Los desiertos son lugares fascinantes, magnéticos. El de Judea , entre las montañas del mismo nombre y el mar Muerto, es una tierra áspera, surcada por wadis (valles) secos y cañones profundos, que tiene su particular atractivo: su belleza escarpada y su papel en la historia como escenario bíblico, testigo de tentaciones, refugio de rebeldes y lugar de retiro de monjes y eremitas.
Según se avanza hacia el sur por el desolado paisaje , animado solo por algún beduino guiando su ganado y el oasis de Jericó a lo lejos, de pronto un cartel avisa de que hemos alcanzado el nivel del mar. A partir de este punto, y durante todo el trayecto por la carretera que recorre los 80 kilómetros del mar Muerto, será un descenso continuo hasta el punto más bajo del planeta.
El Parque Nacional de Qumram es la primera parada de la ruta, un asentamiento arqueológico en el que se descubrieron en 1946 los manuscritos más antiguos de la Biblia, del siglo i a. C. Junto a ellos se encontraron otros textos religiosos y algunos más que describen la vida cotidiana de los esenios, la comunidad judía que se estableció en este lugar remoto para vivir una vida monástica. La película que se proyecta en el centro de visitantes, los restos encontrados en las excavaciones y el recorrido por el yacimiento relatan la historia del lugar.
Media hora más allá, la Reserva Natural de Ein Gedi nos sorprende con cascadas, pozas de agua dulce y una exuberante vegetación regada por manantiales y torrentes de agua en pleno desierto, además de una antigua sinagoga. Ein Gedi es también un kibutz, en las inmediaciones de la reserva, donde podemos conocer de cerca cómo es la vida en una de estas comunidades agrícolas y además pasear entre especies exóticas en su jardín botánico.
Hacia el sur, en una meseta elevada espera Masada, la Numancia israelí. En el año 73 d. C., un grupo de zelotes judíos hizo frente al asedio del ejército romano en este bastión fortificado por Herodes el Grande que tuvo un trágico final: acabar con su vida antes de entregarla al enemigo. Para revivir este episodio histórico y entender lo que debió suponer edificar en un lugar así esta ciudadela inexpugnable hay que ascender hasta la cima por el sinuoso sendero de la Serpiente o, más cómodo, en teleférico, y recorrer sus numerosas edificaciones.
A 400 metros de altura, la vista se entretiene contemplando los restos de los ocho campamentos romanos alrededor de Masada, las perspectivas que ofrece este balcón natural sobre el desierto y observando el mar Muerto en toda su magnificencia. Al bajar espera el museo y el video mapping que, cuando se pone el sol, se proyecta sobre el lado oeste de la montaña.
A espaldas de altas montañas doradas y frente a una playa de arena se levantan los hoteles con spa de la turística Ein Bokek, en los que se alojan los que llegan al mar Muerto para flotar en sus aguas turquesa o embadurnarse con los barros de su lecho marino. Una relajada despedida a este viaje por el desierto antes de regresar a Jerusalén y ver en el Museo de Israel aquellos manuscritos de Qumram que tanta luz han arrojado sobre la historia del Libro de los Libros.
No dejes de...
Hacer un tour en todoterreno por el desierto. Es la mejor forma de explorar este impresionante paisaje de cañones, ríos secos, cuevas y curiosas formaciones rocosas modelado por el viento y el agua. Empresas como Tourist Israel (touristisrael.com) o Civitatis (civitatis.com) organizan recorridos que acercan, entre otros lugares, al monte Sodoma, compuesto casi por completo por sal gema, o al pilar de roca conocido como la Mujer de Lot, el personaje bíblico que quedó petrificado en sal. Desert Bird (en.desertbird.co.il) también ofrece caminatas guiadas por el desierto y actividades con los beduinos. Y una experiencia única será bucear en el increíble paisaje submarino del mar Muerto, que ofrece Dead Sea Divers (deadseadivers.com).
Guía práctica
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