Uno se siente más cerca del cielo a 3000 metros de altitud. Y en Kuelap, la ciudad de los chachapoyas, “los hombres de las nubes”, más aún. No se llega a ella tan fácilmente, y eso que desde que instalaron un teleférico para salvar el último tramo montañoso resulta más cómodo. Allí abajo, como tatuado en la cordillera, se ve el camino de tierra que hasta hace poco tiempo era la única manera de acceder hasta esta ciudadela perdida en las cumbres andinas del departamento de Amazonas, sin contar el empinado sendero, con un desnivel de 1200 metros, que permite subir a pie.
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Los chachapoyas eligieron con toda la intención la ubicación perfecta de esta ciudad de la que aún no se sabe mucho, pero que, al parecer, servía, principalmente, como lugar de refugio a esta ancestral cultura . Los farallones y precipicios que la rodean, las enormes murallas de 16 metros de altura, las tres únicas entradas al vasto recinto y el hallazgo de miles de proyectiles de piedra apuntan a esa teoría. Aún queda mucho por descubrir, pero lo que se ve es espectacular y está mejor conservado, incluso, que la joya de la corona patria, Machu Picchu. Sí, resulta inevitable compararlas, pero son diferentes. Para empezar, la primera no tiene nada que ver con los incas, aunque acabó bajo el dominio de estos. Y, además, se construyó 500 años antes.
Entre las edificaciones de piedra ha crecido un bosque entero, formando un ecosistema propio en el que viven decenas de especies animales y vegetales, como las bromelias y las orquídeas, y que, junto a la niebla que a menudo se extiende por la cumbre, crean un ambiente de lo más misterioso. Cuando sale el sol todo se transforma, y como la ciudad perdida está situada en lo alto del cerro, desde aquí se divisa el curso de los ríos, las laderas aterrazadas de las colinas cercanas y la sucesión de picudas montañas que se vuelven azules según se alejan en el horizonte.
A unos cien kilómetros de Kuelap se encuentra la cascada de Gocta, otro de los atractivos de este entorno. Es la tercera más alta de Perú, y una de las mayores del mundo, con sus 771 metros en dos tramos. La belleza de este lugar es lo realmente asombroso. Desde el pequeño pueblo de Cocachimba parte el camino hacia Gocta, un sendero que rápidamente se adentra en un bosque y no tarda en convertirse en selva, en nimbosilva o bosque nuboso.
El terreno es resbaladizo y escarpado, lo que hace que en las cuestas se mire con cierta envidia a quienes pasan al lado a caballo. Según nos vamos acercando, el valle se abre y se ve la cascada entre los árboles. Al final, en una enorme hondonada, aparece el agua desplomándose por una pared de roca negra hacia una pequeña laguna formada a sus pies. Es algo hipnótico. Tal vez sea esa sensación la que, hasta hace poco, conseguía que los habitantes de Cocachimba temieran a la catarata. No en vano, la leyenda dice que en la laguna vive una sirena que hechiza a los hombres y los arrastra a las profundidades. Desde luego, el entorno es propicio para que la imaginación vuele.
No dejes de...
Visitar el cañón del Sonche. Está a media hora al norte de la ciudad de Chachapoyas, junto al pequeño pueblo de Huancas, conocido por su tradición alfarera. El Sonche es un afluente del Utcubamba y corre por el fondo de este espectacular desfiladero de once kilómetros de longitud, dos de ancho y casi mil metros de profundidad. Desde sus dos miradores se disfruta de esta impresionante cicatriz geológica, acompañado solamente por el silencio y el fuerte viento. Junto al mirador de Huancas se hacen demostraciones de elaboración de cerámica tradicional, usando una técnica rústica que no utiliza torno. Las mujeres han sido las portadoras de este saber, que transmiten de madres a hijas.
Guía práctica
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