Fueron los fenicios los que implantaron la cultura vitivinícola que durante siglos definió Ronda, haciendo del vino uno de los productos más venerados y cultivados en la zona. Tanto es así, que el nombre de Acinipo, el asentamiento romano primigenio del que hoy apenas quedan restos, significa precisamente «rodeado de viñedos». Mucho después llegaría la filoxera, y con ella, la extinción de esta arraigada tradición. Sin embargo, los rondeños sabían que, pasara el tiempo que pasara, aquella cultura se encontraba bien presente en su ADN. Uno no puede desligarse del pasado tan fácilmente, y qué suerte que así ocurriera. De esta manera, y desde hace décadas, las bodegas comenzaron a proliferar en los alrededores de la ciudad malagueña convirtiéndola en el hogar de nada menos que 26 templos dedicados al vino.
Hoy Ronda cuenta con alrededor de 250 hectáreas de viñedos y forma parte de la D.O. Sierras de Málaga. Conocer cada una de ellas sería abarcar demasiado, pero te traemos la historia de 6 para ir entrando en faena. Llenemos la copa y brindemos por esta ruta que empieza. ¡Salud!
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CORTIJO LOS AGUILARES, TRABAJO EN FAMILIA
En pleno corazón de la Serranía de Ronda, a 900 metros sobre el nivel del mar y a solo 5 kilómetros de la ciudad malagueña, se halla el Cortijo Los Aguilares (cortijolosaguilares.com), un auténtico templo al vino de gestión familiar fundado hace nada menos que dos décadas con un objetivo muy claro: trabajar duro día a día para alcanzar la excelencia en sus caldos.
Así es como, entre encinas centenarias, monte bajo y un sinfín de hierbas aromáticas, se cultivan con cariño y mimo hasta 8 variedades diferentes de uva, todas ellas repartidas hasta en cuatro parcelas distintas. Uvas que cada año, llegada la época de vendimia, se recogen a mano con sumo cuidado para velar por su calidad. Los vinos resultantes acaban siendo almacenados únicamente en barricas de roble francés y grano fino, aunque ahí no queda la cosa. Desde hace siete años, en la Bodega Cortijo Los Aguilares, experimentan también con vinos criados en tinajas de arcilla.
Para conocer los detalles de esta empresa familiar y de su vínculo con el apasionante universo vitivinícola en Ronda, nada mejor que animarse cona una visita guiada. ¿Lo mejor? La posibilidad de ampliar la experiencia con actividades como recorrer los viñedos en bicicleta, disfrutar de un pícnic bajo encinas centenarias o catar sus caldos rodeados de la más pura naturaleza. Un recuerdo para no olvidar.
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DESCALZOS VIEJOS, VINO E HISTORIA MARIDADOS
Algo especial se siente cuando se atraviesan las puertas de Descalzos Viejos (descalzosviejos.com). Es lo que tienen los sitios con alma. Quizás eso mismo fue lo que llevó a Paco Retamero y a Flavio Salesi, ambos arquitectos –rondeño el primero, argentino el segundo– a no pensárselo dos veces cuando se les presentó la oportunidad de comprar una finca con fascinantes vistas a La Hoya y a la ciudad de Ronda, y con las ruinas de un antiguo convento trinitario del 1550 en su interior. Era el lugar ideal para llevar a cabo su proyecto. Un proyecto que, cómo no, tenía como protagonista al vino.
Así nació en 1998 esta bodega con sello rondeño que hoy cuenta con alrededor de ocho hectáreas en las que se cultivan, con mimo y esmero, diversas variedades de uva. Con ellas se elaboran los cinco tintos y el blanco que tienen en el mercado, grandes caldos que conquistaron a los amantes del buen vino desde el primer instante. Y no es de extrañar. Si algo tuvieron siempre claro ambos anfitriones, es que harían las cosas bien.
Para conocer de primera mano el proceso de producción, no hay nada como animarse con una visita a la bodega. Sobre todo porque, además, así se podrá contemplar el fascinante lugar en el que se desarrolla la crianza de los vinos. Las barricas se conservan en la antigua capilla del convento, de cuyas paredes los arquitectos fueron capaces de recuperar antiguos frescos ocultos tras capas y capas de cal. Para rematar, cómo no, una cata bajo el árbol de aguacates que crece en uno de sus patios. Con vistas a los vastos terrenos de la serranía habrá que brindar por el vino, por la vida, y por el increíble entorno que nos rodea. Es hora de seguir la ruta.
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RECUPERANDO LA HISTORIA EN LA MELONERA
Es morada y tiene unas vetitas de tono más oscuro que recuerdan a una sandía en miniatura. Hablamos de la melonera, una uva autóctona perdida siglos atrás y recuperada por la bodega bautizada con su mismo nombre: La Melonera (lamelonera.com) es nuestra siguiente parada.
Y es que precisamente con ese propósito, el de traer de nuevo a la actualidad cepas perdidas, fundaron en 2003 sus propietarios este hermoso proyecto ubicado a las afueras de Ronda. La información la obtuvieron de un libro de principios del siglo XIX que formaba parte de la biblioteca privada del Castillo de Perelada. Tras 10 años de investigaciones, lograron su objetivo: la melonera había vuelto a nacer.
Tendremos que alejarnos de la ciudad unos kilómetros, tomar un camino que nos conducirá por el entorno rural más auténtico, hasta toparnos con una inmensa finca repleta de encinas centenarias donde los viñedos crecen con fuerza en pequeñas parcelas. Un paseo entre ellos será solo el primer paso antes de introducirnos en sus modernas instalaciones. Después, tocará conocer el proceso de transformación de la uva, para acabar con una pequeña cata. Además de Yo Solo, el vino elaborado a partir de únicamente melonera, cuentan con caldos hechos con otras variedades.
SCHATZ, PASIÓN POR EL VINO
El alemán Fiedrich Schatz (f-schatz.com), con tan solo 18 años, ya lo tenía muy claro, sentía la necesidad de continuar haciendo realidad la pasión familiar que les había llevado durante siglos a vivir por y para el vino. Sin embargo, quería cambiar un poco el rumbo, necesitaba salir de su tierra para encontrar un lugar en el que poder jugar y probar a cultivar variedades diferentes de uva a las ya trabajadas. Así fue como, no mucho tiempo después, arribó a tierras rondeñas. En cuanto vio el paisaje, lo tuvo claro. De aquello hace ya más de 40 años, el tiempo suficiente para haberse convertido en uno de los protagonistas de los vinos de Ronda.
Vinos cuyas uvas, en su caso, se cultivan en la Finca La Sanguijuela, a 700 metros sobre el nivel del mar y abrazadas –a la vez que protegidas– por la Sierra de las Nieves y la Sierra de Grazalema. Su clima, caracterizado por días cálidos y noches frescas, le otorga las condiciones ideales para dar vida a vinos ecológicos-biodinámicos que son toda una delicia. En total, de su bodega salen seis propuestas diferentes entre las que destacan Acinipo, Pinot Noir o Chardonnay.
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EL PASADO SE HACE PRESENTE EN MOROSANTO
Producciones reducidas que garanticen mejores cosechas en términos de calidad y sabor. Ese es el objetivo de esta joven bodega nacida en 2005 decidida a devolverle a los caldos rondeños el valor que merecen. Vinos con una historia que no podía quedarse atrás. Resulta que el lugar donde decidieron plantar sus viñedos ha sido siempre conocido como Morosanto –de ahí su nombre (bodegamorosanto.com)– porque en ella, allá por el siglo XV y en plena Reconquista, vivió un árabe cristiano.
¿Los detalles que hacen que sus vinos sean tan especiales? Sobre todo, la riqueza en minerales de las tierras en las que se cultivan sus vides, que contienen hasta 7 variedades diferentes de uva, además de encontrarse cerca del único arroyo salado de toda la comarca. Tan interesante ha sido siempre la zona para las culturas y pueblos que por ella pasaron, que en la misma finca de Morosanto se puede contemplar también un yacimiento íbero e incluso un antiguo lagar romano del siglo I.
Esta atractiva historia hizo que los propietarios de la bodega se animaran incluso a editar un libro con ella. Las ilustraciones que acompañan al texto, por cierto, son las protagonistas de las etiquetas de sus botellas. Aquí, todo queda en casa.
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DOÑA FELISA, CON NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA
Y de nuevo un proyecto familiar, esta vez fundado por José María Losantos y Gema Alonso, matrimonio que en el 99 aterrizó en tierras rondeñas y ya no supo hacer otra cosa que instalarse en ellas e impulsar este sueño en forma de bodega. Lo tenían claro, las condiciones climáticas y del suelo en la zona eran las idílicas para animarse a llevarlo adelante. ¿Y qué mejor que ponerse manos a la obra en una parcela con vistas a la histórica Acinipo, la tierra de viñedos?
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Un sueño que hoy, más de veinte años después, se traduce en Doña Felisa (bodegadonafelisa.com), cuyos vinos, elaborados a partir de ocho variedades diferentes de uva entre las que se encuentran chinchilla, chardonnay, cabernet Sauvignon o garnacha, son pura excelencia. Para lograrlo, los Losantos se esmeran en el cuidado de la materia prima desde el mismo instante en el que las vides son plantadas. Aquí los herbicidas y productos nocivos para el medio ambiente brillan por su ausencia. Cuando llega la época de recogida de la uva, y para que esta no sufra las altas temperaturas del día, apuestan por la vendimia nocturna en la que los racimos son seleccionados a mano de manera exhaustiva. Todo debe ser perfecto.
Un plan ideal pasa por visitar la bodega, conocer sus orígenes de la mano de quienes conforman la familia Losantos, catar sus deliciosos caldos y pasear entre viñedos. Pero, si se desea una experiencia completa, nada como rendirse a la tentación de dormir en la mismísima bodega. El proyecto cuenta también con un pequeño alojamiento desde el que dejarse abrazar por este paraíso vinícola.