Una de las visitas estrella de Puerto Rico es la de sus bahías bioluminiscentes. De las tres existentes en la isla, la Bahía Mosquito de la isla de Vieques, la Parguera, en Lajas, y la Laguna Grande de Fajardo, elegimos esta última, situada en el noreste del país. Lo primero de todo es contactar con alguna de las empresas que organizan las salidas en kayak y esperar a que decline la claridad del cielo. Mientras cae la noche, la bioluminiscencia adquiere en las bahías de este país mayor intensidad que en otras aguas del mundo. Este fenómeno viene dado por la presencia de una gran cantidad de dinoflagelados, organismos unicelulares que forman parte del plancton y que, al ser agitados, responden liberando energía en forma de luz. Para que se produzca, las bahías deben poseer unas características físicas y químicas concretas, así como determinados factores de salinidad, temperaturas cálidas o nutrientes y materiales orgánicos proporcionados por el arbusto del manglar.
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Desde la orilla del mar buscaremos el meandro que conduce, entre el bosque, a la Laguna Grande. A partir de las ocho de la tarde, la oscuridad se manifiesta en todo su esplendor y las aguas adquieren tonalidades fosforescentes y brillantes. La experiencia es tan intensa y sobrecogedora que uno no sabe si mirar al cielo o al agua, que va adquiriendo y mezclando colores intensos: azul, verde, amarillo. En las alturas refulgen las estrellas y en la superficie miles de organismos encienden la noche .
De camino a la siguiente parada, podemos tomarnos un descanso en una de las playas más celebradas de la isla, como la del Balneario La Montserrate, en Luquillo, rodeada de palmeras y cuyas aguas cristalinas tientan a darse un baño. Para luego continuar 20 kilómetros más allá hasta llegar al Bosque Nacional El Yunque, la única selva tropical en el Sistema Forestal Nacional de Estados Unidos.
Exótico y exuberante, este bosque húmedo, cuyo nombre viene de Yuke, que es como los indios taínos se referían a las “tierras blancas”, contiene una enorme diversidad vegetal y animal. Además de conocer sus principales atractivos, la cascada de Coca y las privilegiadas panorámicas de la Torre de Observación de Yokahú, entre la fauna autóctona podremos observar al coquí, la simbólica rana de Puerto Rico.
Existen distintos modos de disfrutar de este lugar, el más habitual son las rutas de senderismo, que combinan paseos con baños en pozas naturales bajo saltos de agua, pero más divertido es contemplar el bosque desde las alturas volando en tirolina por encima de la copa de los árboles. La experiencia se realiza en Rain Forest Zipline Park, en una de las entradas al parque. Tras aprender a manejarnos con los arneses de protección y a frenar, nos deslizaremos de árbol a árbol con la velocidad precisa para abrazar la naturaleza a vista de pájaro. Poco a poco se va ganando altura, hasta llegar al tramo final, donde se recorre casi un kilómetro de longitud. Nunca una selva tropical resultará más impactante. El aire como espacio de experimentación y observación.
No dejes de...
Visitar el Viejo San Juan. El barrio histórico de la capital de Puerto Rico acaba de cumplir 500 años y es un enclave único por su arquitectura colonial. En esta ciudadela amurallada, las coloridas fachadas tradicionales conviven con palacetes neoclásicos, la catedral, paseos junto al mar y bares con música de salsa. Por supuesto, no puede faltar la visita al castillo de San Felipe del Morro (en la imagen).
Guía práctica
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