LA DEHESA BONITA DE SOMOSIERRA
Al sur del pueblo de Somosierra, en la umbría del cerro Cebollera Nueva, al húmedo arrimo del arroyo de la Dehesa, crecen más robles albares, abedules, mostajos, acebos y avellanos de los que pueden verse juntos en ningún otro paraje de la sierra madrileña. La Dehesa Bonita la llaman los pocos que la conocen, esto es: los ciento y pico lugareños más un puñado de ingenieros y guardas forestales.
Paseando prácticamente solos por este magnífico bosque (que por momentos recuerda los de la cordillera Cantábrica), descubriremos atónitos las bóvedas de crucería que fingen las ramas entrelazadas de miles de avellanos y admiraremos los troncos plateados de los abedules deslizándose hacia el sol por entre los brazos hercúleos de los robles, cual espadas refulgentes de alguna leyenda artúrica. En otoño, el follaje de todos estos árboles se tiñe de colores tan cálidos e intensos, que parecen trucados con Photoshop. Un sencilla ruta circular, de menos de dos horas, se describe en sierranortemadrid.org/dehesa-bonita.
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SAN LORENZO DE EL ESCORIAL: EL ORO DE LA HERRERÍA
La Silla de Felipe II, famosa peña situada a dos kilómetros largos al sur del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, sentado en la cual el monarca vigilaba a los artífices del mismo, nos permitirá admirar desde las alturas, no ya a vista de rey, sino de águila real, una de las masas forestales mejor conservadas de España, el robledal de La Herrería. También conocer cómo era el bosque de roble melojo (Quercus pyrenaica), el mismo que durante milenios ribeteó las faldas de la sierra de Guadarrama.
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Y si es en otoño la visita, cuando los primeros fríos pintan la fronda de oro viejo, pues miel sobre hojuelas. Un paseo fácil desde el monasterio de San Lorenzo hasta la Silla de Felipe II, de una hora de duración (ida y vuelta), se cuenta con detalle en la sección de rutas en la naturaleza de sanlorenzoturismo.es. También se describe una excursión más exigente, de cerca de tres horas, por el bosque de La Herrería.
EL PARDO RIBEREÑO
En el Pardo, justo antes de entrar en Madrid, el Manzanares aún es un río sorprendentemente natural. Ya no es el niño salvaje que brinca nada más nacer en la sierra de Guadarrama, pero todavía conserva un aire sano. Así lo vamos a ver subiendo por su margen derecha desde el puente de los Capuchinos, en El Pardo. El sendero, muy sencillo y sin pérdida posible, porque discurre siempre al lado del río, nos va a llevar en una hora hasta la presa de El Pardo.
Mirando a la derecha, hacia el Manzanares, descubriremos espléndidas alamedas y fresnedas, que el otoño pinta de vivo amarillo. Mientras que, mirando a la izquierda, tras la alambrada que protege la zona de reserva integral del monte de El Pardo, observaremos docenas de gamos triscando entre las encinas, cosa nada extraordinaria, pues hay miles de ellos y en esta época andan revueltos, de ronca que le dicen. Más información, en elpardo.es.
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ABEDULAR DE CANENCIA
Como una luz de bengala, como una muchedumbre de mariposas amarillas, irrumpe el otoño en los abedulares. Reconoceréis a estos árboles por su corteza blanquísima, lisa, tersa, que en los ejemplares maduros tiende a agrietarse formando estrías negruzcas; y por sus hojillas caedizas, de figura triangular puntiaguda, que al virar en octubre al amarillo componen con aquella un conjunto de claridad extrema, de etérea hermosura. En Madrid, esta especie eurosiberiana, es una rareza tal que casi hay que buscarla con lupa en arroyos, trampales y gargantas de la cuenca del Lozoya. Masas notables, que merezcan el título de abedulares, solo hay dos: en la dehesa de Somosierra y en el puerto de Canencia.
Aquí, en el puerto de Canencia, empieza y acaba la senda del Arroyo del Sestil del Maíllo y de la Ladera de Mojonavalle, una ruta circular de 7,6 kilómetros que permite recorrer en dos horas y media el abedular más llamativo de la región. Por el camino veremos, además, la chorrera de Mojonavalle, donde el arroyo del Sestil del Maíllo se descuelga cien metros por cascadas y toboganes. El recorrido se descarga en sierranortemadrid.org.
CASCADAS DEL PURGATORIO
El arroyo del Aguilón es un caudaloso afluente del Lozoya que nace en las proximidades del puerto de la Morcuera y muere casi a las puertas del monasterio de El Paular y que, a mitad de camino, se encajona en una pétrea garganta donde interpreta, en versión acuática, las angustias de las almas atascadas entre el infierno y el cielo, con mucho brinco, espumarajo, remolino y jaleo.
Las cascadas del Purgatorio no son las más altas de Madrid, pero sí las más bellas y visitadas. Y, por lo dicho, las más simbólicas. Merece la pena verlas en otoño, cuando crece su caudal y los robledales que las rodean adquieren llamativos tonos dorados y cobrizos. La senda que lleva hasta ellas parte del monasterio de El Paular, a dos kilómetros de Rascafría, y es un buen paseo de cuatro horas (ida y vuelta). Difícil no es esta ruta, porque está bien señalizada. El folleto de la misma, donde se describe paso a paso, se puede descargar en rascafria.org
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HAYEDOS Y ROBLEDALES DE LA SIERRA DEL RINCÓN
En la Sierra del Rincón, en el lejano noreste de Madrid, se encuentra el hayedo de Montejo, un bosque de pequeñas dimensiones (222 hectáreas) pero de fama exagerada, porque es uno de los más sureños de su especie. Y también de los más protegidos, tanto que para visitarlo es obligatorio hacer un recorrido guiado (de una hora y media de duración o poco más), reservando plaza con antelación en sierradelrincon.org.
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Si ya conocemos el sitio o no nos apetece reservar o se han agotado las plazas, muy cerca, en La Hiruela, hay un magnífico paseo otoñal alternativo: la senda de Molino a Molino, una ruta circular de dos horas que discurre emboscada por los robledales, alamedas y saucedas del alto Jarama, que en esta estación no tienen nada que envidiar al famoso hayedo. Más información sobre esta y otras sendas, en turismolahiruela.es