Si ahora el New York Times ha elegido las Cíes gracias a sus esfuerzos por la conservación, hace ya años el periódico inglés The Guardian sentenció su soberbia playa de Rodas como la mejor del mundo. No dejó a su manera de ser una sentencia, pues, como afirma Suso Framil, uno de los guías del Parque Nacional de las Islas Atlánticas al que pertenece el archipiélago, «aquella publicidad nos trajo en su día muchos problemas, con gente que venía solo a hacerse la foto, sin tener en cuenta que estas islas son un lugar frágil y muy protegido donde a los visitantes se les exige llevarse a tierra firme su propia basura y está prohibido salirse de los senderos para no dañar la vegetación ni molestar a las aves».
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Sin coches, sin alojamientos, a excepción de un cámping, ni más moradores que los guardas del parque, las Cíes son mucho más que una playa bonita. Los que repiten incluso aseguran que venir solo a bañarse es perderse lo mejor, y no les falta razón. De arenales perfectos anda también sobrada la vecina península del Morrazo y sin necesidad, como aquí, de pedir una autorización a la Xunta y tomar un ferri para llegar.
Recorriendo la insospechada península del Morrazo
En verano, la afluencia de visitantes resulta inevitable, a pesar del tope de unos 2000 permisos de acceso al día. Nada que ver con darse un chapuzón casi a solas en las transparencias turquesas de Rodas y las no menos preciosas playas de Nosa Señora y Figueiras –heladoras todas en cualquier temporada–, o abrirse camino por sus senderos sin gente alrededor. Para eso, hay que venir fuera de julio y agosto.
Entre la vegetación autóctona de cerquiños y matorral costero y unos bosques invasores de pinos y eucaliptos que poco a poco se van eliminando, por este archipiélago candidato a Patrimonio de la Humanidad hay cuatro itinerarios senderistas y ninguno circular. De ahí que, salvo que se vaya a pernoctar en el cámping o se tenga intención de volver otro día, conviene, desde Vigo, Cangas u otros puertos de las Rías Baixas, tomar el primer ferri de la mañana y, con la firme promesa de regresar en el último de la tarde para aprovechar el día, enfilar hacia el zigzag de la ruta do Faro.
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Desde el embarcadero, serán entre la ida y la vuelta 7 kilómetros salpicados por vistas que compensan con creces. Hacia la vecina isla Sur o San Martiño, apenas transitable y accesible únicamente en embarcación privada, o a la propia isla del Medio o do Faro, en cuyo mirador más alto, al filo de sus acantilados, espiar a la descomunal colonia de gaviotas patiamarillas que anida por estos pagos o a la población de cormoranes moñudos y alcatraces o mascatos, como les dicen en Galicia. Más sencilla, también por este flanco y con algunos tramos en común, discurre la ruta del faro da Porta.
Tras un remojón o al menos un paseo junto a las dunas de Rodas, debería luego enfilarse en la isla Norte o de Monteagudo hacia la panorámica, si cabe mejor, del Alto do Príncipe. De propina, no mucho más allá, las vistas a los archipiélagos de Sálvora y Ons desde el Faro do Peito, que remata el cuarto itinerario.
No hace falta caminárselos todos para saborear el estado salvaje de estas islas que, azotadas por la furia del Atlántico, son naturaleza en mayúsculas. Ni para toparse por sus abruptas hechuras con algún lagarto ocelado asomando en un visto y no visto por alguna hendidura de sus roquedos o palpar la historia a través de la huella de quienes las habitaron en el pasado. El castro As Hortas es el primer asentamiento en las Islas de los Dioses, que bautizaron los romanos; y en el convento, benedictinos y franciscanos se retiraron del mundo en la Edad Media. También se puede seguir el rastro de las familias de pescadores que, tras el cierre de las factorías de salazón abiertas aquí a finales del siglo XIX, resistieron en Cíes hasta la pasada década de los sesenta, casi justo cuando comenzó a recalar por ellas una legión de hippies de camino a Katmandú.
MUY PRÁCTICO
¿QUÉ HACER PARA IR A LAS ISLAS CÍES?
Aunque gratuito, del 15 de mayo al 15 de septiembre es obligatorio sacar un permiso de acceso (autorizacionillasatlanticas.xunta.gal) antes de comprar el pasaje del barco. Fuera de la temporada alta no se ponen cupos de visitantes pues las Cíes tienen mucha menos demanda, a diferencia de julio y agosto, cuando conviene sacar los permisos con hasta 90 días de antelación pues se agotan.
CÓMO LLEGAR
Varias navieras, como Nabia (piratasdenabia.com) o Mar de Ons (mardeons.es), conectan las Cíes con Vigo, Cangas y otros puertos de las Rías Baixas. Operan a diario hasta mediados de octubre. El resto del año, principalmente los fines de semana, con a menudo visita guiada incluida en el pasaje. El precio del billete ronda los 20 € adultos y los 10 € los niños, algo más caro si se va desde Portonovo, que sube a 30 € los adultos. Se tarda en llegar, desde Vigo, aproximadamente unos 30-40 minutos.
También puede alcanzarse el archipiélago en barco privado, en expediciones de buceo (buceoislascies.es) o con propuestas tan insólitas como asomarse a la pesca tradicional de la zona (pescaturismogalicia.es) y adentrarse en los secretos de la vela a bordo de un crucero-escuela (imrama.com). En la caseta junto al embarcadero, los guías del Parque Nacional (illasatlanticas.gal) ofrecen información sobre sus senderos además de rutas guiadas y charlas interpretativas.
EL ALOJAMIENTO
La única opción en Cíes es su cámping (campingislascies.com), con monitor para los niños, rutas de senderismo y snorkel, así como salidas nocturnas para disfrutar los impresionantes cielos estrellados del archipiélago de la mano de un guía Starlight. Abierto hasta el 15 de septiembre.
En la vecina península del Morrazo, ya sí abiertos todo el año, desde clásicos del turismo rural de calidad como la Casa de Aldán (acasadealdan.com) hasta los novísimos ocho apartamentos de diseño ACíes (aciesapartamentos.com), plantado delante del archipiélago y cada uno con terraza panorámica donde desayunar con vista a sus islas.
LA COMIDA
Hay varios sitios en Cíes donde picar algo rápido o comprar bocadillos. Buena cocina casera, solo en su Bar Serafín. Aunque no todos estarán abiertos en temporada baja, se turnan para, siempre alguno, dar servicio cuando llegan visitantes.