Los habitantes de los pueblos vecinos al Parque Nacional de Bandhavgarh hablan un dialecto local, variante del hindi, en el que la palabra para referirse al oso es bahlu y la que nombra al tigre es sher. En sus 500 kilómetros cuadrados de extensión, este antiguo coto de caza de los maharajás aún acoge representantes de casi todas las especies que figuran en el relato de Kipling. Parte de su territorio está formado por grandes paredes rocosas calizas que acumulan la lluvia en invierno y la vierten en primavera. En sus riscos hay lobos, perros salvajes y osos bezudos. En las llanuras, cubiertas por hierba alta y húmeda, habitan los ciervos manchados, los chitales y el mayor de los antílopes indios: el sambar. En la selva, en las tupidas formaciones boscosas creadas por el árbol de sal, el bambú, el arjún y el tendu, viven los monos langures, las serpientes pitón y su majestad el tigre. No hay panteras negras, pero sí leopardos y también elefantes, aunque ya no son salvajes, están domesticados.
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También en Bandhavgarh es posible ver ruinas misteriosas como las del relato de Kipling, entre ellas las de una fortaleza que puede tener más de 2000 años, cargada de mitos y leyendas. La tradición sostiene que fue el dios hindú Rama, héroe del Ramayana (una de las epopeyas del hinduismo), quien regaló esta tierra a su hermano a su regreso de la isla de Ceilán (actual Sri Lanka). El nombre de Bandhavgarh se debe a este suceso: banda significa hermano y garh, fuerte.
El parque de Bandhavgarh posee la mayor densidad de tigres por kilómetro cuadrado de la India y es, por tanto, el que ofrece mayores probabilidades de avistarlos. Con todo, no es fácil. El safari fotográfico no guarda relación con el de las sabanas de África, pues aquí no hay llanuras despejadas. Son las voces de alarma de los monos y los antílopes las que detectan la presencia del rey de esta selva, cuyo movimiento solo se puede seguir vigilando la dirección en la que se mueven los pájaros. Los vehículos todoterreno se mueven por pistas de tierra para tratar de avistar al tigre en el momento preciso en que el animal abandona la espesura, cruza la carretera o se detiene en un paraje en el que se le puede contemplar sin el tupido velo de la vegetación.
Se estima que en este espacio viven 60 tigres de Bengala. En el conjunto de los parques nacionales de Madhya Pradesh –Bandhavgarh, Pench, Panna y Kanha– el número de ejemplares asciende a unos 400, la quinta parte de todos los de la India. Durante la estancia, lo más frecuente es visitar más de un parque y permanecer uno o dos días en cada uno. La experiencia de buscar tigres por la selva, entre monos, aves exóticas, antílopes bellísimos y el encuentro ocasional con un oso, un leopardo o una serpiente pitón, ya justifica el viaje. Luego, si la suerte acompaña, aparecerá ante los ojos uno de los animales más bellos del planeta. Porque, en Bandhavgarh, tigres hay siempre. Un cartel a la entrada y a la salida del parque avisa: “es posible que tú no veas al tigre, pero él te verá a ti seguro”.
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Visitar los templos de Khajuraho. En el mismo estado donde se encuentran las selvas del tigre está el recinto amurallado de Khajuraho, que aloja el mayor conjunto de templos hindúes de la India, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Solo quedan en buen estado de conservación un total de 22 de los 80 originales, levantados hace más de mil años con granito y una piedra arenisca que permitió a los escultores dotar a sus figuras de innumerables detalles. Son famosos los relieves con motivos eróticos, un posible homenaje al matrimonio entre el dios Shiva y su esposa, la diosa Parvati.
Guía práctica
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