Contemplar el géiser del Hervidero, en el centro histórico de Karlovy Vary, tiene algo de hipnótico. El agua brota a 72 ºC a una profundidad de dos kilómetros, produciendo un flujo de 2000 litros por minuto. Al llegar a la superficie, el chorro va perdiendo presión y temperatura, lo que permite que muchos se acerquen a la fuente para cumplir con el viejo ritual de llenar las típicas jarritas de porcelana (pohárek) y beber a sorbos el agua curativa.
Situada a 120 kilómetros de Praga, la aristocrática ciudad bañada por el río Teplá –su nombre significa “caliente”– es la puerta de entrada al triángulo balneario checo, integrado también por las vecinas Mariánské Lázně y Františkovy Lázně. Desde el pasado verano, pertenecen al Patrimonio de la Unesco, dentro de la exclusiva lista de las Grandes Ciudades Balneario de Europa.
El reconocimiento es, sin duda, un gran aliciente para visitar esta región de Bohemia occidental. Personalidades como Goethe, Nietzsche, Kipling, Strauss, Freud o Chopin acudían a los balnearios checos para relajarse, curar sus dolencias y, tal vez, ir al encuentro de sus musas. Entre los siglos XVIII y principios del XX, estas mecas del bienestar atrajeron a los aristócratas y burgueses de la época. A día de hoy, los tratamientos termales están subvencionados por la sanidad pública.
En Karlovy Vary hay 14 fuentes con propiedades medicinales y el reto es probarlas todas, incluso las sulfurosas. Con la jarrita colgada al cuello se inicia el recorrido por esta ciudad, que tiene su mejor panorámica subiendo en funicular hasta el mirador de Diana, en una colina. Al paseo Prado Antiguo, que transcurre paralelo al río, asoman casas de coloridas fachadas que conservan los nombres y la numeración original de 1770. En la llamada del Águila Roja se alojó el zar ruso Pedro el Grande, y la Mozart fue el refugio de Goethe y su joven amante, Charlotta von Stein. También resiste en pie la cafetería Elefant, la más antigua de la ciudad.
Siguiendo el rumor del agua se llega al géiser del Hervidero y su columnata. La más espectacular de estas naves porticadas construidas a finales del XIX para resguardar las fuentes y que marcan la arquitectura de las ciudades balneario es la columnata del Molino, símbolo de Karlovy Vary, junto al Hervidero y la estatua de la Gamuza. Construida con un estilo neorrenacentista, se asienta en 124 columnas y alberga cinco manantiales. En la otra orilla del río está el Teatro Municipal, donde cuelga un enorme telón pintado por Gustav Klimt.
Los amantes de la arquitectura brutalista no pueden perderse el hotel balneario Thermal, cuyo auditorio alberga el glamurosoFestival Internacional de Cine de Karlovy Vary y un spa. Otra visita ineludible es la fábrica de cristal Moser. Y antes de despedirse de la ciudad, nada mejor que brindar con Becherovka, el licor de hierbas más popular de Chequia, en su didáctico museo.
Tras hacer una parada en Loket, el pintoresco pueblo conocido por su castillo, llegamos a Mariánské Lázně (baños de María, en checo). En la segunda ciudad del triángulo balneario brotan más de 100 fuentes, 40 solo en el centro. Muy cerca del hotel Ensana Nové Lázně, el mayor resort balneario de Europa Central, se sitúa la Columnata Principal, que nos traslada a los tiempos de la belle époque. Justo al lado está la fuente cantora de Mariánské.
Merece la pena hacer un par de excursiones: al palacio de Bečov, que atesora el Relicario de San Mauro, y al palacio de Kynžvart, antigua residencia del príncipe Metternich, cuyo gabinete de curiosidades reúne desde el escritorio de Alejandro Dumas a una momia egipcia.
Goethe se refirió a la estación balnearia Františkovy Lázně –bautizada en honor del emperador Francisco I, quien la fundó en el siglo XVIII– como el “paraíso en la tierra”. La ciudad más apacible del triángulo líquido destaca por sus casas pintadas de blanco y amarillo, sus jardines de estilo inglés y sus 23 manantiales curativos. Uno de los símbolos de la villa es la estatua de un niño desnudo, el Frankisek; según la leyenda, si una mujer quiere quedarse embarazada tiene que pasarle la mano por encima. Dos excursiones aconsejables desde Františkovy Lázně son la ciudad de Cheb y la Reserva Natural de Soos, un paraje de turberas ricas en carbono.
No dejes de...
Visitar la fábrica de cristal Moser de Karlovy Vary. De esta factoría checa fundada en 1857 salen delicadas piezas de cristal de Bohemia y es proveedora oficial de las casas reales y palacios más importantes del mundo (la vajilla de boda de los reyes de España lleva su sello). Desde su origen, la firma utiliza cristales libres de plomo. Durante una visita guiada es posible asistir a las diferentes fases de producción: desde el soplado a la decoración con oro y platino. Todas las piezas se realizan a mano, y las más exclusivas se hacen bajo pedido. Algunas superan los 25.000 €.
Guía práctica
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