifa, el único que no hubo que construir de cero.
NUEVOS ESTADIOS
Los otros siete estadios en los que se celebrará el torneo son todos nuevos y, junto a la tecnología punta y la arquitectura con firma, destacan por sus guiños a la cultura local. Prueba de ello son las hechuras del estadio Al Bayt, inspirado en las jaimas de los nómadas, y el Al Janoub, proyectado por el equipo de la anglo-iraquí Zaha Hadid como las velas de los dhows con los que antaño se buscaban perlas por las costas de Qatar. En la fachada del Ahmad bin Ali lo que se plasmó fue la belleza del desierto.
Mientras el Lusail Stadium en el que se jugará la final fue creación de Foster + Partners, otros tres llevan el sello español de Fenwick Iribarren: las geometrías con forma de diamante del Education City Stadium y el blanquísimo Al Thumama, emulando al sombrerito de ganchillo que visten muchos musulmanes, así como el estadio 974, hecho con contenedores que podrán ser desmontados y reutilizados para futuros eventos en pro de la sostenibilidad.
¿Qué ocurrirá con tanto exceso tras los fastos del Mundial? Es la pregunta del millón en este país de Oriente Medio con algo menos de tres millones de habitantes de los cuales casi el 90% son extranjeros. Aunque para no depender solo del petróleo y el gas llevan años invirtiendo en convertirse en un epicentro para los negocios, las competiciones deportivas y la vida cultural, confían que la publicidad del megaevento, con medio planeta pegado a la pantalla siguiendo a las 32 selecciones en liza, consiga atraer en más turistas. El eslogan del Mundial, Now is All (ahora es todo), no podría resumir mejor lo mucho que se juegan más allá del fútbol.
MUY PRÁCTICO
CÓMO LLEGAR A CATAR
Catar Airways (qatarairways.com), con vuelos directos a Doha desde Madrid, Barcelona y Málaga a partir de unos 800 € ida y vuelta, propone además paquetes en su web para seguir a las selecciones. Parten de 3420 € por los vuelos, 4 noches de alojamiento y entradas a dos partidos de octavos de final.
TIENES QUE LLEVAR
Imprescindible tener en el móvil el código QR que genera la aplicación EHTERAZ, pues lo solicitan para acceder a cualquier establecimiento. Por cierto, en las fan zones, donde los seguidores sin entrada podrán seguir los partidos en pantallas gigantes, se servirá alcohol. Es una de las concesiones que, de cara al Mundial, ha tenido que hacer un país musulmán tan conservador como Catar, donde para tomar una simple cerveza hay que dirigirse a algún restaurante u hotel con licencia.
DÓNDE DORMIR
La oferta, enorme aunque nada módica, va de hoteles de tres a cinco estrellas, a villas y apartamentos, campamentos en el desierto, casas privadas que los residentes abrirán excepcionalmente para el Mundial o un par de barcos de cruceros que, atracados en Doha, harán las veces de hotel. Se pueden consultar a través de la Agencia Oficial de Alojamientos (queue.qatar2022.qa).
DÓNDE COMER
Las opciones son infinitas para las carteras rumbosas. Desde la cocina catarí con un twist contemporáneo del Jiwan by Alain Ducasse, dentro del Museo Nacional, hasta los insuperables atunes del Lobito de Mar, de Dani García, en el complejo The Pearl, el equivalente en Catar a las islas artificiales con forma de palmera de Dubái. O, en las alturas del helipuerto del JW Marriott, un té con cardamomo entre alfombras y cojines ante el mejor skyline de rascacielos para luego pasar a cenar a su Shanghai Club, así como el Mosaic del hotel Mandarin Oriental y el Nobu del Four Seasons, o el japonés del chef Morimoto y los sabores de Oriente Medio del Walima, ambos en el Mondrian, un cinco estrellas excesivo.
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Algo más asequibles, en la zona de Katara, el regusto mediterráneo del Marsa Katara y el libanés Bayt El Talleh. Y mucho más asequibles, los food trucks por la Marina de Lusail y el delicioso iraní Parissa, en pleno zoco de Souk Waqif.