La reina Isabel II tenía un sherry favorito, el Harveys, y aunque esta marca nació en la ciudad de Bristol en 1796, sus bodegas están en tierras gaditanas, donde se establecieron los ingleses al olor de la miel. Hoy es el jerez más vendido en el mundo. También lo era el preferido de su padre Jorge VI, y de los monarcas que les precedieron, que en 1895 fue distinguido con el sello que concede la familia real a sus proveedores oficiales desde el siglo XV. Harveys es una de las marcas de Bodegas Fundador y la única española de alimentación española que lo posee (la otra es Porcelanosa), todo un símbolo de prestigio y reconocimiento, pues este honor solo lo tienen 800 empresas de todo el mundo, entre ellas los chocolates Cadbury, el champán Moet o el icónico té Twinings.
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Para conocer todos los secretos del vino de la Reina hay que empezar por visitar la viña El Majuelo, a las afueras de Jerez. Junto a las vides del pago de Macharnudo donde crece la uva palomino que da como fruto estos vinos, Antonio Florido, director de enología y master blender de Bodegas Fundador, nos cuenta que «este pago es el más emblemático del Marco de Jerez por su ubicación, su orientación y su suelo. La climatología es diferente en este entorno y la tierra albariza, más pura, lo que da al vino unas características notables». Una tierra caliza y blanquecina que retiene el agua y es rica en fósiles, pues Jerez hace millones de años estaba cubierto por mar, algo determinante para crear «vinos con músculo», apunta.
Una ruta por las bodegas de Jerez de la Frontera
Desde el cortijo El Majuelo, hoy Castillo de Macharnudo, a 135 metros de altitud, se contempla el mar de vides y, si el día está claro, hasta el Atlántico, que queda muy próximo. Esta singular construcción, que fue un estratégico e importante enclave en la Edad Media, es icono de la bodega vinculada a la familia real británica, que antes fue propiedad de los Domecq. La historia nos la descubre María Eugenia Herrera, directora de Relaciones Públicas de Fundador, cuyo nombre aparece en el certificado que emite Lord Chamberlein, jefe de la Casa Real inglesa, como garante de que estos vinos de Jerez tienen la máxima calidad y que todos los procesos de su elaboración se cumplen con rigor.
Reina Isabel II: estos eran sus vinos favoritos
María Eugenia nos comenta que «las relaciones entre esta marca y la corona se remontan a tiempos de la reina Victoria y este certificado se va renovando cada cierto tiempo para asegurar que ofrecemos una garantía máxima». Y espera –apunta– que tras el fallecimiento de la reina Isabel II, se siga manteniendo, con el nuevo rey Carlos III.
En una estantería vemos los vinos de Harveys con el sello Royal Warrant estampado en su etiqueta. En lo más alto, la gama Vors, envejecidos como mínimo 30 años en botas (así se llama aquí a las barricas) de roble. La variedad de Palo Cortado fue reconocida en 2020 como el mejor amontillado del mundo en los premios Internacional Wine Challenge y en 2016 el premio Campeón de Campeones en este prestigioso certamen londinense. A un lado de los Vors está la gama Premium; y al otro, clásicos, entre los que sobresale el Harveys Bristol Cream, el sherry que la Reina de la Inglaterra ofrecía en sus recepciones y que, según cuentan, ella bebía cada tarde.
Después de conocer sobre el terreno el origen de los vinos de Su Majestad en el castillo de Macharnudo, hoy dedicado a acoger todo tipo de eventos, incluso bodas –cuenta con una pequeña capilla–, hay que poner rumbo a la ciudad gaditana, porque en el casco histórico se encuentra el lugar donde envejecen los vinos y brandys de la bodega. Próxima a la basílica de la Merced y a un paso del Museo Arqueológico, alardea de ser la más antigua de Jerez, pues se fundó nada menos que en 1730.
48 horas en Jerez de la Frontera
A la entrada se contempla el certificado y un escudo con el sello con el que la Casa Real ha distinguido a estos vinos. A partir de este punto comienza la visita por su interior, una completa experiencia enoturística para adentrarse en el mundo del Harveys, pero también de las otras marcas de jerez y brandys de la bodega. El recorrido pasa por el claustro del convento del Espíritu Santo, que data del siglo XIV; por la bodega La Mezquita, que tiene una extensión de cuatro campos de fútbol; y descubre las escaleras construidas con motivo de la visita del rey Alfonso XIII a Jerez y que conectan la bodega El Castillo con el resto de las del núcleo histórico. También pasa por su jardín declarado de interés cultural y permite contemplar una colección de botas muy especiales, en la que personalidades de todos los ámbitos han dejado su firma.
El broche final lo pone la tapería, que cuenta con una bonita terraza –en verano animada con música en directo–, donde se realizan sus menús con maridaje: de tapas, de arroz o andaluz (entre 25 y 45 € por persona). La visita solo con degustación, entre 10 y 18 €.
UNA BOTA DE JEREZ, EL REGALO DE LA REINA
La vinculación de las bodegas jerezanas con Isabel II no acaba aquí, pues fruto de las históricas e intensas relaciones comerciales entre ambos países –donde el jerez se rebautizó como sherry, el nombre por el que es conocido en todo el mundo–, la corona británica instauró en el siglo XVII la tradición de pagar a los nuevos poetas oficiales (o laureados) de la Casa Real con una bota de vino, de la que se enviaban dos cajas para la bodega personal de la monarca británica. El elegido visita Jerez para escoger su vino y deja su firma en la bota como recuerdo, que se instala en la bodega de San Ginés de la Jara, ubicada en la sede del Consejo Regulador.
EL DUQUE DE EDIMBURGO TAMBIÉN PASÓ POR JEREZ
Más relaciones entre Jerez y la familia de la Reina Isabel II las descubrimos en las bodegas Tío Pepe de González-Byass, un conjunto monumental en pleno centro histórico de la ciudad –con patios andaluces, calles emparradas y bodegas centenarias–. Por ella pasó su marido, el Duque de Edimburgo, cuya firma estampó en una bota de la bodega Los Reyes, que guarda los vinos más preciados y antiguos de la marca. Dedicada a la familia real de nuestro país, también Isabel II la visitó, pero no la de Inglaterra, sino la nuestra, la española.